Un minuto. Estamos cada vez más interconectados. No cabe duda. La mitad de la población del mundo se conecta a la red para comunicarse, informarse o entretenerse. Para que nos quede claro: nos referimos a unos 3.700 millones de personas.
Para que tomemos dimensión de esto nos viene bien esta infografía. La realizan todos los años Lori Lewis y Chadd Callahan, de Cumulus Media. Es el fruto de su estudio en el cual analizan lo que ocurre en Internet durante un minuto.
Cada un minuto en internet hay:
- 900.000 personas conectadas a Facebook.
- 3.500.000 de usuarios realizan búsquedas en Google.
- Se crean 452.000 mensajes de Twitter.
- 46.200 fotos subidas a Instagram.
- En Netflix se visualizan 70.017 horas de películas y series… ¡en ese minuto!
- En Snapchat se crean 1,8 millones de “snaps”.
- 15.000 gif se envían por Messenger.
- Se generan 120 perfiles profesionales en Linkedin.
- 50 envíos de parlantes inteligentes Amazon Echo
- En Spotify se escuchan 400.000 horas de audio.
- Se envían 156.000.000 de Correos Electrónicos
- Se intercambian 16.000.000 mensajes de texto (SMS).
- Se pasan 990 000 swipes (vistas de perfiles) en Tinder.
- App Store y Google Play registran 342.000 descargas de aplicaciones (app).
- En YouTube se reproducen 4.100.000 de horas de video.
- 751.522 dólares utilizados en compras online.
Un dato muy interesante es que existen 2.789 millones de personas que utilizan las redes sociales. De estas, la inmensa mayoría (2.549 millones) lo hace accediendo a través de su celular (Smartphone, móvil o como le quieras decir).
Un mundo para evangelizar
¿Y porque les comparto estos datos? Es que todavía me suelo encontrar con gente que me suele decir que lo que uno hace en la web o para las redes sociales es perder el tiempo… que la vida real está en otra parte…
Concedido que la vida real y la evangelización pasan por el encuentro personal, cara a cara. Nadie se convierte y encuentra a Jesús a través de las redes sociales. Pero… ¿facilitar el encuentro o ayudar a crecer en el discipulado… es imposible?
Tal vez deberíamos releer (o leer por primera vez) las enseñanzas del querido San Juan Pablo II. Citemos, solamente a modo de ejemplo, lo que decía en mayo del 2002. Comenzaba diciendo que los desafíos de la evangelización siempre fueron cambiando con el paso del tiempo:
“la historia de la evangelización no es sólo una cuestión de expansión geográfica, ya que la Iglesia también ha tenido que cruzar muchos umbrales culturales, cada uno de los cuales requiere nuevas energías e imaginación para proclamar el único Evangelio de Jesucristo. La era de los grandes descubrimientos, el Renacimiento y la invención de la imprenta, la Revolución industrial y el nacimiento del mundo moderno: estos fueron también momentos críticos, que exigieron nuevas formas de evangelización. Ahora, con la revolución de las comunicaciones y la información en plena transformación, la Iglesia se encuentra indudablemente ante otro camino decisivo.”
Una mirada realista
Que ayuda a descubrir las potencialidades... de manera muy realista:
“Internet es ciertamente un nuevo «foro», entendido en el antiguo sentido romano de lugar público donde se trataba de política y negocios, se cumplían los deberes religiosos, se desarrollaba gran parte de la vida social de la ciudad, y se manifestaba lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Era un lugar de la ciudad muy concurrido y animado, que no sólo reflejaba la cultura del ambiente, sino que también creaba una cultura propia.
Esto mismo sucede con el ciberespacio, que es, por decirlo así, una nueva frontera que se abre al inicio de este nuevo milenio. Como en las nuevas fronteras de otros tiempos, ésta entraña también peligros y promesas, con el mismo sentido de aventura que caracterizó otros grandes períodos de cambio.
Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico. Este desafío está en el centro de lo que significa, al comienzo del milenio, seguir el mandato del Señor de «remar mar adentro»: «Duc in altum» (Lc 5, 4).”
La invitación es clara
Es entonces que Juan pablo nos invitaba a evangelizar a través del internet:
“La Iglesia afronta este nuevo medio con realismo y confianza. Como otros medios de comunicación, se trata de un medio, no de un fin en sí mismo. Internet puede ofrecer magníficas oportunidades para la evangelización si se usa con competencia y con una clara conciencia de sus fuerzas y sus debilidades. Sobre todo, al proporcionar información y suscitar interés, hace posible un encuentro inicial con el mensaje cristiano, especialmente entre los jóvenes, que se dirigen cada vez más al mundo del ciberespacio como una ventana abierta al mundo. Por esta razón, es importante que las comunidades cristianas piensen en medios muy prácticos de ayudar a los que se ponen en contacto por primera vez a través de Internet, para pasar del mundo virtual del ciberespacio al mundo real de la comunidad cristiana.
En una etapa posterior, Internet también puede facilitar el tipo de seguimiento que requiere la evangelización. Especialmente en una cultura que carece de bases firmes, la vida cristiana requiere una instrucción y una catequesis continuas, y esta es tal vez el área en que Internet puede brindar una excelente ayuda. Ya existen en la red innumerables fuentes de información, documentación y educación sobre la Iglesia, su historia y su tradición, su doctrina y su compromiso en todos los campos en todas las partes del mundo. Por tanto, es evidente que aunque Internet no puede suplir nunca la profunda experiencia de Dios que sólo puede brindar la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, sí puede proporcionar un suplemento y un apoyo únicos para preparar el encuentro con Cristo en la comunidad y sostener a los nuevos creyentes en el camino de fe que comienza entonces.”
Un desafío que se renueva hoy
Si esto lo dijo hace quince años el Papa Santo… ¿Qué diría hoy luego de leer las cifras que les puse más arriba sobre lo que ocurre en ¡un minuto! de internet?
Pero… la pregunta más importante… y a nosotros… ¿qué nos dicen estas cifras? ¿nos dejan indiferentes? ¿nos mueven a la evangelización? Como siempre… la respuesta es personal y a la medida del amor de Dios derramado en nuestros corazones. Que el carisma de la comunicación no lo tenemos todos… si. Pero que, a veces, escondemos nuestros talentos… ¡también!