El libro del Segundo Isaías tiene cuatro poemas dedicados a un personaje misterioso: el Siervo (servidor) del Señor, conocido también como el Siervo (servidor) Sufriente. No se sabe con certeza si el profeta habla de una persona en particular o de la comunidad israelita exiliada en general. Pero, para nosotros los cristianos, es una clara alusión a la Pasión del Señor Jesús.

El primero de estos cantos está en 42, 1-7

Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.

Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
¡Yo soy el Señor, este es mi Nombre! No cederé mi gloria a ningún otro ni mi alabanza a los ídolos. Las cosas antiguas ya han sucedido y yo anuncio cosas nuevas; antes que aparezcan, yo se las hago oír a ustedes.

Este poema consta de dos partes. Primero se presenta y describe la obra que va a realizar el servidor. Luego Dios se dirige directamente a él para revelarle su misión.

Que la lectio divina nos ayude a penetrar en el texto y así prepararnos a la Pascua.

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