Escrito por: Efrain Molaro

Hace unos cuantos años atrás una mamá se enteraba que su embarazo era riesgoso para ella y la vida del niño que llevaba en su vientre, las expectativas eran pocas, había que interrumpir el embarazo, era imposible, si ese bebe nacía el riesgo iba a ser mucho, había que optar por una de las dos vidas, ya que la ciencia no daba esperanzas, ya que ella tenía otro nene chiquito.

Efrain Molaro

Una decisión de vida

Pero esa mamá no lo aceptó, ella sabía que no era dueña de decidir sobre otra vida que llevaba en su vientre, al contrario, afrontó todo lo que tenía que afrontar en medio de muchas adversidades económicas, en medio de unos cuantos proyectos, en medio de muchos límites personales.

Estuvo internada, postrada en una cama por un tiempo, tratamientos sin resultados, no saber si era un varón o una mujer, pero no sin la convicción que ese niño era fruto del amor, que ese niño era un regalo pero que no le pertenecía, ese mismo niño que seguramente si nacía iba tener algunas consecuencias físicas o motrices.

Ese mismo niño que estuvo 23 horas para nacer, donde su mamá tuvo que salir en una camioneta prestada por que no había vehículos y los caminos eran intransitables, ese mismo niño que nació en un hospital público, ese mismo que estuvo delicado a causa de una anemia férrea galopante, ese mismo niño que con el pasar de tiempo sus problemas físicos se iban a ir notando, y que algún tiempo sabia mas de médicos que de juguetes, que no tenía las misma resistencia que otros chicos de su edad, ese mismo niño que le costó adaptarse y aceptar algunas situaciones y se sentía con tratos especiales, pero amado.

Una confianza en la Providencia

A esta mamá le dijeron que no podía tener más hijos. Pero tuvo cuatro más, no sin desafíos, no sin adversidades, no sin dolores, estos seis hijos supieron lo que fue el esfuerzo, lo que era vivir el día a día para ver lo que se iba a comer, vivir de la caridad de algunos para vestirse, lo que era la precariedad.

Pero esos seis hijos que en medio de muchos errores, pudieron educarse, pudieron crecer y emprender caminos, pudieron saber que el mayor orgullo para ella como mujer era ser mamá.

Esa mamá que se emocionaba al hablar de sus hijos, esa mujer que daba su vida cada día y que supo de golpearse la cabeza contra la pared muchas veces, supo de esfuerzo y de renuncias, pero siempre resaltando hasta el último día de su vida lo mismo: lo feliz que estaba de ser mamá, lo feliz que le ponía ver a sus hijos unidos más allá de todas las cruces, esos hijos que hasta hoy tienen en claro que el mejor regalo es la familia y que la dificultades muchas veces socio económicas, son una barrera difícil pero no imposible de atravesar y que siempre hay alguna puerta abierta .

Ese niño…

Ese niño que nació a pesar de todo diagnóstico, ese niño que se sintió sobre protegido siempre, ese mismo niño que le costó aceptar una vocación por miedo a ser una carga, ese mismo niño que se enteró a los 21 años, de toda su historia, en la silla de un hospital, quizás sin imaginar que fuera la última conversación con su mamá, ese mismo joven al cual su mamá le dijo como últimas palabra, quizás como de despedida: que no le podía pedir más nada.

Claro ese niño convertido en joven soy yo. El que entendió por que su madre se enojaba tanto ante la palabra aborto, ese mismo niño que supo porque cada día la entregaba, porque ella lo había hecho primero. SÍ el que está escribiendo estás palabras humildes pero salidas del corazón...

Por eso no me preguntés por que estoy a favor de la vida, no me preguntes porque soy un pro vida orgulloso.

 

(Testimonio tomado desde su muro de Facebook y publicado con permiso de su autor. Los subtítulos son del editor.)

Espacio de publicidad automática - No necesariamente estamos de acuerdo con el contenido