Puede progresarse mucho a través de los adelantos técnicos por parte del ser humano. Y hoy somos testigos de lo rápido que van cambiando las cosas, sobre todo en lo concerniente a la tecnología de las comunicaciones (que es tal vez dónde de más cerca lo experimentamos).
Pero el ser humano progresa no por calidad de medios técnicos disponibles sino por calidad de relaciones interpersonales. Hemos sido creados para la comunión con el otro y es de esa manera que adquiere pleno sentido nuestra vida.
Hasta ahora la Constitución Gaudium et Spes nos habló sobre la persona humana en sí. Toca el turno a desarrollar el aspecto social de nuestra existencia humana. Se busca “una más profunda comprensión de las leyes que regulan la vida social, y que el Creador grabó en la naturaleza espiritual y moral del hombre” (GS 23).
Trataremos de ver, hoy y en artículos siguientes, algunas de estas verdades fundamentales a la luz de sus argumentos teológicos.
Índole comunitaria de la existencia humana
Una de las claves para entender la actualidad está en la ruptura de los vínculos sociales producto, sobre todo, de las crisis económicas y de la caducidad de las ideologías que enmarcaban la vida social.
Pero este vivir aislados (encerrados en el propio grupo de pertenencia es también estar aislados) no nos realiza como seres humanos. En nuestro interior late con fuerza una verdad indudable: estamos hechos para tender lazos de fraternidad con nuestros semejantes.
“Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda la haz de la tierra (Hch 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo” (GS 24).
El mismo Señor nos incentivó a vivir de esa manera cuando nos resumió todos los mandamientos en dos:
“Por lo cual, el amor de Dios y del prójimo es el primero y el mayor mandamiento. La Sagrada Escritura nos enseña que el amor de Dios no puede separarse del amor del prójimo: ... cualquier otro precepto en esta sentencia se resume: Amarás al prójimo como a ti mismo... El amor es el cumplimiento de la ley (Rom 13,9-10; cfr. 1 Jn 4,20). Esta doctrina posee hoy extraordinaria importancia a causa de dos hechos: la creciente interdependencia mutua de los hombres y la unificación asimismo creciente del mundo.” (GS 24)
La revelación avanza mucho más. No es este una obligación externa, un imperativo moral que debemos cumplir. Es una verdad que está encerrada en el plan maestro del creador, a cuya imagen y semejanza somos llamados transitar la vida.
“Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre “que todos sean uno, como nosotros también somos uno” (Jn 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.” (GS 24)
Esta última frase nos dice dos verdades muy preciosas. La primera es que todo lo material fue creado para el ser humano. Nosotros, en cambio, no fuimos creados para nadie sino simplemente por puro amor de Dios para con los hombres.
La segunda es que, inspirada en las personas de la Santísima Trinidad, nos define que el amor es el “don sincero de sí mismo a los demás”. El amor no se mide por lo que recibimos de los demás. Tampoco se mide por las cosas que les damos a los demás.
La medida del amor está en darme a mí mismo. Cuando en el matrimonio alguien dice que se agotó el amor se está expresando mal: debería decir que se cansó de darse gratis y por entero a su cónyuge.
Interdependencia entre la persona humana y la sociedad
San Benito es el padre de la vida de clausura de los monasterios. Su experiencia primera fue la de vivir solo en una cueva, lo que se conoce como vida de ermitaño. Es una vocación muy especial que algunos tienen. Luego comienza a vivir en comunidad con otros monjes.
En su regla dice que la vida “cenobítica” es para los que han crecido en la fe y pueden tener más “armas” espirituales para vivirla, no para principiantes. Pero aún viviendo solos no se aíslan de la sociedad: su soledad es una vivencia de oración, es decir, de relación con las Personas Divinas y de comunión e intercesión con el resto de la humanidad. Ni aún viviendo solo el ermitaño niega la dimensión social de su vida y la necesidad de la vida en sociedad.
“La índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación.” (GS 25)
Esta dimensión social hoy se pone de manifiesto de muchas maneras:
“De los vínculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos, como la familia y la comunidad política, responden más inmediatamente a su naturaleza profunda; otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las interdependencias; de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto de derecho público como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el nombre de socialización, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la persona humana y para garantizar sus derechos.” (GS 25)
La visión cristiana es muy realista: no todo es color de rosa y la vida social también puede presentar peligros que atentan contra el ser humano.
“Más si la persona humana, en lo tocante al cumplimiento de su vocación, incluida la religiosa, recibe mucho de esta vida en sociedad, no se puede, sin embargo, negar que las circunstancias sociales en que vive y en que está como inmersa desde su infancia, con frecuencia le apartan del bien y le inducen al mal. Es cierto que las perturbaciones que tan frecuentemente agitan la realidad social proceden en parte de las tensiones propias de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero proceden, sobre todo, de la soberbia y del egoísmo humanos, que trastornan también el ambiente social. Y cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre, inclinado ya al mal desde su nacimiento, encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con denodado esfuerzo ayudado por la gracia.” (GS 25)
Este es el concepto de mundo como “enemigo”. Uno de los tres que tiene esta palabra, como ya dijéramos en este artículo anterior. Los invito a releerlo para darle el verdadero sentido y el contexto necesario.
Por lo pronto, la frase termina recordando la fuerza de la gracia, unida a la libertad, como fundamento para una vida plenamente humana en comunión con los demás.
Gracias por su articulo. es muy reconfortante el encontrar en el esas ideas fundamentales que le dan sentido a mi búsqueda personal de la verdad, ya que yo tiendo a aislarme y a desanimarme cuando mis expectativas no se han realizado; ahora entiendo un poco mas el por que solo debo fijar mi mirada en Cristo Jesus, mi Madre Santísima y el Espíritu Santo. Algunas, si no muchas veces; las criaturas nos desilusionan... en vez de quedarme tirada en el suelo de dolor, con la fuerza de la Gracia que me da el saber que Dios Trino me ama: volveré!!! Una y mil veces mas. Viva la virgen de Guadalupe!!
Gracias por la explicacion. Esta dada en terminos comunes que facilitan la comprension y el entendimiento.