Siempre me llamo la atención el nombre de Conscripto Bernardi, pero más allá de ver la historia de la localidad no había investigado sobre el tema. En algún momento se pidió al archivo la búsqueda del nacimiento de Anacleto Bernardi y nacido en la zona de la Paz o Chajarí sin mayores datos.
Nuevamente surgió la necesidad de buscar datos sobre este héroe entrerriano y ya conociendo más información sobre él pudimos localizar su acta de bautismo en la zona rural de San Gustavo, perteneciente a la Parroquia de La Paz.
Otro personaje digno de ser recordado por su valor y coraje por salvar a otros en desmedro de su propia vida. Así figura en los numerosos sitios de internet que hablan de él.
Anacleto Bernardi, nació el 13 de julio de 1906 en Villa San Gustavo, departamento de La Paz, provincia de Entre Ríos, siendo sus padres: Atilio Bernardi, inmigrante italiano, de la región del Piamonte; y Sofía Giménez, entrerriana.
¿Qué más podemos aportar nosotros? Pues que el 22 de agosto de 1906 el Cura y Vicario Egidio Eloy bautizo a Hipólito Anacleto, que nació el 13 de julio de 1906, hijo de Sofía Giménez, argentina. Fueron sus padrinos Primo Rebechi y Carmen Rodríguez, según consta en el libro de bautismos de Campaña de La Paz- 1904-1906.
El servicio militar obligatorio en la Marina
Vivió cerca del rio y fue siempre un eximio nadador, dicen las fuentes que encontramos. El 8 de enero de 1927, en ocasión de tener que cumplir con el servicio militar obligatorio en la Marina, se presentó en la Base Gral. Belgrano, en el sur de la provincia de Buenos Aires.
Desde su incorporación tuvo un comportamiento sobresaliente, razón por la cual fue destinado a formar parte de la dotación de la Fragata Sarmiento en el viaje de instrucción Nº 27 alrededor del mundo, con los nuevos oficiales de la Armada. Su destino estaba marcado.
Cuenta el artículo “Bernardi, la leyenda” de Alfredo Hoffman.
El barco navegó a una velocidad máxima de 13 nudos, o lo que es lo mismo, a una milla náutica por hora, o 1.852 metros por hora. El viaje se le hizo largo al joven Bernardi. Mucho frío, mucho viento y mucho océano. También muchas bacterias conviviendo con la tripulación en alta mar. Una tos molesta que apareció al principio ya se le había convertido en un fuerte dolor en el pecho que no le dejaba respirar, cuando todavía no habían arribado a Italia. A bordo le diagnosticaron pulmonía, le recomendaron descanso y, en lo posible, volverse a casa.
Al llegar al puerto de Génova, el capitán de la fragata encontró la oportunidad de desprenderse del enfermo: el Principessa Mafalda estaba a punto de partir rumbo a Buenos Aires. Enseguida lo cambiaron de buque, con el cabo artillero Juan Santoro designado para cuidarlo, y le prometieron que llegaría rápido a destino, porque el buque de lujo italiano podía navegar a 18 nudos y estar anclando en el Río de la Plata en solo dos semanas. Zarparon el 11 de octubre de 1927.
El entrerriano había oído hablar de lo que era la nave de su tiempo. Hacía recordar al Titanic y el destino le había preparado el mismo trágico final. Construida en 1908 y botada en Nápoles en abril del año siguiente, homenajeaba con su nombre a la princesa italiana Mafalda de Saboya, hija del rey Víctor Manuel III y de la reina Elena. Pertenecía a la Navegazione Generale Italiana Societá Riunite Florio & Rubatino y en octubre de 1927 cumplía su nonagésima travesía entre Génova, Barcelona, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires.
Un año antes, Carlos Gardel había sido uno de sus ilustres pasajeros en un viaje a España. Pesaba 9.210 toneladas y medía 485 pies de eslora y 55 de manga.
El 25 de octubre a las 17:15 hs se sintió una fuerte sacudida en todo el barco. Los pasajeros, preocupados, interrumpieron el té y sus otras actividades, subiendo al puente de inmediato para ver qué había ocurrido. La nave aparentaba estar en buen estado, aunque su velocidad iba disminuyendo. Lo primero que pensaron los tripulantes fue que quizás se había roto una hélice, hecho verdaderamente grave, pero no peligroso.
Pero el jefe de máquinas Scarabicchi informó al capitán que se había partido el árbol de la hélice izquierda y el desprendimiento de las aspas produjo roturas en el casco, por las cuales el agua penetraba copiosamente anegando la sala de máquinas. Al rato Guli hizo sonar la sirena de alarma, mientras el primer oficial Maresco daba órdenes a los telegrafistas Reschia y Boldracchi para que emitan el S.O.S.”
“Se embarcó en la Sarmiento expectante por recorrer sus 85 metros y medio de eslora y los 13, 32 de manga; hacer funcionar las 21 velas de 24.000 pies cuadrados de superficie, más 12 velas suplementarias de 6.000 pies cuadrados más, sostenidas por tres palos desde una altura máxima de 54 metros. Y ávido por recorrer las costas del Mediterráneo; España, Francia Grecia y la tierra de sus padres, Italia, desde donde habían partido a principios de siglo para recalar en las cuchillas entrerrianas.
El salvataje del Principessa Mafalda
La señal fue escuchada por los buques de carga Athena (de bandera holandesa) y el Empire Star (inglés). Estos se acercaron al Principessa Mafalda, pero se detuvieron a una distancia prudencial al ver la enorme humareda de color blanco que hacía temer por la posibilidad de una explosión de las calderas. En realidad esto no podía ocurrir dado que los operadores de la sala de máquinas habían abierto las válvulas de vapor antes que el agua alcanzase las calderas.
Pero como el único generador que había se dañó al cubrirse por el agua, tanto Reschia como Boldracchi, no pudieron comunicarse con los buques para decirles que no existía peligro alguno. Mientras tanto también oscurecía con lo que tampoco se pudieron hacer señales visuales. De cualquier manera los buques lanzaron sus botes salvavidas y lograron rescatar a numerosos náufragos.
Cuando en el Principessa Mafalda se dio la orden de bajar los botes se produjeron escenas caóticas en donde, sin distinción de sexo o edad, todos procuraban ocupar un lugar en ellos.
Servidor a pesar de su enfermedad
El capitán Guli ordenó el “sálvese quien pueda”, mientras el caos a bordo aumentaba debido a la oscuridad absoluta (había Luna Nueva). En medio de esta tragedia, sin embargo, hubo también acciones heroicas. Nuestro Conscripto y el suboficial Santororo pese a estar convalecientes, se presentaron ante el capitán Guli ofreciéndose para colaborar en el salvataje. Ambos recorrieron incesantemente el barco tratando de rescatar sobrevivientes para trasladarlos a los botes salvavidas. Y pese a los ofrecimientos que les fueran efectuados, se negaron a ocupar un lugar en ellos.
Luego de casi dos horas de penosa tarea, y cuando no había otra alternativa que arrojarse del barco o perecer con él, Hipólito Anacleto Bernardi observó a un anciano que permanecía aún en la cubierta, vacilante, sin saber qué hacer. Anacleto Bernardi entregó su cinturón de corcho a Giovanni Fasanno, el anciano que vacilaba en la cubierta del Mafalda, que no sabía nadar. Fue en ese momento en que le cede su propio salvavidas para que se arroje al agua y pueda salvar así su vida.
Entre todo lo que se habla de él, dice que tenía una valija con fotos de los lugares que recorrió y que se la entregó al señor Fasanno y que él la habría entregado a la familia, pero no pude corroborar esa parte de la historia.
Cuando los dos marinos argentinos se dieron cuenta de que ya no quedaba más por hacer y que el buque indefectiblemente se hundiría, se lanzaron al agua. El buque de rescate más cercano era el “Empire Star” que se hallaba a unos mil metros de distancia.
El final dictado por los tiburones
Santororo escribió en su diario personal:
“Nadábamos afanosamente. Bernardi iba a mi derecha, un poco retrasado. Llevaríamos ya unos cien metros de travesía, cuando gritos escalofriantes dominaron un momento el rumor de las olas que se repitieron varias veces, cada vez más extraños y cada vez más patéticos: ¡Tiburones! ¡Son tiburones!”
“Entonces yo grité: ¡Bernardi!, ¡Bernardi! Nadie me respondió. Estaba solo entre las tinieblas. Bernardi había sido devorado por un tiburón”.
El naufragio se produjo delante de las costas del Brasil y, según fuentes italianas, perecieron 314 personas.
La memoria del Conscripto Bernardi en la historia
En memoria de Anacleto Bernardi el día 25 de octubre ha sido declarado Día Nacional del Conscripto Naval.
“En 1928, los padres del conscripto recibían la noticia que tendrían una nueva vivienda, pero no volverían a ver a su hijo, aunque no pocos poetas y músicos le dedicaron algunas de sus obras, haciendo que su nombre perdure para siempre en el alma del pueblo. Hay una ciudad en la provincia que lo recuerda.
Una población enclavada en plena selva Montielera, en el Departamento Federal, Pcia. de Entre Ríos, lleva el nombre de Conscripto Bernardi. Asimismo, en la ciudad de La Paz, en la misma provincia, en la intersección de las calles Berutti y Echague, se encuentra una casona que en su ochava tiene un monumento y una gran placa en homenaje al Conscripto Anacleto Bernardi; quizás para muchos visitantes sea un personaje desconocido, no así para los paceños y menos aún para los habitantes de San Gustavo, localidad situada a unos 25 kms.”
El apellido Bernardi, acompañado de su humilde grado militar, se hizo inmediatamente famoso en Argentina.
Una colecta para sus familiares
En noviembre de 1927, el diario La Mañana de Paraná publicaba entre sus noticias principales la marcha de la campaña “Pro colecta Anacleto Bernardi”, destinada a ayudar a la familia del “héroe del Principessa Mafalda”. Adherían los comercios locales, instituciones, vecinos de la alta sociedad y reparticiones del gobierno provincial.
El miércoles 23 de noviembre, La Mañana reprodujo íntegramente el artículo “La casa para la familia Bernardi”, de La Razón de Buenos Aires:
“Ha regresado esta mañana de La paz, el señor Francisco Peña Barrientos, inspector de agencias de ‘La Razón’, quien fue comisionado para elegir en aquella ciudad el terreno sobre el cual se construirá la casa para la familia del Conscripto Bernardi.
El representante de ‘La Razón’, a su llegada a La Paz, se vio rodeado por las autoridades, gerentes de bancos locales, miembros del comercio y gente corresponsal del diario, todos los cuales se ofrecieron espontáneamente para asesorarlo en el cumplimiento de la misión que lo llevaba.
Después de conversar con el señor Bernardi, y de oír cuáles eran sus deseos, el señor Peña visitó los terrenos y reunió la información necesaria para decidir la compra.
Hoy mismo, todos los antecedentes han sido pasados al ingeniero Eduardo L. Edo, para que estudie la mejor orientación y proyecte los planos de una casa de estilo colonial, cómoda y sencilla”.
La casa fue entregada en el año 1929 a sus padres como homenaje del pueblo argentino. La misma fue construida con el aporte de una colecta popular, iniciada por el diario La Razón de Buenos Aires.
Luego de varios años fue vendida y donada para que funcionara como un lugar de amparo a niños sin hogar, inaugurándose en el año 1956 con la fundación de la Asociación Hogar de Niños Conscripto Bernardi.
De Matrimonios y censos
El 16 de diciembre de 1927 sus padres se casaron en la Iglesia de La Paz. Atilio Bernardi tenía 50 años, natural de Coleman dina, Massa Carrara, Italia, hijo de Ángel Bernardi y Virginia Tiuritti, domiciliados en Villa San Gustavo desde hace 23 años, con Sofía Giménez, de 45 años, natural de Feliciano, viuda, hija de Estefanía Giménez, vecina de San Gustavo desde hacía 29 años. Legitiman por este acto a varios hijos de estos contrayentes. Libro 5 de matrimonios, folio 210, de esa parroquia.
Según el censo de 1895, Atilio está viviendo con su madre, viuda y sus hermanos Rafael, Bautista y Asunta en la zona de Tacuaras, del departamento La Paz, de profesión, carboneros e italianos. De ella sabemos que era de Feliciano, según algunas actas y de Concordia otras, no pude localizar su bautismo.
Del matrimonio posterior de sus padres se puede deducir que Atilio esta desde 1904 en San Gustavo. Rosa Rómula, nacida en 1905, sería la primera hija, luego Hipólito Anacleto, Natalia de 1909 y Felipe Santiago Esteban de 1911. En uno de los sitios que hablan de él, como el único varón de la familia al momento de muerte. Felipe Santiago Esteban muere a los 18 años el 12 de noviembre de 1925.
Otro hijo de Entre Ríos, de la parroquia de Nuestra Señora de La Paz, joven como el recordado padre Juan Uriarte, y como él, más preocupado por ayudar a otros, sin medir que le costaba su propia vida.