Religiosidad popular, piedad popular, catolicismo popular, espiritualidad pupular y mística popular: riqueza de expresiones para comprender esta realidad.

El Concilio desató en América Latina una profunda valoración sobre esta realidad tan intensamente vivida por estos pagos. O, más bien, deberíamos decir que fue un fruto de la reflexión postconciliar ya que el Magno Evento no se refirió directamente al tema.

La piedad popular en el Concilio

En la Sacrosanctum Concilium se trata de manera detallada el tema de los sacramentales. Sobre las “prácticas piadosas” dice:

“Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se hacen por mandato de la Sede Apostólica.

Gozan también de una dignidad especial las prácticas religiosas de las Iglesias particulares que se celebran por mandato de los Obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente aprobados.

Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada Liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos.” (SC13)

Pero el Catecismo de la Iglesia Católica al hablar de los sacramentales dedica tres puntos (1674/6) a reflexionar sobre nuestro tema. Comienza con decirnos de que se trata exactamente:

“Además de la liturgia sacramental y de los sacramentales, la catequesis debe tener en cuenta las formas de piedad de los fieles y de religiosidad popular.

El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el vía crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.” (CIC 1674)

Luego la valora a través de una cita del Documento de Puebla. Esto nos habla del trabajo de reflexión que se llevó adelante en nuestras tierras, sobre todo clarificado a través de las distintas reuniones y documentos conclusivos del CELAM.

La tarea de los teólogos también fue muy importante… y despareja. Hay quienes, sobre todo desde algunas de las teologías de la liberación, la consideraron casi como una expresión típica de un pueblo oprimido.

Frente a estos, la teología argentina (“del pueblo”) la valora como una experiencia de fe fruto de la evangelización que se ha llevado adelante en estos 500 años. Esta visión argentina es la que ilumina el magisterio latinoamericano y está en las fuentes de pensamiento del Papa Francisco (podemos, a modo de ejemplo, leer este artículo suyo publicado en 2008 o recordar lo que enseñó ya siendo Papa).

Religiosidad popular

La piedad popular en Aparecida

El Papa Francisco participó de manera muy activa en la Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Aparecida. Según cuenta Víctor Fernández lo referente a la religiosidad popular fue presentado y defendido especialmente por quién es el actual Papa.

Así que vale la pena doblemente recordarlo: por quién lo inspiró y porque, a mi modesto entender, es la mejor presentación magisterial sobre el tema. La pone bajo un título ya de por sí muy sugestivo: “espacio de encuentro con Jesucristo”. Leamos lo que dicen:

“El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó como “el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina”.

Invitó a promoverla y a protegerla. Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”.

La “religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular”, profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana.

Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia.

Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio. También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual.

Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera, no sólo de la trascendencia de Dios, sino también de la Iglesia, que trasciende su familia y su barrio. En los santuarios, muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones podrían contar.

La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y, aunque también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”.

En distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su enfermedad, un Padrenuestro musitado entre lágrimas, una mirada entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo, en medio de una sencilla alegría.

Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y penetrar cada vez mejor la forma de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado.

La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables”.

Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente, deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María y también de los santos, traten de imitarles cada día más.

Así procurarán un contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario. Por este camino, se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular.

No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios.

En la piedad popular, se contiene y expresa un intenso sentido de la trascendencia, una capacidad espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal.

Es también una expresión de sabiduría sobrenatural, porque la sabiduría del amor no depende directamente de la ilustración de la mente sino de la acción interna de la gracia. Por eso, la llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que, siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas. Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que, no por eso, es menos espiritual, sino que lo es de otra manera.

La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda.

Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”.

En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia.

Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: Este es el “que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María.

En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto.

Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo. (DA, 258-265)”

Sacarle el jugo a todo esto no es sencillo. Hace un tiempo hice sobre el tema un taller de dos días para grupos misioneros (aquí está el programa y aquí el power de diapositivas que sintetiza todo).

Y he escrito varias cosas sobre el tema en este blog, baste visitar el tag “piedad popular” para leer los artículos. Así que hoy simplemente quisiera que nos fijemos que el Documento de Aparecida para designar este fenómeno califica de “popular” a cinco realidades teológicas: religiosidad, piedad, catolicismo, espiritualidad y mística. Las dos últimas son el gran aporte que hace este documento para comprender en profundidad el fenómeno. Veamos lo que significa cada una.

Diferenciando los 5 conceptos

En el año 2002 la “Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos” dio a conocer un “directorio sobre la piedad popular y la liturgia” con principios y orientaciones muy buenas para vivir pastoralmente el tema. De allí sacamos la distinción entre los dos primeros conceptos:

Religiosidad popular

Es una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis característica, de gran significado humano y espiritual.

Piedad popular

Son las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura.

Catolicismo popular

El pastoralista argentino Tello lo define de esta manera: “El cristianismo popular, que equivale a catolicismo popular, no es un rito que por el modo de confesar la Fe, practicar los sacramentos y ejercer el gobierno constituya orgánicamente una Iglesia particular, no es tampoco una mera piedad popular, sino algo intermedio entre ambas que tiene su origen en la Primera Evangelización. Viene una Iglesia (española y romana) culta y enraizada en toda la sociedad hispana que convierte e incorpora a Cristo al pueblo de Latinoamérica (formado básicamente por los indígenas, a los que se agregan luego los mestizos, los negros y los criollos en amplia medida), el cual hace suyo un modo peculiar de vivir el Evangelio que se le anuncia (de donde en Latinoamérica se mantiene aún viva y vigente la diferencia de una Iglesia culta y un pueblo cristiano con un modo propio y peculiar de vivir el cristianismo).

Esto tiene importancia por dos cosas: primero, porque la piedad o religiosidad popular mira principalmente al ejercicio de la virtud de religión mientras que el cristianismo popular mira primero y principalmente al modo de vivir la fe y la caridad, y consiguientemente a todas las virtudes cristianas. Segundo, porque las conclusiones de los estudios pastorales que se hacen en la Iglesia sobre la piedad popular no siempre son aplicables al cristianismo popular, que no es sólo religiosidad popular.

Este principio primero: la piedad popular mira al culto de Dios. El cristianismo popular no mira solamente al culto de Dios. Mira al modo de concebir la fe, también la piedad. Pero la piedad es una cosa que mira a la virtud de religión. El cristianismo popular mira a toda la religión cristiana que nace de la fe. Mira a todo el modo de practicar la fe, y consecuentemente a todas las virtudes y a la virtud de religión.”

Espiritualidad popular

Aparecida ha dejado muy claro que es una manera de ser de los sencillos que nace de un encuentro con Jesucristo y pone de manifiesto “el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios”.

Mística popular

La mística es la entrada del ser humano en el misterio de Dios. El Catecismo nos dice que “el progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con Cristo. Esta unión se llama “mística”, porque participa del misterio de Cristo mediante los sacramentos —“los santos misterios”— y, en Él, del misterio de la Santísima Trinidad. Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos.”(CIC 2014) Creo que esta cita basta para darnos cuenta de lo “atrevida” que es esta presentación del fenómeno de la religiosidad popular.

Hay muchas cosas más para decir. Pero por ahora esto nos basta. Aunque sobre todo esto hablaremos con más detalle hoy en nuestro programa de radio Concilium (a las 22.00 hs por FM Corazón, 104.1 de Paraná). Y si se lo perdieron, está la grabación en este otro link. Bienvenidos todos los aportes y sugerencias.

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6 COMENTARIOS

  1. El artículo es muy claro e instructivo.
    Solo que tengo algunas dudas que se pueden presentar entre religiosidad popular y sincretismo religioso. Hace unos días pasé por un santuario mariano y ví como habían puesto un arco con un manto y hacían pasar a la gente por debajo de ese manto bendecido como el "Manto de la Virgen". Me dió un poco de preocupación el hecho de confundir a la gente o medrar con su dolor y hacer la situación como mágica. Seguramente mucha gente lo vió como algo especial y se sintió muy bien, pero hacía unos días que había pasado por una iglesia evangélica Iglesia Universal y tenían esa misma invitación para pasar por debajo del manto.
    ¿Está bien y aceptado por la Iglesia Católica este tipo de rituales? Quisiera una aclaración al respecto.

  2. Una mujer con hemorrioides se acerca a Jesús, aprovechando la multitud que lo rodeaba. Tocó el borde de su manto y quedó inmediatamante curada. jesús se dió cuenta de lo que había pasado y preguntó quién había sido. Cuando ella se dá a conocer, pensando en un reto... se sorprende de las palabras del Maestro. Este solamente le dice: "Tu fe te ha salvado, queda curada y en paz".
    Creo que todos necesitamos "tocar el manto" de Jesús. La mejor manera, la más excelsa, es la comunión eucarística donce su cuerpo nos llega en las apariencias del pan. Pero, que sea la más sublime no es la única. Los sacramentos son caricias de Dios para nuestra vida. Y los sacramentales también.
    La diferencia entre culto y superstición está en nuestro interior, en la manera cómo hacemos la cosa que hacemos (no te olvides que el Catecismo dice que se puede usar supersiticiosamente de las mismas acciones sagradas).
    En este video aclaro estas cosas, uno poquito más:
    https://www.youtube.com/watch?v=anlYAJsuK7g

  3. Gracias por el aporte a mi inquietud. Gracias por por el video muy instructivo. Me gustaría ver el de las imágenes que no lo encuentro.
    Pero al respecto de la respuesta, me imaginaba que se haría la comparación del pasaje ese Jesús y la hemorroisa. Pero creo que mi pregunta o preocupación sobre lo del manto de la virgen están muy lejos de compararse con ese pasaje, al margen de que si es históricamente concreto o uno de los tantos relatos que nos remiten a una enseñanza del relator del Evangelio, como para enseñarnos la fuerza de la Fe en el Señor. Y aquí estamos hablando específicamente de Cristo, como en el video nos referimos hacia Dios. Hacia nuestra fe Cristocéntrica como enseña el catecismo. Lo por mi planteado está en la fuerza dirigida hacia un objeto "el manto de la Virgen", tampoco sobre la Virgen en sí (mariocentrismo). En ningún momento está actitud nos lleva a Cristo. En fin sigo nutriendo y buscando todo lo relacionado al tema de catolicismo popular, religiosidad popular, etc. que tu página está muy buena. Gracias por todo y te pido disculpas si te hago perder tiempo o molestando con mi inquietud. Alfredo

  4. De paso te sigo molestando y preguntando tu opinión sobre los mensajes que supuestamente son atribuídos a la Virgen.

  5. Hola. No es molestia. El Fabián de 20 años atrás (recién ordenado), en nombre del cristocentrismo (que comparto plenamente, por ejemplo, como pongo de manifiesto en este artículo: https://catolicus.com/la-esencia-del-cristianismo/ ) hubiera gritado ¡herejes!! ¡supersticiosos!!!
    El Fabián Castro de hoy, con casi 24 años de atención pastoral, es mucho más prudente para hablar de estas cosas. Simplemente porque uno charla con mucha gente y sabe que esos actos exteriores (aparentemente paganos) son signos de una fe concreta en una divinidad que es providente, poderosa, que no nos abandona. Si, que necesitan crecer, de acuerdo. Pero de ahí a que son supersticiosos... hoy no me animaría a decirlo con tanta firmeza. Creo que algo de eso puse en este otro artículo: https://catolicus.com/la-fe-del-pueblo-de-dios/

  6. Más que mi opinión, los criterios que da la Iglesia: https://catolicus.com/criterios-para-discernir-presuntas-apariciones-o-revelaciones/

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