Los principios son determinantes para la ejecución de un acto. Principio en cuanto comienzo mismo de la cosa y principio en cuanto al marco de referencia que tengo para llevarla adelante. Y esto es una premisa que no se debe dejar de lado en el discernimiento comunitario.
Un método que se puede complicar
Hemos ya hecho referencia a que la Constitución Gaudium et Spes tiene la intención de dialogar con el mundo y para ello utiliza el método al cual se le podría denominar “ver-juzgar-actuar” (existen otras maneras de nominarlo, pero… no nos compliquemos por ahora). También vimos que este método tiene como eje de partida el discernir los signos de los tiempos. Lo que aquí estaría designado por la palabra “ver”.
Pero hay un problema, que se dio a los pocos años del Concilio y sigue siendo siempre una tentación. Es el pensar que cualquier ver es igual: una ingenuidad frente a los contenidos previos que tiene la mirada humana.
Es que no somos actualmente un documento en blanco. Desde el mismo instante de nuestra gestación recibimos una serie de estímulos que nos van configurando como personas. Y somos seres sociales, es decir, aprendemos a través de nuestros vínculos y en el marco de una cultura que nos es previa y a la cual recibimos como don. Esto nos hace seres “educados” con una postura bien concreta frente a la realidad.
Si el discernimiento comunitario comienza con el “ver” una realidad… ¿podemos ver la realidad tal cual es o es a través de ideas o juicios previos? Los mismos instrumentos científicos que nos sirven para conocer lo que acontece tienen presupuestos previos. Entonces… más que ver la realidad ¿vemos lo que queremos ver? ¿nos vemos a nosotros mismos?
Este fue la gran objeción que el episcopado latinoamericano tuvo frente al método usado en Puebla. Por eso lo abandona en Santo Domingo y comienza con una proclamación de fe en Jesucristo. Eran cuestiones candentes del momento… que luego fueron decantando en aras de una mayor comprensión del método. Por eso Aparecida no tiene empachos en volver a usarlo. Eso sí, le agrega un “matiz” interesante:
“Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos” (DA 19)
Ve en verdad el que contempla
La mirada del discernimiento es la mirada de un creyente. Pero no sólo de alguien que tiene memoria de un encuentro con el Dios Vivo. Además de esta experiencia, fundante de la fe, es también la mirada de quién se sabe en la presencia del Señor, que camina junto a nosotros y nos guía con su Providencia. Sólo así es posible tener un piso firme para realizar un verdadero discernimiento comunitario. Caso contrario… nos miramos el ombligo.
La contemplación nace de la adoración al Dios vivo. Por esto para que sea posible es necesaria una actitud básica: la humildad. Esta nos ubica frente a Dios como creaturas frente al creador, como hermanos frente a los demás hombres y como señor de las cosas de este mundo. Así nadie ocupa el lugar de Dios y tratamos de buscar su Palabra sobre todo.
Esa Palabra de Dios es un canto a varias voces como ya explicamos en este artículo. A todas esas voces le agregamos la presencia viva y operante del Espíritu en la historia, manifestada a través de los signos que queremos discernir.
Esto y un poco más…
Esta noche en mi programa de rado Concilium. Lo pueden escuchar por la FM Corazón (104.1 de Paraná).Todos los escritos de esta serie (en su tercer año de emisión) están alojados en la pestaña Concilium.