Un Miércoles Santo distinto para el clero de Paraná. Solemos encontrarnos como presbiterio junto a nuestro Arzobispo para rezar juntos, compartir la mesa y celebrar la Misa Crismal. Todos los miércoles Santos de mi vida sacerdotal habían sido así…
Esta vez, a causa de la pandemia del Coronavirus, no se pudo realizar el encuentro físico. Tampoco la Misa, que quedó pospuesta para más adelante… cuando se levante la cuarentena.
Pero… la comunión presbiteral con el sucesor de los apóstoles de nuestra Iglesia Local sí pudimos hacerlo… de una manera ¡in-imaginada hace sólo una semana atrás! La tecnología vino en nuestra ayuda y tuvimos un encuentro virtual a través del software gratuito Zoom.
Amigados con la tecnología
Al comienzo se notaba nuestra impericia: fue el debut de una experiencia que vino para quedarse entre nosotros. No entendíamos como conectarnos… como encender la cámara y el micrófono… cómo apagar el micrófono para que se escuche mejor… como participar…
Pero, con el correr de los minutos, nos amigamos con la tecnología y pasamos a lo más importante: en encuentro humano, fraternal, presbiteral (¿Por qué no “místico”, porque era en Dios que estábamos en comunión con los otros?).
El último en entrar a la sala virtual fue el “Jefe”. Estaba peleando con la conexión desde su computadora por la mala conexión a internet que tenía. Al final, se resigno a hacerla a través del celular. Y así comenzamos “formalmente” la reunión presididos por nuestro Arzobispo Juan Alberto Puiggari.
En la sala éramos 48 participantes. Pero varias de las conexiones eran compartidas por tres o cuatro curas. Estábamos casi todos… contando a varios que están fuera de la Arquidiócesis por razones pastorales. Así que fue, por eso, una reunión presbiteral de miércoles santo mucho más rica que de costumbre.
Oración y palabras del Arzobispo
Dimos inicio con la oración del salmo 116 que presidió el Padre Carlos Cepeda. Luego nuestro Arzobispo hizo una meditación espiritual para que la podamos trabajar cada uno en la intimidad de nuestra oración personal. Les comparto lo que me quedó resonando a través de mis apuntes.
Lo primero, fue ayudarnos a tomar conciencia de que debemos tener un oído atento a lo que nos quiere decir Dios con todo esto que está pasando. ¿Hacia dónde va nuestro mundo, en la post-pandemia? Sin lugar a dudas que estamos viviendo un cambio de época… que se va a agudizar con esta enfermedad y sus consecuencias personales, sociales, económicas. Un nuevo mundo se avecina… aunque no sabemos qué características tendrá.
Por lo pronto, nosotros sabemos que esto es acción de la Providencia, que siempre está marcada por la misericordia divina. Y lo que ocurre es signo de la necesidad de purificaciones que se deben desatar para tener un mundo más justo, dónde se respete la dignidad de todos los seres humanos (desde su concepción hasta la muerte natural)… donde la “salud” del planeta también sea respetada…
Una purificación que como Iglesia también tenemos que dejar que ocurra, hacia nuestro interior de nuestras comunidades. Nuestro Arzobispo nos hablaba a nosotros, los sacerdotes de su presbiterio. Por eso nos invitó a purificarnos a partir de cuatro ideas claves.
Cuatro claves espirituales
1.- Estar con él
Preguntarme que me dice, hoy, Dios a mí como sacerdote. Y, para eso, dejarme iluminar por Mc 3,13: “Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso”.
Esto que ocurrió con los 12 apóstoles, también pasó con cada uno de los sacerdotes de hoy. Pasó conmigo. Él me amó y me eligió a mí para ser presbítero. Pero, sobre todo, para estar con Él.
Esto debe hacernos rever nuestra vida, que muchas veces está signada por el activismo… correr de aquí para allá cargado de cosas que hacer o resolver. Es tiempo de intimidad de oración, más profunda que la cotidiana. Estarnos con Él, sobre todo de manera serena frente a Jesús Eucaristía.
La Nueva Evangelización, a la que estamos convocados, va a surgir desde la contemplación. Este tiene que ser un tiempo de místicos. Para eso debemos conjugar la acción de esas dos hermanas del relato evangélico: junto a la actividad de Marta la contemplación de María. Dos facetas de una única vida sacerdotal.
2.- Ser hostias
A partir de Mc 14,12 ("El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: '¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?'.") nos invitó a tener una vida sacerdotal más eucarística.
Nos pidió que seamos más pastores siendo “hostias”. La hostia es lo que se ofrece en el sacrificio. Fue una invitación a animarnos a morir con Jesús. Unión plena a Él con la intención final de “dar la vida por Él”. Para esto, no tenerle miedo a la cruz que estamos viviendo y que supone acciones concretas de entrega sacerdotal en lo cotidiano.
3.- Amor celibatario
Nos recordó el texto de Juan 21,15: "Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?'. Él le respondió: 'Sí, Señor, tú sabes que te quiero'. Jesús le dijo: 'Apacienta mis corderos'.".
Es este un signo del amor celibatario (de celibato sacerdotal, nuestra opción libre de entregar nuestra opción humana de formar familia por amor a Dios, de manera total y oblativa). Por este amor estamos llamados a amar, en Dios, a toda la humanidad.
Es tiempo de purificar ese amor que nos identifica como sacerdotes. Se suele ensuciar por dos actitudes. O porque lo empequeñecemos amando solamente a unos pocos: los más cercanos… los que me caen bien… los de mi grupo.
O también lo rebajamos porque nos dejamos llenar por dos defectos: el resentimiento por lo que me ha pasado o la envidia hacia los demás.
Es tiempo de pedir perdón por no perdonar. Esto es lo que hará que demos un salto cualitativo como presbiterio.
4.- Predicar la Vida eterna
Por último, nos invitó a que tengamos muy presente la “escatología” (los tiempos finales a la luz de la Revelación divina). Jesús vino para vencer la muerte y darnos la Vida eterna, la Vida plena y duradera.
Esto no solo debe ser objeto de nuestra meditación personal. También debemos predicarlo mucho para sembrar la verdadera esperanza en nuestro pueblo.
Comunión del Presbiterio desparramado
Esto es lo que, de manera muy resumida y con las resonancias de mi oído atento, nos predicó el Arzobispo para que lo meditemos en esta Semana Santa. Pero, les contaba arriba, éramos muchos los presentes. Como clero, estamos en muchos pueblos y ciudades de la provincia de Ente Ríos.
Y comenzó un intercambio entre nosotros, sobre todo humano. Nos pasábamos noticias de algunos sacerdotes enfermos y nos saludaron los más ancianos de los presentes. Luego, en el grupo de Whatsapp del clero, varios nos contaron que no pudieron participar por la mala conexión de internet que tenían. Se les enviará la grabación del evento para que estén al tanto.
Un momento de verdadera comunión presbiteral fue el breve testimonio que nos dieron varios de los nuestros que tenemos en distintos lugares del país y del mundo prestando serbio pastoral o estudiando.
Los “lejanos” cercanos
El padre Coco Folonier está cursando la licenciatura en derecho canónico en Buenos Aires. Nos contó cómo está viviendo su cuarentena.
También nos participó sobre sus estudios y la situación en Roma el Padre Damián Battauz, que está haciendo un doctorado en teología en la ciudad eterna. Él lo está viviendo en una residencia internacional para sacerdotes.
El Padre Eduardo Armándola, misionero en Costa de Marfil (África), nos informó que en su país no hay muchos contagiados. Están en momento muy similar a lo que se vive en la Argentina.
Por su parte, el padre Julio Faes, misionando con los latinos de Norteamérica, nos relató lo que se vive en ese país. Si bien el Estado en el cual está él no está muy afectado, se está esparciendo de manera alarmante por todo el país.
También el Padre Gabriel Viola nos habló de la situación en Filipinas. El se encuentra en la Nunciatura de ese país como parte del servicio diplomático de la Santa Sede. Allí la situación es grave. Están en cuarentena con toque de queda. Solamente puede salir una persona por familia de sus casas, con una autorización escrita del gobierno y sólo por una hora al día. Acaban de extender la cuarentena por un mes más.
Un miércoles Crismal muy especial
Les decía al comienzo que este ha sido un miércoles Crismal muy particular. Lo estamos viviendo aislados y a la distancia. Pero ha sido, el que vivimos esta mañana, un momento profundo de comunión presbiteral: con nuestro Arzobispo y entre nosotros.
La distancia se vio acortada por dos cosas. En primer lugar por la tecnología que permitió que nos viéramos y escucháramos.
La segunda, mas importante, la comunión en el Espíritu Santo, mística. Fue una vivencia concreta de pertenencia a una Iglesia Local, desde el compartir el Sacramento del Orden Sagrado. Y esto llenó nuestras almas y nos dio fortaleza para lo que hay que hacer en esta Semana Santa y, sobre todo, para lo que se viene en nuestro mundo.