En estos días se ha recordado a los Santos Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, jesuitas que murieron en la Reducción de Todos los Santos y canonizados por Juan Pablo II en 1988.
Siempre que nos preguntamos por la presencia jesuítica en nuestras tierras, nos encontramos con un vacío sobre el tema en nuestro archivo Arquidiocesano.
Pero basándonos en la información de los libros o trabajos publicados podemos conocer algo de las estancias que estuvieron en la zona y que no son tan conocidas como las misiones o sus escuelas y facultades. ¿Que sabemos de su presencia en estas tierras?
Las misiones jesuíticas de América del sur
Desde el año 1607 hasta 1767, florecieron en América del Sur, especialmente en las provincias del Río de la Plata, reducciones de indios gobernadas espiritualmente y administradas por padres de la Compañía de Jesús.
Estas misiones cuyo principal asiento en la América del Sur fue el actual territorio de Misiones, se constituyeron fundamentalmente con indios Guaraníes y en menor proporción con Lules, Tobas, Abipones, Mocobíes, Serranos y Pampas, Guaycurúes y Chiquitos.
Anteriormente, dichos padres habían ya intentado establecer otras misiones, sin alcanzar éxito. Sus primeros ensayos se remontan al año 1585. En esta fecha los padres Francisco Angulo y Alfonso Barzana, constituyeron algunas reducciones con indios Savironas, Matarás y Tonocotes, que tuvieron una vida inestable.
Algunos años después los padres Tomás Fiel y José Ortega emprendieron idéntica tarea en las regiones del Guayrá.
Las misiones jesuíticas del Paraguay
Fue en 1605 cuando, procedente del Perú, llegó al Paraguay el Padre Diego Torres, acompañado por numerosos misioneros, quedando constituida dos años más tarde la Provincia Jesuítica del Paraguay. Las misiones se iniciaron con indios Guaycurúes al Noroeste de Asunción, con Guaraníes al Sur y con Tapes al Nordeste, en la zona del Guayrá.
El gobernador Hernandarias, resolvió entregar para el sustento de los misioneros, a cada dos de ellos la mensualidad que correspondía a cura párroco en las Indias.
Dispuso además se proporcionase a los Jesuitas los implementos necesarios para su obra. Estas providencias fueron aprobadas por Real Cédula en octubre de 1611, eximiendo por otra anterior de pagar todo tributo por el término de diez años a los indios conversos.
Los primeros en fundar pueblos estables fueron los misioneros destinados al Guayrá, José Cataldino y Simón Massetta, a quienes se unió el beato González después de dos años entre los Guaycurúes.
Para los guaraníes fueron destinados los padres Marcial Lorenzana y Francisco de San Martín, quienes después de conquistar al cacique Arapizandu, fundaron la primera reducción en 1609 ó 1610, denominándola San Ignacio Guazú, a doce leguas del Río Paraná, sobre su ribera Norte y a unas veinte leguas al Este de las reducciones Franciscanas que ya estaban instaladas en esos lugares.
Las fundaciones de San Roque González y Ruiz Montoya
Posteriormente, San Roque González acompañado por el P. Diego de Beroa, recorrió una extensa zona comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay, fundando en 1615 la reducción de Itapua o Villa Encarnación, cuya ubicación definitiva algunos años más tarde, fue el lugar ocupado hoy por el pueblo del mismo nombre.
Al mismo P. González, de notable actividad, se debió más tarde, en 1620, la fundación de Concepción, San Nicolás, San Javier y Yapeyú, posterior asiento de las autoridades misioneras.
Una actividad no menor se desplegaba en el Guayrá. En el cuadrilátero formado por los ríos Iguazú, Paraná y Paranapanema, ya estaban constituidos en 1610 los pueblos de San Ignacio y Loreto, sobre este último río.
Al Padre Ruiz de Montoya se debió algunos años después la fundación de las reducciones de San Javier de Tayatí, Encarnación de Nantiqui, San José de Tucutí, Concepción y San Pedro de Gualacos, Siete Ángeles de Tayaoba, San Tomás y Jesús María.
La primera influencia jesuítica en Entre Ríos
A partir de 1607 fue establecida la Provincia del Paraguay y de allí extienden su influencia a Entre Ríos desde dos corrientes distintas. Una del norte, de las misiones jesuíticas que fundó establecimientos ganaderos al N.E. entrerriano costas del Yerúa al sur y puntas del Gualeguay al oeste.
La otra proveniente del colegio que tenían en Santa Fe que fundó estancias sobre el Paraná, desde Diamante hasta el Guayquiraró.
A mediados del siglo 18 (1750) los colegios de Santa Fe y Corrientes consiguieron permiso para faenar ganado cimarrón del Entre Ríos.
El 4 de junio de 1626 el Gobernador Francisco de Céspedes dio a la compañía la facultad sin limitación y restricción para fundar todas las reducciones que pudieran en la Prov. de Uruguay. Atento a esto el Prov. Padre Nicolás Mastrilli Durán determino ir a Yapeyú en enero de 1627, acompañado de Roque Gonzalez y Pedro Romero. El 12 de setiembre de 1648 el Obispo de la Mancha y Velazco visito la reducción y la elevó a parroquia.
Los establecimientos ganaderos
Los charrúas no aceptaron la evangelización, ni el vivir en reducciones, por lo que los jesuitas se conformaron con formar establecimientos ganaderos.
En 1701 se apoderaron de Yapeyú, lo que obligo a empuñar las armas y hacer expediciones punitivas como las de 1715 dirigidas por Francisco de Piedrabuena y que fueron capellanes Policarpo Dufó y Antonio de Alarcón y que llegaron al Gualeguay, al Mandisoví, al Gená y al Gualeguaychú. También había que crear puestos para asegurar el transito hasta el Plata.
La evangelización de la costa del Paraná
El Padre Leonhard afirmaba que en 1736 evangelizaron el lado oriental del Paraná Antonio de las Navas, Pedro de Artiguez e Ignacio de Oyarzábal y viajaron por el territorio Pedro de Espinosa y López Luis de Altamirano.
Según el padre Furlong en 1739 los jesuitas habían levantado una casa de ejercicios espirituales al lado de la iglesia en Paraná. Los vecinos del poblado, al que acudían los Padres para seguir viaje a las Misiones o para vigilar sus intereses frente a Santa Fe, hacían allí los ejercicios espirituales.
Las estancias jesuíticas a la vera del Paraná
Pero nuestro tema hoy son las estancias existentes en Santa Fe y Paraná y que gracias a una publicación hecha por El Litoral de Santa Fe sobre la Herencia Jesuítica en esa provincia que el Padre Stoffel tuvo la gentileza de regalarnos podemos conocer un poco más.
Y de esas Estancias que pertenecían al Colegio la Inmaculada de Santa Fe, mencionamos Estancia Grande de Jesús del Salado y la pequeña o San Antonio en las márgenes del Salado Grande (San Cristóbal y San Justo. Sta. Fe). La de Santo Tomé, adquirida en 1665, ubicada en la desembocadura del salado y próxima al lugar elegido para mudar la ciudad.
La estancia de San Miguel del Carcarañá, que en 1719 fue adquirida a Antonio de Vera Muxica a ambos lados de la desembocadura del Carcarañá.
Mientras pertenecieron a los jesuitas estas estancias, estuvieron a cargo de un padre o un hermano que se ocupaba de las tareas de la estancia y de uno o dos padres más que atendían los asuntos de asistencia espiritual.
Las estancias luego de la expulsión de los jesuitas
El padre Florián Paucke relata el paso por esta estancia cuando fueron expulsados en 1767:
“El 10 de septiembre cruzamos el carcarañá junto al cual se hallaba la estancia jesuítica de San Miguel o San Michaelis, situada a veinte y dos leguas de distancia de Santa Fe. Allá permanecimos en el campo a mediodía. Ahí mismo Vivian treinta negros que atendían el ganado; ellos quisieron saludarnos y despedirse de nosotros porque eran nuestros esclavos pero no se les permitió. Ellos estaban parados delante de sus casa, lloraban sin dejarse consolar, nos llamaban y se encomendaban, pero como los soldados habían ido junto a ellos, nos enviaron gallinas y corderitos, también cuatro quesos grandes, todo lo cual nos trajeron los soldados.”
Tenían otras en la margen derecha del Paraná, donde no se continuó la explotación, la de Isla Alta, comprada en 1633 a cinco leguas de Santa Fe la Vieja. La del paraje llamado de los Mocoretás sobre el rio San Javier. La de los Calchines, la de los Timbús. Muchas de estas al mudarse Santa Fe a su lugar actual quedaron fuera de las rutas de paso.
Las estancias en Entre Ríos
Y ahora las de la otra banda…en 1659 Cristóbal de Garay les vendió y donó diez leguas desde el Arroyo de las conchas hasta la Punta Gorda. Luego se agregaron dos leguas compradas a Miguel Martínez de la Rosa. El padre Furlong ubica estas doce leguas de frente al Paraná entre el lugar llamado de la Cruz hoy Villa Urquiza y la actual ciudad de Diamante. En ellas se estableció una estancia con el nombre de San Miguel, anterior a su homónima del Carcarañá, donde se construyó una capilla y oratorio.
Litigios y pleitos producidos con otros Garay y herederos de Hernandarias terminaron en 1679 con un convenio de trueque de tierras. Por ese convenio a cambio de esa estancias la compañía recibió veinte leguas de frente al rio Paraná, con fondo al Uruguay, entre Feliciano y Guayquiraró.
Aunque se construyeron casa, capillas, escuela, almacenes y silos, esas tierras estuvieron constantemente amenazadas, tanto por los pobladores de Santa Fe que incursionaban para vaquear como por los charrúas. Si bien el abandono de la Estancia San Antonio pudo favorecer su explotación, en 1719 la compra de San Miguel del Carcarañá relego nuevamente a esas extensas propiedades y la forma de explotación quedo supeditada fundamentalmente a las vaquerías de ganado cimarrón.
La administración de la Junta de Temporalidades
Con la expulsión de la Compañía estas tierras pasaron a ser administradas por una junta de temporalidades que desarticuló el sistema de estancias, las fraccionó y enajenó.
Las del lado entrerriano se enajenaron entre varios compradores. En 1774 se remató una de las estancias, la de Feliciano de tres leguas. Juan Ventura Denis compró una legua en el Feliciano y formó una estancia que más tarde fue administrada por su viuda Gregoria Pérez; que en 1811 la puso a disposición de Manuel Belgrano cuando se preparaba su campaña al Paraguay.
Francisco Candioti compró otra importante fracción entre el arroyo Caballú Cuatia y el Guayquiraró. Francisco de Andreu y Colobran compró otras tierras heredadas más tarde por su sobrina Manuela Puig, esposa del General Echagüe.
Antes de la expulsión la compañía en 1767, tenían una escuela en su estancia de San Antonio ubicada sobre el Paraná y entre los arroyos Feliciano, Alcaraz y Fray Diego, en la actualidad está ahí Villa Hernandarias.
Oratorios que luego fueron parroquias
Cuando vemos los nombres de los dueños de los campos adquiridos me recuerda inmediatamente los lugares donde encontramos Oratorios muy antiguos que dieron origen después a las parroquias que hoy conocemos.
Cuando hablamos de Alcaraz, estamos hablando del Oratorio edificado por Francisco Colobran y Andreu en su campo adquirido después de la expulsión. En 1795 fue vendido a Feliz Troncoso 59 leguas y fracción. Y fue él quien compro la imagen de la Dolorosa tan antigua de Alcaraz Norte para su oratorio que después sería la primera capilla de Alcaraz.
Y del Oratorio del campo de Francisco Candioti ubicado al norte del arroyo Cabayú Cuatiá que comenzó a construirse el 11 de noviembre de 1807 y se inauguró sin terminar el 8 de septiembre de 1829 en la zona de la hoy parroquia de La Paz. Este había sido vendido por la Junta de temporalidades a Candioti en 900 $.
Entre 1778 y 1780 se construyó un oratorio o capilla en la Estancia Grande de Juan Ventura Déniz, ubicado unos 300 m al norte del arroyo Feliciano próximo a la confluencia del arroyo Ortiz cerca de Santa Elena. No decimos que su origen sea jesuita, solo que surgieron en esa zona.
Imágenes que recuerdan un paso jesuita
Esto es lo que encontré sobre las estancias y la mención del Oratorio de San Miguel. También vale recordar según la investigación de Guillermo Furlong que en el Archivo de la Nación vio que Feliciano había dos imágenes de origen jesuita: un San Juan Bautista y un San José. Dice en su trabajo,
“Si nos detenemos a observar los rasgos de estas dos imágenes que están bajo la custodia parroquial, ambas denotan una manufactura semejante a otras producidas en las misiones que confirmaría esta información”.
De ser esto así, fijaría la fecha de su talla antes de 1767, año en que fueron expulsados los jesuitas.
O cuando hablamos de la imagen de San Francisco Javier en Diamante, zona que también quedaba dentro de esta famosa Estancia San Miguel.
Mucho todavía por conocer del trabajo que los jesuitas hicieron en nuestra zona.
Muy interesante tus investigaciones. Puedes comunicarte conmigo. Tengo muchos interrogantes. Soy solo un aficionado .-
Hola Celia
He escrito un libro sobre la presencia jesuita en el bajo río Uruguay, esto es desde Salto Grande al Sur .
Se llama "el río de los jesuitas" que es el nombre con el que se conocía al río Uruguay en el 1700.
Si me da una dirección se lo envío sin cargo.
Qué buen trabajo Celia. muchas gracias.