La liturgia no son ritos que se hacen para pertenecer a determinada comunidad humana. Quienes se acercan a ella con esta idea… termina alejándose de ella por considerarla banal, pérdida de tiempo o prácticas alienantes de gente que huye de la realidad. Desgraciadamente mucha gente “huye” de las celebraciones litúrgicas porque tienen, tal vez de manera inconsciente, esos prejuicios.

Por este motivo, antes de hablar de los principios que hay tener en cuenta para la reforma de la liturgia, el Concilio se preocupa de hablarnos de la naturaleza de la celebración. En otras palabras: qué es, cual es su verdad más íntima, cual es su fundamento más profundo. Sólo quien es capaz de percibir el misterio que ella encierra será capaz de celebrarla con gozo, gusto y fruto.

La Liturgia sólo se entiende desde Dios. Desde el misterio de Dios que nos sale al encuentro a través del Hijo encarnado. Y desde las palabras y las obras que Jesús hizo entre nosotros. Así comienza el Concilio a darnos el marco de referencia para vivir en intensidad las celebraciones:

“Dios, que ‘quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’ (1 Tim 2,4), ‘habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas’ (Hbr 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como ‘médico corporal y espiritual’, mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino.

Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, ‘con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera’.”(SC5)

Notemos tres afirmaciones. La primera es que el misterio pascual, es decir la muerte y resurrección del Señor, es una obra que lleva delante de manera simultánea el rescate de la humanidad de las garras del mal y del Malo (redención) y la glorificación del Padre a través de la obediencia del Hijo. No puedo desarrollar el tema de la glorificación, pero para quién esté interesado lo invito a leer esta catequesis de Benedicto donde magistralmente nos lo enseña.

Lo segundo a destacar es la imagen, tomada de la tradición patrística, de que del costado abierto por la lanza del soldado nace la Iglesia. Así se presenta tradicionalmente a la Iglesia como la Nueva Eva, es decir, la “madre de los vivientes” como es el significado etimológico de la primera mujer bíblica. En la misma frase, se presenta a la Iglesia como “sacramento”. Este concepto, que será desarrollado luego en la Constitución Lumen Gentium (como ya hemos explicado), nos habla de la vida y la misión de la Iglesia en relación a Cristo: el Señor se quiere prolongar de una manera concreta, real, a través de su Comunidad. Lo cual es expuesto en el número siguiente:

“Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica.”(SC6)

El paralelo entre Cristo enviado y la Iglesia enviada es fundamental para entender correctamente la identidad profunda de esta comunidad que nace del corazón abierto en la cruz. Paralelo que encontramos en la similitud de acciones de ambos (ese es el tercer detalle que quería destacar). De Cristo se dice que fue ungido para “evangelizar” y “curar”. De los Apóstoles que fueron enviados para “predicar – anunciar” y “realizar la obra de salvación”. Palabras y gestos de Jesús que se prolongan en las palabras y gestos de la Iglesia. Gestos eclesiales que reciben el nombre de “sacramentos” y que no son acciones meramente simbólicas, es decir carentes de contenido. Al contrario, estas acciones significan, expresan, traen, donan, regalan (como les quieran decir) la salvación de Cristo, el poder del Señor de “curar a los contritos de corazón”. El punto 6 concluye explicitando la obra redentora a través de dos de estos (siete) sacramentos:

“Y así, por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con El y resucitan con El; reciben el espíritu de adopción de hijos ‘por el que clamamos: Abba, Padre’ (Rom 8,15) y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre.

Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su Muerte hasta que vuelva.

Por eso, el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo los que recibieron la palabra de Pedro ‘fueron bautizados. Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración, alabando a Dios, gozando de la estima general del pueblo’ (Hch 2,14-47). Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo ‘cuanto a él se refieren en toda la Escritura’ (Lc 24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual ‘se hace de nuevo presentes la victoria y el triunfo de su Muerte", y dando gracias al mismo tiempo " a Dios por el don inefable’ (2 Cor 9,15) en Cristo Jesús, ‘para alabar su gloria’ (Ef 1,12), por la fuerza del Espíritu Santo.”(SC6)

El ministerio de la redención que la Iglesia hace no es posible si Cristo no estuviera presente de alguna manera en esos actos. ¿Cómo? Ese es el interrogante que se resuelve a continuación:

“Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica.

Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, 'ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz', sea sobre todo bajo las especies eucarísticas.

Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza.

Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla.

Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: 'Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos' (Mt 18,20).

Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.”(SC7)

Y concluye este punto dando la definición de la liturgia:

“Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo.

En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.

En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.”(SC7)

Por esta última frase se entiende el porqué, para hablar de la Iglesia, el Concilio haya comenzado por hablar de la liturgia. Y, también, porqué para renovar a la Iglesia se haya comenzado por plantear la renovación de la liturgia.

El documento sigue dando varios argumentos más, que ya los desarrollaremos. Por lo pronto, sobre todo esto hablaremos con más detalle hoy en nuestro programa de radio Concilium (a las 22.00 hs por FM Corazón, 104.1 de Paraná). Bienvenidos todos los aportes y sugerencias.

Espacio de publicidad automática - No necesariamente estamos de acuerdo con el contenido