La Iglesia es comunión. Una comunión que nace de la Trinidad y se nutre de los dones y carismas que Ella (1 Cor 12, 4-7) le regala para que se mantenga y crezca en su existencia. Una comunión que debe reflejar la misma vida íntima de la Santísima Trinidad.
Un ejercicio que suelo hacer es el de marcar algunas reflexiones del Papa (de este y de los anteriores) escritas en enero. Es que para Roma y el hemisferio norte es tiempo de plena actividad. Mientras que para nosotros, los del lejano sur, es un rampante mes de calor y vacaciones. Por eso es bueno volver a lo que en esos tiempos enseñara el Vicario de Cristo.
En este caso, es compartirles algo de lo que dijo en un discurso a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Dones jerárquicos y carismáticos
Aunque me cuesta la distinción del Papa, ya que para mi todo ministerio (jerárquico, instituido o espóntáneo) es carismático (lo expliqué más largo en este artículo), es bueno meditar lo que en verdad afirma sobre la complementariedad en la vida eclesial. Estas fueron sus palabras (negrillas mías).
"Otra aportación significativa a la renovación de la vida eclesial es el estudio sobre la complementariedad entre los dones jerárquicos y carismáticos. Según la lógica de la unidad en la legítima diferencia -lógica que caracteriza toda auténtica forma de comunión en el Pueblo de Dios-, dones jerárquicos y carismáticos están llamados a colaborar en sinergia por el bien de la Iglesia y del mundo.
El testimonio de esta complementariedad es hoy muy urgente y representa una expresión elocuente de aquella ordenada pluriformidad que caracteriza a cada tejido eclesial, como reflejo de la armoniosa comunión que vive en el corazón de Dios Uno y Trino. La relación entre dones jerárquicos y carismáticos, de hecho lleva a su raíz Trinitaria, en la relación entre el Logos divino encarnado y el Espíritu Santo, que es siempre don del Padre y del Hijo."
Justamente, si esa raíz es reconocida y aceptada con humildad, permite que la Iglesia se renueve en cada tiempo como ‘un pueblo que deriva su unidad de la unidad de Padre, del Hijo y del Espíritu Santo’, de acuerdo con la expresión de san Cipriano (De oratione dominica, 23). Unidad y pluriformidad son el sello de una Iglesia que, movida por el Espíritu, sabe encaminarse con un paso seguro y fiel hacia las metas que el Señor Resucitado le indica en el curso de la historia.
Aquí se puede ver cómo la dinámica sinodal, si se entiende correctamente, nace de la comunión y conduce hacia una comunión, cada vez más efectiva, profunda y dilatada, al servicio de la vida y de la misión del Pueblo de Dios."
La sinodalidad
Es un tema que quiere el Papa Francisco que forme parte de nuestra visión de la Iglesia. Una sinodalidad que no es una expresión o vivencia nueva en la vida de la Iglesia. Pero que se ha perdido un tanto por ir detrás de una mera "institución jerárquica" que decide (y descansa) en quienes detentan el poder.
Detrás de la sinodalidad que estamos llamados a vivir, se encuentra el gran principio de la corresponsabilidad, de la cual habláramos aquí. Es sentirnos todos responsables de la comunidad a la que pertenecemos. Pero no por querer ocupar un espacio de poder y desición. Sino por simple fidelidad al Espíritu Santo que nos ha capacitado para que lo podamos vivir así.
Pidamos, entonces, al Maestro Interior, que siga soplando sobre nosotros para que mostremos el verdadero rostro de la Iglesia al mundo de hoy.
¿Qué opinión te merece esto? ¿Se da así en la vida cotidiana de tu comunidad?
Muy bueno. Ver verdad para tener en cuenta. Porque el que calla otorga. El que no camina otro camina por el. Nos toca a todos. Y sino boca quiusa