En estos cincuenta días del tiempo pascual celebramos el paso de Cristo a su nueva vida. Es un misterio central: la obediencia al Padre con la entrega de su vida en la cruz y la acción poderosa del Padre que, por su Espíritu, lo resucita de entre los muertos. Cristo Jesús ha pasado en su misterio pascual a una nueva forma de existencia. Ha sido constituido “Señor” y primogénito de toda la creación. Ha entrado definitivamente en la esfera del Espíritu y vive para el Padre. Y como este “paso” (Pascua) lo ha dado como Cabeza de la nueva humanidad, se ha convertido en modelo y prototipo de lo que la Iglesia entera debe ser. Los cristianos desplegamos en la historia la Pascua de Jesús. La vamos desarrollando. Se puede decir que la Pascua no está terminada: se ha cumplido en nuestra Cabeza, Cristo; pero todavía tiene que cumplirse en nosotros, es decir en su cuerpo: la Iglesia. El paso al Padre, y a la nueva existencia, continúa en nosotros.
Durante la cincuentena pascual, los textos de la primera lectura nos colocan ante el paradigma de toda comunidad cristiana: la comunidad primitiva. Es por eso que se leen los Hechos de los Apóstoles. Se trata de subrayar el carácter de novedad cristiana propia de este tiempo. Los domingos III y IV nos han mostrado la construcción de la comunidad formada a partir de la predicación kerigmática de Pedro acerca de Jesús, cumplimiento de las Escrituras (Hch 2, 14. 22-28; Domingo III), a la cual responde la fe-conversión y el sacramento de la fe –el Bautismo– por el cual visiblemente crece la comunidad de los salvados (Hch 2, 14a. 36-41; Domingo IV). El tema de este domingo (Domingo V) es la estructura ministerial: la elección de los siete diáconos (Hch 6, 1-7). Cf. más abajo acerca de los diáconos en el NT.
Este texto nos muestra una comunidad en la cual surgen conflictos pero éstos se resuelven con el discernimiento comunitario, la oración compartida y la presidencia apostólica. Un ejemplo para toda comunidad cristiana: por una parte –como la comunidad cristiana primitiva- debe tener “una sola alma u un solo corazón” pero, por otra parte, ante la existencia de conflictos tiene el modelo cómo resolverlos. Siempre en una actitud de escucha al Espíritu, de docilidad a los pastores y esto siempre en un clima de oración y discernimiento.
Igualmente, durante estos domingos es clave la lectura continua de la primera epístola de san Pedro que contiene elementos para una catequesis bautismal; de ahí su incorporación a la Liturgia de la Palabra del tiempo pascual, muy apto para la catequesis mistagógica del pueblo de Dios. En este domingo vemos cómo la comunión con Cristo se hace en comunidad, formando todos el nuevo pueblo de Dios (1 Ped 2, 4-9). En efecto, todos somos “piedras vivas” del edificio espiritual que es la Iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.
El Evangelio nos trae una parte del discurso de despedida pronunciado por Jesús durante la última cena. Invita a confiar en Él y a reconocerlo mediante la fe. Se autoproclama como el Camino, la Verdad y la Vida.
Una aplicación ecuménica
Este año se recuerdan los 500 años de la Reforma protestante.
En el año 2011, el papa emérito Benedicto XVI, en un discurso dirigido al “pastor y obispo” luterano Friedrich y a su delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Unida de Alemania invitó a dirigir
“juntos nuestra mirada hacia el año 2017, que recuerda los 500 años de la publicación de las tesis de Martín Lutero acerca de las indulgencias. En esa ocasión, los luteranos y los católicos tendrán la oportunidad de celebrar en todo el mundo una conmemoración ecuménica común, para luchar por las cuestiones fundamentales a nivel global, no … como una celebración triunfal, sino como una profesión común de nuestra fe en el Dios, uno y trino, en la obediencia común a nuestro Señor y a su Palabra. Debemos dar un lugar importante a la oración en común y a la oración interior dirigida a nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los mutuos agravios y la culpabilidad de los mutuos errores respecto a las divisiones. Parte de esta purificación de conciencia es la mutua valoración por los 1.500 años que precedieron a la Reforma, y que tenemos en común”.
El 31 de octubre pasado (2016), en Suecia, al comenzar la conmemoración de los quinientos años de la Reforma, se realiza una declaración conjunta católica-luterana, en la cual se afirma que
“los cincuenta años de constante y fructuoso diálogo ecuménico entre Católicos y Luteranos nos ha ayudado a superar muchas diferencias, y ha hecho más profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos divide”.
Esta conmemoración se realiza en una era ecuménica, global y secular y, en consecuencia, en una época de nueva evangelización.
Bajo el pontificado del papa Francisco se ha publicado en el año 2013 un documento titulado Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta luterano-católico romana de la Reforma en el 2017. El documento se divide en seis capítulos:
- Conmemoración de la Reforma en una era ecuménica y global
- Nuevas perspectivas sobre Martín Lutero y la reforma
- Un bosquejo histórico de la reforma luterana y la respuesta católica
- Temas fundamentales de la teología de Lutero a la luz de los diálogos luterano-católico romanos
- Llamados a una conmemoración conjunta
- Cinco imperativos ecuménicos.
Los imperativos señalados son los siguientes:
Católicos y luteranos:
- Deben comenzar siempre desde la perspectiva de la unidad y no desde el punto de vista de la división…
- Deben dejar transformarse a sí mismos mediante el encuentro de los unos con los otros y por el mutuo testimonio de fe.
- Deben comprometerse otra vez en la búsqueda de la unidad visible, para elaborar juntos lo que esto significa en pasos concretos y esforzarse continuamente hacia esa meta.
- Deben juntamente redescubrir el poder del Evangelio de Jesucristo para nuestro tiempo.
- Deben dar testimonio común de la misericordia de Dios en la proclamación y el servicio al mundo.
El 31 de octubre de 2016, en la declaración conjunta católica-luterana al comenzar la conmemoración de los quinientos años de la Reforma se afirma que
“a través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien, hemos aprendido que lo que nos une es más de lo que nos divide”.
Asimismo, añade que,
“aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que Luteranos y Católicos hayamos dañado la unidad vivible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos pide una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda, puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy, escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente”.
En un discurso –con ocasión del inicio de esta conmemoración, Francisco ha expresado que la Reforma “ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”.
Asimismo, en la declaración antes citada se afirma que “muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa, como expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de los que comparten su vida entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa de la Eucaristía”.
Concluyo citando palabras de Juan Pablo II. Las dijo hace 30 años en el aeropuerto de Paraná (durante su visita pastoral). En aquella ocasión, nos habló de la inmigración y de los inmigrantes. He aquí parte de su alocución:
“La Argentina de hoy, se puede decir, es un país hecho, en buena medida, por inmigrantes, por hombres y mujeres que han venido a ‘habitar en el suelo argentino’. … han encontrado una patria a la que han aportado la herencia de sus lugares de origen. … traían también consigo todo el bagaje histórico, cultural, religioso de sus respectivos países… muchos han traído consigo, junto con su pobreza, la gran riqueza de la fe católica… otros inmigrantes han venido también trayendo sus propias tradiciones religiosas. Pienso en primer lugar a las diversas confesiones cristianas de Oriente y de Occidente. También, quisiera recordar, aquí en Entre Ríos, a la inmigración hebrea, tan apreciable en sus aportes culturales. … No obstante tanta diversidad de procedencias, culturas y religiones, es muy honroso comprobar que en la Argentina no se han dado las divisiones o los conflictos raciales o religiosos”.