La importancia de la conversión espiritual es indiscutible. Es la renovación interior del sujeto a causa de su docilidad a la acción del Espíritu Santo. En la medida que nos abrimos a su acción vamos creciendo "en estatura, gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres" (Lc 2,52). Si esto solamente es así... ¿para que "sinodiar"?
Para cambiar la Iglesia no es suficiente el cambio de los individuos. La conversión debe llegar al conjunto, como Pueblo de Dios que somos. Un cambio que significa volver a aceptar lo recibido como Revelación de parte de Dios (que nos llega a través de la Tradición y la Sagrada Escritura).
Un cambio que también significa que hay cuestiones que no son reveladas sino que tienen que ver con la adaptación de la Iglesia a las realidades temporales en las cuales se mueven sus miembros (el aquí y ahora que da como fruto la inculturación del Evangelio).
Convertir las estructuras
Muchas de nuestras acciones eclesiales, incluidas las "estructuras" que las "soportan", tienen que ver con el peso del tiempo y del espacio. Un gran error es registrar a esta estructura como lo "divinamente dado". Otro gran error es pensar que no es necesario cambiar estructuras sino solamente los corazones.
Si. La conversión espiritual es necesaria... fundamental para todo proceso renovador. Pero si suponemos que eso es todo... no haremos una renovación verdadera y duradera en el tiempo.
Por eso es necesario no olvidarse de la "conversión pastoral" que supone, precisamente, el dejar a un lado las "estructuras caducas que no expresan el evangelio" y animarse a plasmar en el aquí y ahora lo que el Santo Espíritu, a través de los signos de los tiempos, nos está pidiendo para un evangelio verdaderamente vivo.
Dos errores, una solución
En una reunión del clero, hace ya varios años, un sacerdote dijo que no era necesario pensar en cambiar la manera de encarar la pastoral y las acciones conjuntas sino que lo único necesario era cambiar el corazón del clero para que sea más sacerdotal, más lleno de la caridad pastoral. Una verdad a medias. Y por eso contiene un cierto grado de error.
La mitad de verdad es que es necesaria la conversión espiritual de todos, especialmente de nosotros los curas.
El error... pensar que la manera de encarar y organizar la vida evangélica (las "estructuras") son cuestiones secundarias que no merecen ni siquiera el tiempo que se dedica a pensarlas.
Nos olvidamos así que las estructuras existen para encauzar los principios teológicos (o evangélicos si les suena mejor) que animan la acción. Pensadas para un aquí y ahora eclesial... cuando no "hablan" de lo evangélico, cuando no expresan la vida... pierden sentidos y son abandonadas. Existen... las respetamos... las toleramos... pero nos van secando la existencia.
Este es el camino doble que nos invitó a recorrer el 3° Sínodo de la Arquidiócesis de Paraná. Expresado en su oración:
“nos convocas al Sínodo Arquidiocesano para que crezcamos,
por nuestra conversión espiritual y pastoral,
como discípulos en el misterio de la Iglesia,
sacramento universal de salvación”.
Sólo en este espíritu el "sinodeo" no solo es posible... ¡es necesario!