Vemos con estupor la venta de un edificio emblemático de Paraná. El que otros tiempos fue el conocido y renombrado Asilo San Antonio y, hasta ahora, el lugar donde se vive y comparte la vida pastoral de la Parroquia Nuestra Señora de la Piedad. Para entender el dolor de la comunidad, hay que ser parte de ella.
Generalmente nos identificamos y tomamos parte de los hechos y las cosas cuando conocemos su génesis, cuando podemos mirar a través de nosotros la evidencia.
La historia del Asilo, el trabajo de las hermanas, elogiable siempre no debería ser opacado por este hecho. Lo que algunos deciden no siempre es lo que todos piensan, eso no necesita ser explicado.
Una larga “pre-historia”
Para entender un poco este proceso es necesario remontarnos a la historia que no comienza en 1964 con la creación de la parroquia, tampoco en 1900 con la llegada de las hermanas.
Esta historia se remonta a los primeros años anteriores a la erección de la villa. Estos primeros pobladores se fueron instalando en las zonas cercanas a la capilla, pero también los que tenían sus huertas, o faenaban el ganado cimarrón, o los que trabajan en los hornos de cal fueron radicándose al borde del arroyo, donde ya desde 1753 a 1756 había una capilla dedicada a San Antonio.
Este barrio que hoy pierde una parte de su identidad, ya era devoto del mismo Santo que un siglo y medio después tendrá la imponente obra del Arquitecto Arnaldi, el mismo constructor de la Catedral de Paraná y de su curia.
En 1805, después de la visita del Obispo en su recorrida por la extensa Diócesis Santísima Trinidad Puerto de Buenos Aires de la que formamos parte, indico:
“que se erija cementerio por cuenta de la fábrica fuera del poblado, que dexo detallado con intervención del alcalde la loma de Taborda, y que hecha esta erección ninguna persona se entierre en la iglesia.”
En 1825, en la Navidad, se inaugura la capilla de la Santísima Trinidad del Cementerio de Paraná. Tendrá además casa habitación para el sacerdote y un capellán asignado para acompañar los servicios fúnebres, pero también a los vecinos de la zona.
Y cuando en 1859 se construye el Mercado de la Paz, tendrá también este lugar uno de los cuatro puestos de venta autorizados para verduras, frutas y carnes. Como vemos esta comunidad tiene su propia historia.
Una obra del Apostolado de la Oración
El 1 de enero de 1892, en Paraná se crea el primer centro del Apostolado de la Oración. Es una Obra Pontificia que tiene como misión orar y vivir los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia que preocupan al Santo Padre. Es uno de los movimientos religiosos más difundidos en nuestros tiempos, que nació para rendirle culto al Sagrado Corazón de Jesús. Solo como información para ver cuáles son fines que persigue hasta hoy esta obra de la iglesia.
El 27 de diciembre de 1893 se sancionó el proyecto de traer enfermeras Franciscanas para la atención de los enfermos a domicilio, a cuyo fin se destinó el producto de una velada literaria realizada el 1 de mayo de 1894.
Este mismo año se redactan los estatutos para una comisión compuesta por el Pbro. Luis Palma, el Dr. Ramón Calderón y el director del Apostolado con el fin de solicitar la personería jurídica, que fue acordada con el gobierno de la Provincia el 25 de septiembre de ese año. Y el 16 de octubre fue hecha la donación de un terreno al Apostolado para la construcción del Asilo de las hermanas Franciscanas. Se destinó la suma de 17.536,55 m/n.
La construcción del Asilo
Se construyó el asilo, que bordea calle Paraguay y que ocupa media manzana, el 2 de diciembre de 1894; dos años después, empezaron las obras de la capilla San Antonio, aunque la construcción del edificio continuaría durante las dos décadas siguientes.
Esta obra, inspiración del Apostolado, es la gestora podríamos decir del Asilo. Ellas donan a las hermanas el 11 de abril de 1921 las instalaciones. En nombre de la Sociedad, la presidenta Ángela Raffo de Frioni y la secretaria Otilia de Echague,
“hacen donación pura, perfecta e irrevocable a favor de las beneméritas señoras Sara Goicochea y Carmen Lovera, de la casa y terreno de la propiedad de la Sociedad del Apostolado de la Oración” ubicada en esta ciudad, calle Humberto Primo, numero ciento ochenta al doscientos, esquina a Paraguay sin número, compuesta e varias piezas, a saber salón, vestíbulo, en la planta alta y baja denominada San Antonio con cuanto más existe de edificio clavado y plantado en el terreno que está formado por dos fracciones unidas entre sí, ”
Continúa esta escritura detallando todo el terreno y la donación de la iglesia al Obispado de Paraná, por donación de Doña Francisca Balcaza el 16 de octubre de 1894.
Esta donación
“expresa una condición y obligación que contraen las donatarias de este inmueble que adquieren escuela y asilo para niños pobres y albergue para enfermeras que se dediquen a la asistencia de enfermos de todas las clases sociales, haciendo obras de beneficencia con predilección, debiendo continuar en poder de los donatarios y no pudiendo por ninguna razón cambiar tales caracteres”.
Como dice el texto de la escritura, no podía cambiarse el destino de la obra, pero la realidad demostró que la congregación no mantuvo el asilo. Después de muchos años dejó de funcionar y fue alquilado el edificio al Consejo General de Educación para ser usado por la escuela Bazán y Bustos.
Con el tiempo volvió la congregación a hacer otro intento de asilo recibiendo alumnas internas que enviaba el Consejo General de Educación, pero las hermanas, ya eran pocas y no pudieron sostenerlo.
Y nace la Parroquia Nuestra Señora de la Piedad
Entre tanto creada la Parroquia, uso desde el principio las instalaciones para poder llevar a cabo la vida parroquial. Cuando estaba la escuela, la prestaban los fines de semana para catequesis, liga de madres, trabajo de grupos parroquiales. Y cuando no hubo más niñas internas, todos los días.
Desde el inicio de la parroquia, Obispos y sus párrocos, mediaron con la congregación la forma de convivencia, préstamos, cesión, compra, no se pudo llegar nunca a un acuerdo que satisficiera a todas las partes.
Hoy la Congregación no tiene vocaciones para atender la obra. Hicieron un trabajo digno de reconocer, lamentablemente termina de esta manera. La casa se vendió, y nos preguntamos ¿quien pierde más aquí? ¿Pierde la iglesia de Paraná, pierde la comunidad que se queda sin lugar físico para la vida pastoral? ¿Pierde la ciudad parte de su rico patrimonio histórico?
La congregación que no pudo sostener la obra que le fue confiada. Estos son los hechos que constan en los documentos. Triste y lamentable que no pudiera haberse llegado a un acuerdo.