Primer Domingo de Cuaresma
En la Santa Misa de este domingo: “Dios nuestro Padre, con la celebración de esta Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concede a tus fieles crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y de dar testimonio de él con una digna conducta de vida” (Colecta). Es una invocación que dirigimos a Dios porque sabemos que sólo Él puede convertir nuestro corazón.
Y es sobre todo en la Liturgia, en la participación en los santos misterios, donde somos llevados a recorrer este camino con el Señor; es un ponernos a la escucha de Jesús, recorrer los acontecimientos que nos han traído la salvación, pero no como una simple conmemoración, un recuerdo de hechos pasados.
En las acciones litúrgicas, Cristo se hace presente a través de la obra del Espíritu Santo, esos acontecimientos salvíficos se vuelven actuales.
Hay una palabra-clave a la que se recurre a menudo en la Liturgia para indicar esto: la palabra “hoy”… Hoy Dios revela su ley; hoy nos da a elegir entre el bien y el mal… hoy es el tiempo favorable. Participar en la Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y resurrección para tener la vida.
El itinerario bautismal de la cuaresma
En los domingos de Cuaresma, de forma muy particular en este año litúrgico del ciclo A, somos introducidos a vivir un itinerario bautismal, casi a recorrer el camino de los catecúmenos, de aquellos que se preparan a recibir el Bautismo, para reavivar en nosotros este don y para hacer de modo que nuestra vida recupere los compromisos de este sacramento, que está en la base de nuestra vida cristiana.
Existe un nexo particular que liga el Tiempo cuaresmal al Bautismo. Desde siempre la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en él se realiza ese gran misterio por el que el hombre, muerto al pecado, es hecho partícipe de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cfr Rm 8,11).
Las Lecturas de este ciclo se toman precisamente de la tradición antigua, que acompañaba al catecúmeno en el descubrimiento del Bautismo: son el gran anuncio de lo que Dios obra en este sacramento, una estupenda catequesis bautismal dirigida a cada uno de nosotros.
La liturgia de la Palabra
El Primer Domingo, llamado “Domingo de las tentaciones”, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valor la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre está de nuevo esta necesidad de la decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús.
En la primera lectura del Ciclo A se enfrentan Adán y el tentador o diablo con la derrota del primero. Adán es tentado y peca, desobedece a la voluntad de Dios.
En el Evangelio, Jesús vence la tentación, permanece fiel y obediente al Padre.
La segunda lectura es una excelente síntesis entre la primera lectura y el Evangelio al contraponer la derrota de Adán con la victoria de Cristo y las consecuencias de ambas acciones para la vida de todos los hombres. Es la que presenta mejor nuestra situación actual pues de algún modo vuelve a colocar al cristiano ante la posibilidad de elegir: o el pecado y la muerte con Adán; o la gracia y la vida filial con Cristo.
Precisamente, en este domingo, cuando se realiza el catecumenado, la Iglesia luego de haber oído el testimonio de los padrinos y catequistas, celebra la elección de aquellos que son elegidos para recibir los sacramentos
La dinámica de la cuaresma
Durante los domingos de Cuaresma del Ciclo A, las lecturas del Antiguo Testamento presentan las grandes etapas de la historia de la salvación, para preparar el gran acontecimiento de la Pascua del Señor: la creación y el pecado en los orígenes (I), la vocación de Abraham (II), el Éxodo y Moisés (III), la unción de David (IV), los profetas y su mensaje (V), el Siervo de Yahvé (Domingo de Ramos).
Los Evangelios siguen también una temática organizada y propia: los dos primeros domingos están vinculados entre sí por cuanto nos presentan en una visión global todo el camino de la vida cristiana, con sus obstáculos o tentaciones, y su coronación o transfiguración. En este ciclo A se lee la versión de San Mateo. Por su parte los otros tres domingos, de la mano del evangelio de San Juan, están ordenados como jalones de un itinerario bautismal mediante el recurso a los tres símbolos fundamentales del mismo: el agua, la luz y la vida.
Las segundas lecturas, a diferencia del resto del año, están relacionadas con los evangelios, con especial presencia de la Epístola a los Romanos (en tres domingos). Son las que insisten más en la renovación moral del cristiano a la que invita la Cuaresma.