Hay historias que vale la pena sean conocidas. Desde hace meses, en el anonimato de una diócesis bonaerense, se fue gestando una que hoy conmueve los corazones de centenares de personas.

En el seminario de San Miguel, fieles de la Iglesia de esa diócesis y de otras tantas partes, despidió los restos mortales del Padre Héctor María Armelín, quien partió a la Casa del Padre Eterno el día 29 de julio de este año.

“Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” (Sal. 15,6)

Quienes hemos tenido la dicha de conocer la dinámica diaria de la Parroquia Nuestra Señora del Valle, donde Héctor María fue párroco por 34 años, coincidirán que quien pisaba allí estaba obligado a "sentirse como en casa". Pues esa era la impronta del cura párroco, "el Monse", “el jefe”, entre los tantísimos apodos que se ha ido ganando fruto del cariño de su pueblo.

Quienes experimentamos cambios sabemos muy bien  cuán importante es encontrar un suelo firme y sentirnos queridos donde sea que vayamos,  más aún, si ese lugar, es la Iglesia. Para el padre Héctor, esta tarea era primordial. "Es tu casa", repetía constantemente (antes de recordarte que por lo que más ames, apagues las luces cuando te vayas).

Padre Héctor María Armelín 1

Que sean uno para que el mundo crea (Jn 17,11)

Conocí al Padre Héctor en el verano de 2015, en una de sus innumerables misiones en nuestra Arquidiócesis, en mi añorada tierra de San José de Feliciano. Lo conocí con el reverencial respeto que merecía alguien que ya pintaba canas a quien medio centenar de jóvenes seguía con una dulzura envidiable para todos los que amamos las cosas sincronizadas.

Aquella experiencia del Grupo Misionero de la Santa Cruz marcó profundamente mi corazón. Uno notaba instantáneamente que su atractivo residía en hacer realidad el pedido de Jesús  al Padre antes de su Pasión. En efecto, esas personas lograban ser uno, como Cristo y el Padre. Realmente, estas personas querían ser discípulas de Jesús y era fácil reconocerlas como tal.

A lo largo de más de dos décadas de misiones en suelo entrerriano, el Grupo Misionero ha ido marcando historias en los corazones de cada casa que han ido visitando, así como en cada uno de los visitantes… ¿Qué hacía el padre Héctor María en esas misiones? Él estaba detrás de escena: celebrando la misa, confesando y visitando niños, jóvenes y enfermos; haciendo los mandados, procurando que todo el resto marche bien. En una Kangoo o una Berlingo, recorría las calles y llevaba lo indispensable, detrás de escena para que el resto y Cristo se luzcan. Sólo se ponía al frente para traer a Jesús al altar.

 A partir de aquella misión de 2015  me fui acercando para ver más de cerca cómo funcionaba eso. Quizás eso nos unió: la curiosidad. Me duele pensar que ya no estará leyendo las noticias en su celular ni llamándonos mientras señala una silla vacía invitándonos a sentarnos a su lado. Entristece saber que ya no escucharemos su: “¿Cómo ves la misión? ¿Y los nuevos? ¿están cómodos? ¿Y tus cosas como están?”. Y aún más desgarrante resulta imaginar que no veremos más esa pícara y hasta infantil sonrisa que se dibujaba en su rostro cada vez que sabía de un nuevo chisme romántico entre sus misioneros.

Padre Héctor María Armelín 2

Hemos visto su estrella y hemos venido a adorarle (Mt. 2,2)

Aún me asombra pensar, que esa misma comunidad fue la que se autoconvocó en su casa - la parroquia - aquel jueves 15 de mayo, cuando la triste noticia del diagnóstico de leucemia se había propagado por los grupos de WhatsApp.

El clima era tan desolador que quebraba al espíritu más duro e impenetrable. Recuerdo haber contemplado la escena y pensar con amargura "son como ovejas sin pastor".

Luego de unos segundos, un par de lágrimas limpiaron mis ojos lo suficiente como para ver el plano completo.  Porque esa comunidad se autoconvocó para adorar a Jesús en la Eucaristía y para hablarle de Héctor. Porque eso fue lo que él enseñó primeramente: ir siempre a Cristo. Esas eran ovejas, sí, pero estaban frente al Pastor de Pastores rogando por su pastor.

Sus amigos del Colegio San Pablo, que crecieron ante el ejemplo del padre Luis María Echeverría Boneo reconocen en el padre Héctor mucho de este siervo de Dios, en especial, su ser sacerdotal. Tanto se dedicó a esto, que me animo a decir que no se dedicó a otra cosa.

Tú eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres

El padre Héctor entendió que su misión era ofrecer cada cosa para Cristo: obras de caridad y educativas, movimientos, retiros y grupos. Héctor tenía claro que todo era para Él y no para sí.

En tiempos donde todo es superfluo y requiere de cierto encanto específico, el párroco de Del Valle era la persona a la que cualquier joven buscaba automáticamente. Aún cuando la brecha generacional podría haber sido un impedimento, su figura de un abuelo sabio era más fuerte. A su  experiencia acudían  en busca de consejo para el estudio, el trabajo y hasta para el amor fieles de los diversos  estados de vida. A fin de cuentas, el diablo sabrá por diablo…

Quienes formamos la Iglesia muchas veces nos preocupamos por crear propuestas atractivas de impacto social o  de gran magnificencia. El Padre Héctor, en cambio, se contentó con responder a aquel pedido hecho a Jesús por uno de los Doce: “muéstranos al Padre y eso nos basta”. Héctor se conformó con “mostrarnos al Padre y eso le bastó”. El resto, se le dio por añadidura.

Padre Héctor María Armelín 3

Lo necio del mundo, lo escogió Dios (1Cor 1,27).

Alguno podría decir que esto es demasiado meloso; que ahora que ha muerto vemos sólo lo bueno porque ya no está. Que sus defectos de carácter pasarán al olvido y que la campaña heroizante de la figura de Héctor negará su humanidad.

Pues bien, quizás lo más valioso de todo esto es que Dios  logró todo esto precisamente a través de él  con todos sus límites.

Los que compartimos la diaria en la parroquia, en un retiro o una misión, bien sabemos de qué iba la ansiedad de nuestro párroco; lo difícil que era que cambie de opinión cuando algo no era recomendable en la opinión popular, y lo irritable que podía llegar a estar si algo no salía según lo previsto.

Sin embargo, Dios se las ingenió para que después de 34 años, la feligresía siga queriendo convocarse y sentirse parte del rebaño que a él se le había confiado.

Y por la palabra del testimonio que dio no amó tanto su vida que temiera la muerte (cf. Ap 12,11).

El Padre Héctor era una paradoja constante, pues no era un doctor en ninguna disciplina ni mucho menos un distinguido de la homilética. Y aún así (con muletillas como “por lo tanto”, “para que sepas”, entre otras tantas) la catequesis de su vida fue mejor que cualquier diploma o sermón que se haya podido oír.

A tal punto llegó esta catequesis, que los últimos meses de su vida sirvieron como una conclusión perfecta de lo que fue su vida. Ya lo veo, siendo capaz de guionar su vida, y remarcar “con mayúsculas y negritas” en los últimos meses, la confianza en Dios como el centro de todo.

Se nos fue en la fiesta de Lázaro, Marta y María. ¡Providente hasta en su partida! Lo lloramos como Jesús a su amigo, a aquel - que como Marta - que no podía quedarse quieto, que siempre estaba haciendo algo. A aquel que, a ejemplo de María, solo frenaba para buscar fuerzas y consuelo en las palabras del Señor en la oración.

No todo llanto es una calamidad (J.R.R. Tolkien)

Hoy ya no está entre nosotros. Aunque sus marcas estarán en el Comedor Los Angelitos y en el CDI, dónde el Barrio El Faro lo recordará con la misma ternura con la que él los tuvo siempre presentes en sus proyectos. En el Vicente Chas y el Colegio Parroquial, dónde los docentes extrañarán verlo pasar por sus pasillos. En el equipo de Salud Mental, dónde mandaba sin cesar a los nuevos profesionales que venían a él en búsqueda de darle sentido a sus trabajos así como a las personas que necesitaban un acompañamiento.

 La Pastoral Juvenil, el Movimiento de Jornadas, el Grupo Misionero, los Monaguillos, la Legión de María y los grupos de Emaús recordarán sus hazañas. Las de un hombre que podía olvidarse lo que dijo hace diez minutos pero que jamás se olvidaba si algo atormentaba tu corazón.

Los brazos de los hombres sanarán, porque no estará aquél que les daba siempre un golpe al saludarlos y las mujeres extrañarán sentirse tan cuidadas por una figura tan paternal.

 Pero cada vez que se misione o se predique un retiro, que se atienda a una persona triste o necesitada, que un colegio despida una nueva promoción o un docente se jubile… allí estará la huella del párroco que intentó ser un testigo de Jesucristo.

 El clero de San Miguel perdió un gran hermano, acompañante y confesor. La gente de Entre Ríos a un grandísimo misionero que jamás dejó de sentirse identificado con la tierra que le vio nacer. La gente de Del Valle, a un sacerdote que procuró ser amigo, hermano y padre; a aquel que no sólo demostró que la santidad es posible, sino que hizo arder en deseos las vocaciones: al sacerdocio, la vida consagrada, el matrimonio. ¡Cuántas historias de vida tendrán que mencionar el nombre de Héctor María como la Galilea de sus corazones donde se manifestó el Señor!

Padre Héctor María Armelín 4

Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo (Mt. 28,20)

Más su legado reside con mayor fuerza en saber que Cristo no mandará otro Héctor, en cambio, que Héctor fue parte de las promesas de amor del Señor para su pueblo. Y el dolor que hoy nos raja el corazón, se convierte en fuerza de esperanza para vernos del otro lado, como lo indicó con total abandono en esa última misa frente a su feligresía.

Me reconforta pensar en que antes de las puertas del cielo será recibido por una infinidad de gente que compartió esta vida con él, sus familiares más cercanos primero, sus mentores religiosos que siempre recordaba, y a los que podrá presentar todo lo que cosechó en vida con la semilla del Evangelio que ellos pusieron en su corazón.

Y al final de los saludos, comenzarán a verse los primeros rayos de una luz encandilante, se escuchará la sentencia del Hijo “ven aquí, bendito de mi Padre…”; y se le hará un juicio en el Amor con el que vivió, mostrándole cómo procuró que todos tengan para comer. Que la sed de las almas sea saciada por Dios y no por los afanes de este mundo. Que el forastero encuentre en su comunidad un lugar donde descansar. Y que los presos por la cárcel del pecado no se sientan juzgados, sino por el contrario, que sean libres al entender que sólo erraron el camino para sanar eso que solo Cristo les sanará.

 Finalmente, el nombre de Héctor está siendo convocado a ser parte del Descanso Eterno. Una dulce figura femenina y maternal saldrá a su encuentro, su amada Virgen Morenita, le hará un ademán del camino. El mirará, con esos ojos que se dilataban frente a cada sorpresa y se dibujará su inmensa sonrisa, para oír su último: ¡GUAU! mientras camina el sendero que le ha sido indicado.

Acá estará el pueblo sosteniendo su legado, el de las cosas por y para Cristo. Esperando verlo en cada cantar del Santo, cuando el cielo y la tierra se unen para adorar al Señor que desciende bajo la apariencia de pan en el altar.

Acá estará su pueblo, el que Dios le confió, esperando también la Pascua eterna para volver a compartir con el gran pastor que nunca dejarán de extrañar.

¡Nos vemos en el cielo, Padre Héctor!

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10 COMENTARIOS

  1. Muchísimas gracias Marcelo Jesús!
    Gracias por darnos unas pinceladas de la vida Héctor María, pbro. Que ha sembrado el amor de Dios en los corazones de quienes se acercaron a su vida.

  2. Gracias, gracias Kechu, lo has descripto maravillosamente!! Al leerlo lloraba, reía, me emocionaba. Te agradezco que hayas podido resumir con tanto en ésta poesía de la vida del Padre.
    Gracias!!

  3. Muy lindas palabras. El padre Héctor María Armelín es un gran Guía, un gran Asesor Espiritual, un hermoso Pastor, un Amigo, un Padre... Sigue presente en cada uno profesando la fé y guiando en el camino a la santidad. Agradezco a Dios haberlo conocido y de que haya sido participe en qué mi familia crezca en el amor de Cristo.

  4. Sencillamente, tuvimos como sacerdote párroco a un santo. Convocó a cada uno en comunidad dejando que cada uno brille por si mismo y pueda crecer, especialmente en la fe... Me conmueve pensar que se está encontrando por ejemplo con Santa Teresita, a quien tanto admiraba, como una hermana más contemplando al Señor. No tengo dudas de que va a seguir su vocación intercediendo por su comunidad. El Señor, por medio de Héctor nos dió muchísimas Gracias. Y no puedo negar que ya se lo extraña, pero que lo sigo sintiendo cerca.
    Gracias por tu publicación y testimonio Kechu. Un abrazo en Cristo

  5. Muy lindo el artículo, gracias.
    Solo lo conocí al padre Héctor por 4 años pero me ayudó mucho. Por estar en el grupo de Emaus escuché muchas anécdotas del padre Héctor con mis hermanos que compartieron más años con él, sería lindo que se escribieran y que no se pierdan en el olvido

  6. Gracias por tu nota. Conocí a Hector Maria cuando todavía estaba en el seminario, y fue amigo, consejero y pastor en incontables etapas de nuestra vida. No podría encontrar mejores palabras para contar su vida y su misión en esta tierra.... gracias!

  7. Conocí al Padre y su comunidad y lo retratás tal cual. AMOR Y DIOS. FIN.

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