El Triduo Pascual conmemora, paso a paso, los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, desarrollados en tres días. El triduo del “Cristo muerto, sepultado y resucitado” es el momento más importante del año. Pero éste triduo tiene –a modo de prólogo- la llamada celebración de la Cena del Señor. En ésta se recuerda en una misma celebración:
En las lecturas del Jueves Santo, escuchamos la institución de la Pascua judía, principal prefiguración de la Eucaristía cristiana, el relato de la institución de esta última (tomado de la 1Cor.) y el lavatorio de los pies. Como sabemos, el evangelista Juan no narra la institución de la Eucaristía (la supone) pero ubica durante la última cena el episodio del lavatorio de los pies. Se trata de una enseñanza hecha por el “Señor y Maestro” a su Iglesia: el servicio como expresión concreta de la caridad.
Un Viernes a-eucarístico
En el sagrario de la parroquia Santa Lucía de la ciudad de Paraná se encuentra una expresión en lengua latina inteligentemente elegida. “Dilexit in finem”. Allí, los adoradores del Señor, arrodillados ante él, precisamente en el Sagrario, donde el Señor permanece para la adoración humilde de los suyos, se ha colocado esa expresión que traducida significa “Los amó hasta el extremo”, es decir no sólo hasta el fin temporal sino hasta darse completamente por nosotros. Es una expresión tomada del capítulo 13 de San Juan que es el proclamado durante la celebración del Jueves Santo.
La Iglesia, en su tradición y en sus documentos, enseña y practica que luego de la Misa llamada “in Caena Domini” (propia de este día) se adora al Santísimo Sacramento de modo solemne hasta medianoche y de modo sencillo durante el viernes hasta la celebración propia de ese día. Luego, no hay ningún tipo de celebración ni adoración eucarística hasta la gran vigilia pascual. En efecto, el Viernes Santo es un día a-eucarístico (no a-litúrgico), es decir sin la celebración de la Eucaristía.
Es el día de la “adoración” de la cruz (desde la celebración de la Pasión en adelante).
Viernes Santo de invocación
Como enseña un estudioso de la liturgia, el P. Jesús Castellano, ese día –si bien la celebración tiene las tres conocidas partes- la Pasión puede ser vista como proclamada, invocada, adorada y comunicada. Me detengo en el segundo aspecto: invocada. Se trata de la oración universal propia de ese día. Se reza por todos. ¿Porqué? Porque por todos murió el Señor. Así de sencillo, así de profundo…
Me permito contar una experiencia: recuerdo en mi época de seminarista cuando ayudábamos en las celebraciones catedralicias. La liturgia indicaba: pararse, arrodillarse, pararse, arrodillarse, etc. Ahora, es posible simplificar este rito e incluso darle más participación. El riesgo de una gestualidad un poco “pesada” es precisamente que no nos acabemos de dar cuenta de lo primero señalado: el alcance universal de la muerte de Cristo y nuestra oración suplicante para que esta muerte produzca sus frutos. Podríamos estar más en el hecho externo de pararnos y levantarnos … que compenetrados desde el corazón con lo que rezamos y por quienes pedimos…
Además, esta habría sido la oración que luego inspiró la oración de los fieles que rezamos en cada Misa, donde –aplicando el principio de lo universal a lo particular- rezamos por todos.
La sepultura y el Sábado Santo
Hoy, ¡nadie habla del Sábado de gloria!!!
En la década del ’50, Pío XII dio “carta de defunción” al Sábado de gloria y restauró para toda la Iglesia la Vigilia pascual. Lo hizo una década antes del concilio y recuperando la antigua tradición.
Es el día del recuerdo de la sepultura de Jesús. Segundo día del triduo: del Cristo sepultado.
Vean el icono de la Almudena de Madrid: El descenso de Jesús a los infiernos. Pero no interprete infierno como lugar de condenación. En efecto, dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (n° 125) “¿Qué eran «los infiernos» a los que Jesús descendió»? - Los «infiernos» –distintos del «infierno» de la condenación– constituían el estado de todos aquellos, justos e injustos, que habían muerto antes de Cristo. Con el alma unida a su Persona divina, Jesús tomó en los infiernos a los justos que aguardaban a su Redentor para poder acceder finalmente a la visión de Dios. Después de haber vencido, mediante su propia muerte, a la muerte y al diablo «que tenía el poder de la muerte» (Hb 2, 14), Jesús liberó a los justos, que esperaban al Redentor, y les abrió las puertas del Cielo”.
La Resurrección del Señor
Celebrada solemnemente durante la Vigilia pascual con su conocida cuádruple estructura e igualmente celebrada con solemnidad el Domingo de Pascua, ésta es la gran fiesta de los cristianos. Además, se extiende por cincuenta días como si fuera “un gran domingo” utilizando la expresión de un Padre de la Iglesia.
El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica se pregunta y responde: ¿Qué lugar ocupa la Resurrección de Cristo en nuestra fe? - La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, y representa, con la Cruz, una parte esencial del Misterio pascual. ¿Qué «signos» atestiguan la Resurrección de Cristo? Además del signo esencial, que es el sepulcro vacío, la Resurrección de Jesús es atestiguada por las mujeres, las primeras que encontraron a Jesús resucitado y lo anunciaron a los Apóstoles. Jesús después «se apareció a Cefas (Pedro) y luego a los Doce, más tarde se apareció a más de quinientos hermanos a la vez» (1 Co 15, 5-6), y aún a otros. Los Apóstoles no pudieron inventar la Resurrección, puesto que les parecía imposible: en efecto, Jesús les echó en cara su incredulidad”. (nn. 126-127).
El saludo de los bizantinos
“Cristo resucitó” – “Verdaderamente resucitó el Señor”
Todavía hoy se usa en algunas circunstancias el saludo: “Ave María purísima” y la respuesta “Sin pecado concebida”. Los orientales usan el primero para saludarse con ocasión de las fiestas pascuales. ¡Una maravilla!!! Una confesión de fe, centrada en el misterio pascual del Señor…
¿Y si lo usáramos, al menos en el tiempo de Pascua?