"Y ahora, Harry, adentrémonos en la oscuridad y vayamos en busca de la aventura, esa caprichosa seductora." Albus Dumbledore.

En algunas ocasiones ya he mencionado esto: las grandes aventuras son un viaje de "ida y de vuelta".

La ida, hacia el mundo desconocido en respuesta al llamado a una travesía; y la vuelta a la vida ordinaria trayendo a cuestas todos los tesoros que en el recorrido hemos juntado.

El hecho de que el máximo exponente del fútbol de los últimos tiempos haya decidido usar "su primera dorsal" en esta instancia de su carrera me disparó un par de pensamientos que quisiera compartirles.

¿Recordamos nuestros inicios?

"También los llamó, y ellos, lo siguieron." (cf. Mc. 1,20).

Volvamos la mirada atrás, tal y como invitaba San Juan Pablo II. Posemos los ojos sobre aquella "Camiseta N° 30" de nuestras vidas. Aquel momento donde, por alguna u otra circunstancia, hemos emprendido una aventura que hasta hoy dia llevamos adelante.

Puede tratarse de estudios, trabajos, proyectos personales, amistades o noviazgos; llamemos aventura a aquello que consideremos digno de tal nombre.

De este modo, pensemos ¿cómo estábamos aquellos días? ¿Qué era de nosotros cuando comenzamos esos estudios, oficios, juntadas o primeras citas? ¿Qué expectativa teníamos de lo que podría suceder?

¿Qué tal nos fue en el camino?

¿Cómo puede alguien nacer cuando es viejo? (cf. Jn 3,5).

Si hay algo que distingue el paso de la partida del punto inicial hacia el recorrido son los grandes cambios.

Los cambios se vuelven necesarios cuando vemos que las cosas necesitan un nuevo rumbo, una nueva forma de ser afrontadas para llegar a ser consumadas. Estamos aquí ante el Messi que pasó de usar la 30, luego la 19 y; finalmente la 10.

¿Cuántos cambios han sido necesarios para que podamos llegar a nuestro destino? ¿Cuántas personas hemos encontrado que nos han hecho posible avanzar? ¿Cuántas veces hemos tenido que renunciar a nosotros mismos para admitir que nuestras fuerzas no bastaban?

Porque, a fin de cuentas, el logro personal no residió en llegar al objetivo; más bien estuvo siempre en reconocer que algo teníamos que cambiar.

Es necesario volver a la 30.

Mil y una vez habremos escuchado la frase: "hay que salir de la zona de confort". Porque, aunque tengamos sobrados motivos para vivir con la "10" sobre la espalda; siempre se corre el riesgo de dormirse en los laureles.

Porque, aunque nuestra aventura parezca haberse consumado al alcanzar la meta; el camino sigue. Nos exige redoblar la apuesta. Dejarlo todo y seguir.

¿No da miedo a veces? ¿No hemos sentido que hemos de partir justo cuando estábamos donde querríamos?

Y, de este paradójico modo, la aventura vuelve a comenzar. Se reinicia pidiendo algo más de nosotros, que siempre podemos seguir creciendo. Considerar que uno “debe volver a empezar” puede resultar desalentador si pierde el Norte de que toda la vida es una aventura que sólo termina en Él.

Cualquier aventura vista a los ojos de La Aventura.

Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mt. 28, 10).

Siempre me resultó curioso el hecho de que, una vez resucitado, El Señor haya mandado a sus discípulos a Galilea. Al lugar del primer encuentro, del que tantas veces hemos oído hablar.

¿Se imaginan la sensación de ellos? ¿Volver al lugar donde todo comenzó, de donde salieron detrás de Cristo y al cuál ahora vuelven? ¿Cuántos tesoros habrán acuñado en su corazón para ese entonces?

Pedro, por ejemplo, se fue siendo Simón, el pescador; y hoy día regresa tras haberlo visto todo: la multiplicación de los panes, la entrada en Jerusalén, la Pasión y la resurrección.

Por esto, cualquier empresa de nuestra vida es una gran aventura, porque en la respuesta fiel que demos a lo que sea que nos toque; allí también estamos dando el sí a Aquel que nos llama.

No tengamos miedo a dejar la “10” para volver a usar la “30”. Grandes aventuras están a la vuelta de la esquina esperando que podamos dejar de lado nuestra comodidad. Allí estará Cristo esperándonos para que le contemos que tal nos ha ido, para que le compartamos nuestras alegrías y pesares; y si en algo hemos fallado allí también nos ofrecerá su perdón.

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