¿O acaso morir no es nacer a la vida eterna? Él ha partido a vivir cara a cara esa Eucaristía de Comunión con la Trinidad que tantas veces presidió entre nosotros.
Vuelvo a repetir, como síntesis de su vida, lo que dije cuando le celebramos sus 60 años de sacerdocio :
"Una persona que siempre se destacó por su humildad, su vida de oración y su caridad efectiva con los pobres. Si en el Seminario de mis tiempos algún necesitado golpeaba las puertas era para preguntar por él."
Fue mi director espiritual en el Seminario. En muchas cosas me encarriló y otras muchas me enseñó. Son de esas cosas que entran en el corazón y allí sedimentan. Uno no sabe de dónde salieron... pero se que muchas se las debo a él.

Una de las cosas simpáticas era su "teología del pobre gaucho" como la calificó (criticando) algún teólogo porteño que, de visita en el Seminario, había escuchado la frase y se quedó en la materialidad fría y literal de la misma. Yo, sin embargo, entiendo muy bien de que se trataba eso. Más de una vez estuvimos charlando y llegaba con una bronca bárbara por alguna palabra o actitud de algún "hermano seminarista". El me escuchaba con paciencia y, cuando ya estaba más sereno, me tiraba la frase matadora: "te dás cuenta, en realidad eso prueba que todos no somos más que unos pobres gauchos".
Así me enseñó a conocer la miseria del corazón humano, la pequeñez de nuestras miradas cuando hablamos o actuamos frente al otro. Pero, sobre todo, me enseñó la actitud de la misericordia frente al otro. Algo que, sobre todo, me ha servido para cuando tengo que celebrar el Sacramento de la Reconciliación.
Seguramente los visitantes, cuando lean, recordarán esta expresión u otras enseñanzas distintas.
Lo enterraron en el cementerio del Seminario de Paraná: ese lugar que él construyó y mantuvo, mientras pudo, con tanto amor. Allí esperarán sus restos la resurrección de la carne.