Una y mil veces sale el tema del celibato sacerdotal. Y la mayoría de las veces es considerado (sobre todo por los que no lo viven) como una carga. Parece que el celibato es involuntario y no tiene beneficios para la vida del ser humano. Este artículo lo publiqué originalmente el 29 de marzo de 2007. Quiero hoy volver a compartirlo, con algunos retoques.

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Me molesta que...

Me molesta mucho que se hable del celibato a partir de los enfermos (la pedofilia es una enfermedad que está catalogada como delito) o los frágiles (la incontinencia es una fragilidad) y desde allí se generalice y nos pongan a todos en la misma bolsa. Parece que estos términos son sinónimos celibato y abusos. Entonces se preguntan: ¿es saludable el celibato? ¿es bueno?

Me molesta mucho más que los creyentes opinen sobre el tema con mentalidad humana dejando a un lado la mentalidad cristiana que deberían tener por el bautismo.

Me molesta, sobre todo, que se lo vea como una "institución" meramente eclesial. Y que, por eso, se diga que Jesús nunca lo aconsejó. Por eso es muy bueno volver a recordar las enseñanzas del maestro sobre este tema: Él fue el que inventó el celibato. El celibato de los sacerdotes tiene su origen en Jesús como opción voluntaria de vida. Fue en el contexto de una enseñanza sobre el matrimonio y el divorcio. Al final, dijo esto:

"Algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!" (Mt 19,12)

Lo que sigue... es para "el que pueda entender". Para los que comprenden el celibato dsentro del orden de la castidad. El resto (los que se preguntan cuando y porqué la Iglesia católica impuso el celibato)... abstenerse de la lectura: no comprenderán determinadas cosas para las cuales se necesita "inteligencia espiritual" (será un mero "salibato").

consagración sacerdotal

El origen del escrito compartido

Revisando mis libritos de meditaciones personales (en el 2007), encontré este texto que escribí el primero de junio de 1.995. Si mal no recuerdo, fue durante un retiro espiritual.

Es una meditación sobre este tema a partir de 1 Cor 7,25-35. En esa fecha tenía año y medio de sacerdocio. Se los comparto porque luego de trece años de consagración, sigo pensando lo mismo (a pesar de mis limitaciones y fragilidades).

Hoy, con más de 25 años de ministerio, vuelvo a hacer mío este texto y a confirmarlo... en el medio de mis debilidades y caídas.

Jesús y el discípulo amado

Un contexto bíblico general sobre el celibato

El celibato... algo que hoy, y supongo que siempre, es muy difícil de entender. Ya Jesús mismo nos advierte de que esto es así en el texto citado de Mt 19,12. Si todos no pueden entender la virginidad por el Reino de Dios es porque debe haber allí algo que supere a la mera razón humana y que sea lo que le de su verdadero peso.

Entonces... ¿Quién puede entender?

Digámoslo así: el iluminado. Dios es luz (Jn 1,4) y derrama su Espíritu de claridad sobre nuestras mentes para sacarnos de la oscuridad y llevarlas al Reino admirable de su luz.

Con Dios en el corazón, teniendo los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Fil 2,5) y guiados por el Espíritu de la Verdad, es que nos aproximamos al misterio de la virginidad consagrada. Y digo misterio en el sentido bíblico del término: algo que comprendemos a la luz de la fe porque Dios nos lo ha revelado.

Cuando perdemos el punto de vista de Dios para tratar este tema, es entonces cuando no lo entendemos y decimos disparates.

La reflexión de San Pablo sobre el celibato

San Pablo cala profundamente en este tema. El da tres motivos y una razón para nuestro provecho. Está en el capítulo siete de su primera carta a los Corintios. El contexto general del capítulo es una pregunta que la comunidad le había hecho sobre cuestiones de sexualidad y matrimonio.

Allí lo primero que se hace es recordarnos que somos llamados por Dios a un estado de vida concreto. Y esta vocación se manifiesta en las circunstancias de la vida comunitaria, pero también en los sentimientos profundos de nuestra afectividad: “si no pueden dominarse, que se casen; porque más vale casarse que estar ardiendo” (7,9).

Los tiempos difíciles

El primer motivo son “los tiempos difíciles en que vivimos” (7,26). Una situación que parece ser una constante en la historia humana.

La “institución” matrimonial está en crisis. La cultura desvaloriza los vínculos y “justifica” el no-amor introduciéndolo en la pareja a través de la infidelidad o prácticas contrarias a la vida. “No les faltarán pruebas y yo quisiera evitárselas” (7,28) es la intención del apóstol.

No es una visión negativa del matrimonio. Dios prometió con el sacramento la gracia de estado para acompañarlos en el caminar juntos por la vida. Y Dios es siempre fiel a sus promesas.

De mi parte, con mi poca experiencia pastoral, charlando con parejas o alguno de los integrantes de las parejas, he podido constatar la veracidad de la afirmación paulina. Y más de una vez he pensado que soy yo el que se quedó con la mejor parte (Salmo 15,6).

Este es un motivo, por llamarlo así, “humano”. Vayamos a los otros dos que son más “teológicos”.

sacerdote célibe

Todo pasa

El segundo lo expresa así: “todo esto pasa” (7,31). “Se descompone la figura del mundo” (7,31). “El tiempo es corto” (7,29). Es la mirada puesta en el más allá, en el Cielo, en la Vida Eterna.

Vamos peregrinando por la vida, pero nuestro destino está junto a Dios. Y en el Reino de los cielos no existe el matrimonio (Mt 22,30).

Por esto quién se consagra a Dios en virginidad está haciendo presente el “futuro”. El célibe es signo, en medio de los hombres, de la realidad definitiva del ser humano: vivir para Dios y con Dios. “Esta es la Vida Eterna: conocerte a Ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesús, el Cristo.” (Jn 17,3)

También por esto quién no tiene esperanza nunca podrá comprender y valorar el celibato. Si nuestro horizonte termina con la muerte, no podemos pensar nada más que es una tontería gastar así la vida. Pero el creyente sabe que la Vida es una aventura con futuro... y arriesga todo por ella.

Todo es para Dios

El tercer motivo se podría decir así: ser todo para Dios. Pablo nos recuerda que “el que está casado se preocupa de las cosas de este mundo y de agradar a su esposa, y está dividido”. (7,33) El nos quiere ver “libre de preocupaciones”. (7,32)

Hay que entender muy bien lo que significa el “corazón dividido”. La santidad en el matrimonio no sólo es posible, sino que es un deber. El verdadero matrimonio cristiano es el que marcha en pareja hacia el cielo: uno junto al otro, con-yuges.

Pero la realidad también dice que la disponibilidad no es la misma en un casado y en un célibe. El casado tiene otras obligaciones, familiares, que en cierta manera lo atan para una completa disponibilidad. La pareja y los hijos son un don inmenso de Dios… al que también hay que atender.

También está la realidad de algún marido o mujer que no tienen una vida cristiana intensa, sino sólo un barniz; y se transforman así en un escollo duro de salvar.

El célibe puede estar “consagrado totalmente” a Dios. Su persona, su tiempo, su vida, es de Dios y únicamente a Él le debe rendir cuentas (y esto con todo lo que significa este compromiso de rendir y rendirle cuentas).

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La razón central que da San Pablo

Pero, como decíamos antes, hay una razón que es el hilo conductor: “estén unidos al Señor, enteramente“. (7,35) Unión con Dios, uno con Dios. Ni más ni menos.

Más allá de los tres motivos, el célibe se siente y se sabe llamado a estar junto a Dios caminando por la vida. Y estar junto a Él es de la manera que El me pide.

En esto todos los cristianos somos iguales. Más allá del estado de vida que tengamos, lo que nos define es la comunión de amor: “vendremos a él y habitaremos en él”. (Jn 14,23). Para ser morada de Dios hay que cumplir los mandatos que el Padre nos ha dado a través del Hijo. Y cumplir los mandatos significa ser fiel al puesto que nos toca en el Cuerpo Místico, para el cual fuimos elegidos “antes de la creación del mundo”. (Ef 1,4)

Aquel que se entrega “enteramente” y que tiene su sólo deseo en el “estar unido al Señor” no ve como una imposición aquello que le desea el Señor. Por el contrario, lo descubre como un camino de amor.

Otros textos sobre el tema del celibato

1. Objeciones contra el celibato sacerdotal: la lista que hizo un Papa antes de escibir sobre el tema.

2. Los curas y el celibato: testimonios de lectores que recopilé.

3. El clero está tentado: un texto (a modo de exámen de conciencia personal) mucho más amplio que el tema del celibato. Pero es bueno tener en cuenta lo que ahí se dice.

4. Una mala expresión: la "reducción al estado laical de un cura".

5. Y no está de más que recen por los sacerdotes.

Como verán... mucho para leer. Pero si les interesa este tema pensando en la situación particular por la que está pasando alguien... lo mejor es rezar.

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