Pregunta utilitarista, si la hay. Pero pregunta que los católicos debemos hacernos si deseamos de verdad crecer en la fe.
Un artículo sobre Mons. Bargalló dejó en su momento muchos comentarios. Algunos de ellos se centran en la vivencia de la pobreza del sacerdote. Otros en el tema del celibato, ya sea para criticarlo o para exigir su vivencia radical.
Entre todos esos comentarios está el de Gerardo. Creo que es muy atinado en cuanto nos apunta al centro de la cuestión. Se los transcribo aquí para que no se pierda en la marejada y lo puedan disfrutar también los que no leen los comentarios:
Independientemente de lo sucedido (de lo que se necesitarán pruebas y, en su caso, las autoridades eclesiásticas adoptaran las actuaciones que estimes necesarias) debemos rezar y desagraviar con oraciones y mortificaciones.
Podemos centrarnos en aquellos que traicionaron al Señor, aquellos que abusaron en vez de amar a quienes estaban llamados a servir, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos sacerdotes que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirlos a ustedes por amor.
Los medios casi nunca prestan atención a los buenos “once”, aquellos a quienes Jesús escogió y que permanecieron fieles, que vivieron una vida de silenciosa santidad. Pero nosotros, la Iglesia, debemos ver el terrible escándalo que estamos atestiguando bajo una perspectiva auténtica y completa.
El escándalo desafortunadamente no es algo nuevo para la Iglesia. Hubo muchas épocas en su historia, cuando estuvo peor que ahora. La historia de la Iglesia es como la definición matemática del coseno, es decir, una curva oscilatoria con movimientos de péndulo, con bajas y altas a lo largo de los siglos.
En cada una de esas épocas, cuando la Iglesia llegó a su punto más bajo, Dios elevó a tremendos santos que llevaron a la Iglesia de regreso a su verdadera misión. Es casi como si en aquellos momentos de oscuridad, la Luz de Cristo brillara más intensamente.
Recordando a San Francisco de Asís, una vez, uno de los hermanos de la Orden de Frailes Menores le hizo una pregunta. Este hermano era muy susceptible a los escándalos. “Hermano Francisco,” le dijo, “¿qué harías tu si supieras que el sacerdote que está celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado?” Francisco, sin dudar un sólo instante, le dijo muy despacio: “Cuando llegara la hora de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos ungidas del sacerdote.”
¿A dónde quiso llegar Francisco? Él quiso dejar en claro una verdad formidable de la fe y un don extraordinario del Señor. Sin importar cuán pecador pueda ser un sacerdote, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia -en Misa, por ejemplo, cambiar el pan y el vino en la carne y la sangre de Cristo, o en la confesión, sin importar cuán pecador sea él en lo personal, perdonar los pecados del penitente, Cristo mismo actúa en los sacramentos a través de ese ministro.
Ya sea que el Papa celebre la Misa o que un sacerdote condenado a muerte por un crimen celebre la Misa, en ambos casos es Cristo mismo quien actúa y nos da Su cuerpo y Su sangre.
Así que lo que Francisco estaba diciendo en respuesta a la pregunta de su hermano religioso al manifestarle que él recibiría el Sagrado Cuerpo de Su Señor que sus manos ungidas del sacerdote, es que no iba a permitir que la maldad o inmoralidad del sacerdote lo llevaran a cometer suicidio espiritual. Cristo puede seguir actuando y de hecho actúa incluso a través del más pecador de los sacerdotes. ¡Y gracias a Dios que lo hace!
Y es que si siempre tuviéramos que depender de la santidad personal del sacerdote o del Obispo, estaríamos en graves problemas. Los sacerdotes son elegidos por Dios de entre los hombres y son tentados como cualquier ser humano y caen en pecado como cualquier ser humano.
Pero Dios lo sabía desde el principio. Once de los primeros doce Apóstoles se dispersaron cuando Cristo fue arrestado, pero regresaron; uno de los doce traicionó al Señor y tristemente nunca regresó.
Dios ha hecho los sacramentos esencialmente “a prueba de los sacerdotes”, esto es, en términos de su santidad personal. No importa cuán santos estos sean o cuán malvados, siempre y cuando tengan la intención de hacer lo que hace la Iglesia, entonces actúa Cristo mismo, tal como actuó a través de Judas cuando Judas expulsó a los demonios y curó a los enfermos.
El sacerdote sirve para eso: para ser sacerdote. Y es en el ejercicio de su sacerdocio que debe ser valorizado. La celebración eficaz de los sacramentos, parte esencial de su vida, no está relacionada esencialmente con su vida moral.
Por supuesto que debemos convertirnos para estar a la altura. Pero si mis celebraciones dependieran de mis virtudes... la Iglesia ya estaría muerta: sería yo quién la sostiene y no la fuerza del Santo Espíritu que nos regala el Resucitado.
Esta es una dimensión de la vida en la cual se centra la mirada a lo que viene de Dios. Estamos más acostumbrados, porque es parte de nuestra cultura, a mirar desde nosotros las cosas, desde lo horizontal. En este sentido es muy valioso, y agradezco, lo aportado por Gerardo.
(Escrito original: 25/06/2012)
Querido Padre Fabián, excelente artículo!!!!!!
EXCELENTE!
PRIMERO DESMENTÍ, ME DISGUSTE´CON LOS COMENTARIOS, BUENO HASTA CON MIS SERES MÁS QUERIDOS... dije: aquél que duda de la castidad, duda de la castidad de la madre, de la esposa, de la hermana,de la hija, (lo decía San Josemaría Escrivá de Balaguer), luego cuándo terminó el tema y el mismo Padre reconoció su situación, lloré, lloré por mí y por él, por todos, todos UNIDOS EN LA EUCARISTÍA. TODOS CRUXIFICAMOS A JESÚS. Y recé intensamente con mi corazón con todo mi ser y en ése rezo cubierto de lágrimas sentí la redención y el AMOR MISERICORDIOSO DE JESÚS. Y LLENÓ DE PAZ Y GOZO MI CORAZÓN, porque entendí mejor lo que significa la COMUNIÓN Y acompañé en el dolor a quién sentí sufriendo, y lo consolé en JESÚS QUE NOS DICE, VENGAN A MI QUE YO LOS AMO, NO IMPORTA CUÁNTOS PECADOS NI CUANTAS VECES (YA LO SÉ) REPITAN EL MISMO PECADO, LO ÚNICO QUE ME HACE DOLER, ES QUE NO RECURRAN A MI INFINITO Y MISERICORIDIOSO AMOR. si pudiera hablar o escribirle al obispo, le diría que lo AMO EN EL ÚNICO AMOR y siempre para mí seguiremos UNIDOS EN EL CORAZÓN DE JESUS, quizá ahora más que nunca. PAZ Y BIEN!
La verdad, escuché, no opiné, pero me dolio el corazón por ese hermano Obispo. Me dolió mucho el alma por quienes vienen hace un año investigando a ese Obispo. Supongamos que está bien que lo hayan hecho.....digo....¿ por qué no investigan un año a los que estan en el impenetrable, en Africa, en las villas de BsAs, etc.?
Yo hace muchos años entendi que el sacerdote es un puente entre Dios y yo, y aunque este roto, mientras me tire una cuerda para llegar está bien.
¿ Quien soy yo para juzgar? Hace muchos años un sacerdote que era joven , hoy ya está madurito, nos dijo , si, somos elegidos especialmente, pero si vamos al infierno será mas en el centro del fuego. A mayor compromiso mayor exigencia de nuestro Padre del Cielo.
Yo rezaré por el sacerdote Bargalló y Dios en su infinita misericordia y justicia sabrá que hacer.
Gracias Padre Fabián, por compartir el mensaje del hermano Gerardo, Yo también me solidarizo a esas palabras que nos llevan a reflexión y digo... ¿ quién soy yo pecadora para dar un veredicto a un Sacerdote? pues no soy nadie, porque UN SACERDOTE ES UN DON PRECIOSO DE DIOS. nunca se debe censurar al Sacerdote, aún cuando se piensa que es culpable de algún error. Al contrario se debe rogar por él y hacer penitencia para que se le devuelva la Gracia. Por que el Sacerdote es el representante de Jesucristo. Debemos de extenderle la mano de auxilio a través de la Oración y no por medio de la censura. ni pronunciando palabras ásperas contra él. Ante la fácil tentación de la crítica, juicios, ofensas, murmuraciones, calumnias contra los Sacerdotes.recurramos a María, Madre y Reyna de los Sacerdotes. para pedirle la Gracia de cerrar la boca a toda condena y abrirla para pronunciar un Ave María.
Un Sacerdote hace más falta que un rey, que un maestro, que un médico; porque él puede reemplazar a todos pero ninguno puede reemplazar a un Sacerdote.
Quisiera comentar que en estos días estuve leyendo un libro que era de mi madre, llamado "El ángel del Colorado" http://puertolibros.com/detalle_libro.php?libro=507623, sobre la vida del Padre Pedro Bonacina (Salesiano) y la obra inmensa que llevó a cabo. Me pregunto si tantos que critican el sacerdocio serían capaces de emular a hombres como éste.
En el testimonio de Gloria Polo se puede leer: " Y nuestro Señor me decía: “¿Quién te creías tu para hacerte Dios y juzgar a mis ungidos?”, me decía: “son de carne y por la santidad de un sacerdote la hace la comunidad que ora, le ama y le apoya y cuando un sacerdote cae en pecado no le preguntan tanto al sacerdote, sino a la comunidad”.
Yo creo que los laicos tenemos el compromiso de no ser piedra de skandalon de los sacerdotes ya que ellos están expuestos a más tentaciones que nosotros. Sólo para citar un caso, el Padre Pío fue muy acosado.
Querido padre: Excelente la nota de Gerardo. Vivo en Moreno, mi parroquia es la Iglesia Catedral, no se imagina Ud. la cantidad de comentarios que he recibido respecto a Mons. Bargalló, a quien conozco y aprecio. Mi respuesta siempre fue la misma: el Señor nos enseña que no debemos juzgar (y a riesgo de ser juzgados con la misma medida que aplicamos) y sobre todo a mirar primero la gran viga en nuestro ojo antes de pretender quitar la pelusilla en el ojo del hermano. Glorifico al Señor, que es Quien escoge a cada uno de sus representantes sabiendo, como bien dice Gerardo, quién es quién y le doy gracias, pues por su sola gracia, mi fe está basada en la Roca y no en la arena. Amo y respeto a sus sacerdotes, pero mi fidelidad es a la Santa Trinidad y no a los hombres, por excelentes que éstos sean. Sólo me resta rezar porque haga mi corazón misericordioso como es es el Suyo.
Que la Reina y Hermosura del Carmelo y su Divino Hijo le bendigan y guarden. Amén
Excelente reflexion, muchas personas juzgan a los sacerdotes y piensan que nosotros Cristianos Catolicos los idolatramos y veneramos, pero no saben que si los amamos y respetamos por el Ministerio al que el mismo DIOS los ha llamado y por hacer presente a JESUS en cada EUCARISTIA, a traves de sus manos ungidas, El Señor les bendiga
si...