La fe no es un acontecimiento intelectual, en el sentido de que comienza con una iluminación de la razón desencadenada por razonamientos o silogismos. La fe parte de un encuentro con Alguien que se transforma, por la sola fuerza de su presencia arrebatadora, en el centro de mi existencia y mis decisiones más personales.

Hace un tiempo describía este proceso de encuentro con la curación de los diez leprosos que hizo Jesús. Es lo que se denomina la vivencia cristiana. Parte toda la aventura desde un encuentro personal, que se puede dar de muchísimas maneras. No es una experiencia sentimental, sino espiritual. Tampoco es una experiencia meramente subjetiva, en el sentido de intimista y privatizada. Toda experiencia de encuentro con Jesús nos abre a escucharlo más atentamente, dejarnos guiar en la vida como auténticos discípulos e insertarnos en el entorno que es el cuerpo (eclesial) de Cristo.

Cuando uno se encuentra en el proceso de la vivencia cristiana, de su vida y sus labios brota la alabanza. La celebración del misterio cristiano a través de ritos (lo que le decimos en lenguaje técnico liturgia) es un anonadarse e insertarse en el misterio de un Dios infinito pero que se a abajado para dejarnos entrar en él. Así la celebración es el culmen de la vivencia. En el relato de la curación de los leprosos Jesús alaba a aquél que volviendo se postra, agradece y adora. Quien tiene una vivencia privatizada y no es capaz de celebrar en el “nosotros eclesial” tiene una experiencia inmadura de fe.

Aquél que ha vivenciado y celebrado es quién da el tercer paso de maduración espiritual: la reflexión (flexionarse sobre si mismo, sobre la vivencia). La conceptualización de lo vivido y celebrado no es para adentrarnos en polémicas estériles sino la consecuencia lógica de un ser humano que es racional y, por eso, quiere razonar su experiencia de lo Sublime. Es lo que denominamos teología: no es ni traición ni rebajamiento del misterio. Es el uso de la inteligencia para adentrarnos un poquito en el misterio que nos abisma. Por eso, parte de la vivencia y nunca deja de estar condimentada por la humildad.

El misterio de la navidad tiene que seguir este proceso: la celebramos porque hemos tenido una vivencia de Jesús, Dios anonadado en nuestra carne para regalarnos su amor. Pero que la navidad también nos encuentre reflexionando sobre el Señor, para que no sea el Papá Noel el centro de nuestras mesas…

Espacio de publicidad automática - No necesariamente estamos de acuerdo con el contenido

2 COMENTARIOS

  1. Muy bueno padre, un compendio de espiritualidad en pocos párrafos.

    Respetos.

    Natalio

    Pd: Estaré por Paraná para año nuevo y comienzos de enero, tal vez Dios nos encuentre personalmente.

  2. Natalio: yo espero no estar esos días por estos lares (ya comentaré dónde voy a andar en una entrada el sábado). Pero si la Providencia dice otra cosa, con todo gusto el encuentro.

Los comentarios están cerrados.