La Semana Santa está entre las más destacadas del año. Su llegada es advertida aún en la sociedad secularizada, no sólo por los creyentes sino también por la publicidad turística y el calendario académico. Además, los medios de comunicación se hacen eco de la dimensión religiosa de esta semana.
Desde el punto de vista cristiano, la Semana Santa, denominada antiguamente “semana mayor” o “gran semana” es el tiempo de más intensidad litúrgica de todo el año, y por eso ha calado tan hondamente en el catolicismo popular.
El Domingo de Ramos o Domingo de Pasión
La Semana Santa es inaugurada por el Domingo de Ramos, en el que se celebran dos aspectos del único misterio pascual: el triunfo, mediante la procesión de ramos en honor de Cristo Rey, y la “derrota”, con la lectura de la Pasión correspondiente a los evangelios sinópticos (la de Juan se lee el viernes). Desde el siglo IV se celebraba en Jerusalén con una procesión la entrada de Jesús en la ciudad santa, poco antes de ser crucificado. Debido a los dos aspectos antes mencionados que tiene este día, se denomina «Domingo de Ramos» (subraya la victoria) o «Domingo de Pasión» (subraya la “derrota”) o sintéticamente Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Por esta razón, el Domingo de Ramos -pregón del misterio pascual- comprende dos celebraciones: la bendición de los ramos y la procesión y la celebración de la eucaristía. En efecto, a la procesión sigue inmediatamente la eucaristía. Del aspecto glorioso expresado en los ramos pasamos al aspecto doloroso de la pasión. Esta transición no se deduce sólo del modo histórico en que transcurrieron los hechos, sino porque el triunfo de Jesús en el Domingo de Ramos es signo de su triunfo definitivo. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, pero para resucitar. En resumen, el domingo de Ramos es inauguración de la Pascua, o paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida.
En consecuencia, este domingo inaugura la Semana Santa. De acuerdo con la rúbrica, "en este día la Iglesia celebra la entrada de Cristo en Jerusalén para realizar su misterio pascual". Los cuatro evangelistas relatan este acontecimiento y subrayan su importancia. Jesús es presentado como el Rey-Mesías, que entra y toma posesión de su ciudad. Pero no entra como un rey guerrero que avanza con su gran ejército, sino como un Mesías humilde y manso, cumpliendo así la profecía de Zacarías (9,9): "He aquí que tu rey viene a ti; él es justo y victorioso, humilde y montado en un asno".
La procesión
La característica de la procesión es el júbilo, gozo que anticipa el de pascua. Es una procesión en honor de Cristo rey; por eso se cantan himnos y aclamaciones a Cristo. La Iglesia realiza los acontecimientos del primer domingo de ramos: lo que se lee en el evangelio se vive inmediatamente después en la procesión.
La procesión nos transmite como una anticipación o pregustación del domingo de pascua. Las palmas que se bendicen y se llevan en procesión, son emblema de victoria. En la procesión del domingo de ramos, la Iglesia, además de conmemorar un hecho pasado y celebrar una realidad presente, anticipa también su cumplimiento final.
La Iglesia espera la completa realización del misterio al final de los tiempos. Esta nota “escatológica” está contenida en la oración que se dice en la bendición de los ramos: "A cuantos vamos a acompañar a Cristo aclamándolo con cantos, concédenos entrar en la Jerusalén del cielo por medio de él".
Liturgia de la palabra
Ésta nos sumerge en la liturgia del viernes santo. Cristo vencerá efectivamente, pero lo hará por su pasión y muerte.
La primera lectura es del profeta Isaías (50,74). Los sufrimientos del profeta en manos de sus enemigos son anticipo de los de Cristo. Su serena aceptación de los insultos e injurias nos hace pensar en la humildad de Cristo cuando fue sometido a provocaciones, insultos, injurias y burlas aún peores. Es un sufrimiento aceptado libremente y voluntariamente soportado. Esta idea de aceptación se encuentra también en la segunda lectura (Flp 2,6-11), que nos dice: "Cristo se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz".
Repetimos el mismo tema en el prefacio: "Siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales". Precisamente, la segunda lectura nos hace penetrar con profundidad en el misterio de la redención. San Pablo, escribiendo a los filipenses, habla del anonadamiento (kenosis) de Cristo, el cual no sólo "se despojó de sí mismo asumiendo la condición de esclavo", sino que incluso se humilló hasta someterse a la muerte de cruz. Pero san Pablo, después de sondeadas las profundidades de los sufrimientos de Cristo, eleva en seguida nuestro pensamiento: “Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el `Nombre-sobretodo-nombre”.
La solemne lectura de la pasión es lo más característico de la Misa. Siguiendo la actual ordenación litúrgica en tres ciclos, el evangelio puede ser el de Mateo, el de Marcos o el de Lucas. Este año –ciclo A- corresponde la Pasión según San Mateo.
Una recomendación
Escuchar la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach (pueden hacerlo haciendo click aquí).
La Pasión según San Mateo, BWV 244 (título original en latín: Passio Domini Nostri J. C. secundum Evangelistam Matthaeum; en alemán: Matthäus-Passion; en inglés: St. Matthew Passion) es una pasión oratórica escrita para voces solistas, doble coro y doble orquesta por Johann Sebastian Bach.
Presenta el sufrimiento y la muerte de Cristo según el evangelio de San Mateo. Con una duración de más de dos horas y media (en algunas interpretaciones incluso más de tres horas), es la obra más extensa del compositor. Es una obra central de la música artística (Hubert Parry la ha definido como el más rico y noble ejemplo de la historia de la música sacra). La Pasión según San Mateo consta de dos grandes partes conformadas por 68 números. El texto del evangelio de San Mateo, capítulos 26 y 27, es cantado literalmente por un evangelista, y las personas de la trama (Cristo, Judas, Pedro, etc.) por los demás solistas. Alrededor del texto bíblico se agrupan coros, corales, recitativos y arias con la intención de interpretar el texto. (Cf. Wikipedia).
Otro consejo
Hay muchos libros sobre la vida de Cristo, muchas meditaciones y tratados sobre la pasión. Pero nada causa en nosotros mayor impacto que los escuetos y patéticos relatos de la pasión del Señor que nos ofrecen los mismos evangelistas.
No hay en ellos la menor intención de influir en nuestros sentimientos o de presentar una versión intensamente recargada de lo que allí sucedió. Tampoco se detecta afán alguno de quitar importancia a los sufrimientos físicos y morales del Salvador.
Se trata de una narración sencilla, digna y moderada, que, sin embargo, lo dice todo; de tal manera que nos es fácil imaginarnos a nosotros mismos como testigos presenciales de los acontecimientos. Hay en ella drama y patetismo, pero también serenidad. La persona de Cristo descuella entre sus acusadores y perseguidores.
Un testimonio personal
Cuando era niño, conocí ancianos que procuraban tener en sus casas velas bendecidas y olivo bendecido. No tenían ni unas ni otro como adorno. ¿Para qué lo usaban?
Habitualmente, las velas eran las bendecidas el 2 de febrero (o en otras ocasiones). El olivo, bendecido durante el Domingo de Ramos no sólo era usado durante la procesión como signo del reconocimiento del señorío de Jesús sino que era conservado para el uso doméstico… y, entonces, ¿cuál era ese uso doméstico?
Quemaban algunas hojas en el fuego de la vela bendecida durante las tormentas…
En mi caso, lo miraba “de reojo”. Peor, cuando fui seminarista…
Luego, me di cuenta: el Señor ha manifestado su poder sobre las enfermedades, los demonios e incluso la muerte. Basta recordar el Evangelio de la resurrección de Lázaro del domingo pasado. También el Señor ha manifestado su poder sobre las fuerzas de la naturaleza, por ejemplo ha calmado la tormenta…
Encender una vela bendecida es recordar que Jesús es la Luz del mundo…
El olivo bendecido es un signo de su realeza o señorío.
Entonces, quemar olivo bendecido en una vela bendecida era un gesto impregnado de confianza en el poder de Jesús que vence las tormentas… Y las tormentas se calmaban… Soy testigo. Con el tiempo me di cuenta de la fe simple pero profunda de quienes hacían ese gesto: no era magia, no era superstición… era simplemente confianza en el poder de Jesús expresada con un gesto en el cual se unen el simbolismo de la luz y del reconocimiento del señorío de Jesús.
Un gesto de piedad popular!!!
Me cabe una pregunta: ¿De qué tormentas nos quiere librar el Señor en esta Pascua? ¿tormentas personales? ¿tormentas familiares? ¿tormentas sociales? ¡Él tiene poder! Él es Luz… ¡Él es el Rey pacífico!!!
Y si nos pusiéramos ante El para pedirle paz, serenidad, bonanza…
Una última recomendación
Meditar el Decálogo de la serenidad de San Juan XXIII:
- Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez
- Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto, cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie sino a mí mismo.
- Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino también en este.
- Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que todas las circunstancias se adapten a mis deseos.
- Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
- Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.
- Sólo por hoy haré por lo menos una sola cosa que no deseo hacer, y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
- Sólo por hoy me haré un programa detallado. quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
- Sólo por hoy creeré aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie más existiera en el mundo.
- Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y creer en la bondad.