En su homilía de hoy en Santa Marta el Papa Francisco nos invitó a volver a escuchar la Palabra de Dios cada día y advirtió sobre los peligros que trae el tener los oídos sordos frente a Dios.
El servicio web de Radio Vaticana nos cuenta que el Papa nos enseña que “cuando nosotros no nos detenemos a escuchar la voz del Señor terminamos por alejarnos, nos alejamos de Él, le damos la espalda. Y si no se escucha la voz del Señor, se escuchan otras voces”. Esto trae un peligro muy claro: “nos volvemos sordos: sordos a la Palabra de Dios”.
Mirar nuestro corazón
La Palabra de hoy quiere interpelar a cada católico en particular. Nos enseña el Sucesor de Pedro: “Y todos nosotros, si hoy nos detenemos un poco y miramos nuestro corazón, veremos cuántas veces (¡cuántas veces!) hemos cerrado los oídos y cuántas veces nos hemos vuelto sordos. Y cuando un pueblo, una comunidad, digamos también una comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis, cierra los oídos y se vuelve sorda a la Palabra del Señor, busca otras voces, otros señores, y termina con los ídolos, los ídolos que el mundo, la mundanidad, la sociedad, le ofrecen. Se aleja de Dios vivo”.
Cuando, continúa, “no se escucha el corazón se vuelve más duro, más cerrado en sí mismo, pero duro e incapaz de recibir algo; no sólo cerrazón, sino dureza de corazón”. Vive entonces “en aquel mundo, en aquel clima que no le hace bien. Lo aleja cada día más de Dios”.
Un católico infiel, pagano o ateo
Concluye el Santo Padre sacando una conclusión de este estado de no escucha: “y estas dos cosas (no escuchar la Palabra de Dios y el corazón endurecido, cerrado en sí mismo) hacen que se pierda la fidelidad. Se pierde el sentido de la fidelidad. Dice la Primera Lectura, el Señor, allí: ‘La fidelidad ha desaparecido’, y nos convertimos en católicos infieles, católicos paganos o, peor aún, en católicos ateos, porque no tenemos una referencia de amor a Dios vivo. No escuchar y dar la espalda (lo que hace que se nos endurezca el corazón) nos lleva por el camino de la infidelidad”.
“Esta infidelidad, ¿cómo se colma?”, se preguntó el Papa. “Se colma con la confusión, no se sabe dónde está Dios, dónde no está, se confunde a Dios con el diablo”.
Entonces hace referencia al Evangelio del día y afirma que “a Jesús, que hace milagros, que hace tantas cosas para la salvación y la gente está contenta, feliz, y le dice: ‘Y esto lo hace porque es un hijo del diablo. Tiene el poder de Belcebú’”.
“Ésta es la blasfemia. La blasfemia es la palabra final de este itinerario que comienza con el no escuchar, lo que endurece el corazón”, lo que “lleva a la confusión, te hace olvidar la fidelidad y, al final, dices blasfemias”.
Preguntas para la vida
“Cada uno de nosotros hoy puede preguntarse: ‘¿Me detengo a escuchar la Palabra de Dios? ¿Tomo la Biblia en la mano, que me está hablando a mí? ¿Mi corazón se ha endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo con los ídolos que me ofrece la mundanidad de cada día? ¿He perdido la alegría del estupor del primer encuentro con Jesús?’. Hoy es una jornada para escuchar. ‘Escuchar, hoy, la voz del Señor, hemos orado. ‘No endurezcan su corazón’. Pidamos esta gracia: la gracia de escuchar para que nuestro corazón no se endurezca”.