En este momento tan complicado de pandemia, de quedarnos encerrados, de tener más tiempo para estar a solas y rezar más, el Papa nos ha regalado el año de San José. Que mejor ejemplo que él para mostrarnos la entrega desinteresada, la paciencia, el amor incondicional.
Y como lo que nos apasiona en este camino de Fe es también la historia, me parece interesante compartir con ustedes este relato sobre el origen de la hermosa imagen de la primera iglesia de San José en nuestra ciudad de Paraná.
Paraná, Capital de la Provincia en 1822
La villa del Paraná accedió a la categoría de Capital de la provincia, en 1822, lo que produjo un fuerte impulso en el desarrollo urbano. Uno de los avances más destacados fue la habilitación del puerto, que pocos años después ya evidenciaba un importante aumento del comercio local, arribaron al puerto toda clase de embarcaciones: goletas, balandras, sumacas, chalupas, botes, chalanas y otras de mayor tonelaje.
Declarada ciudad por ley del 26 de agosto de 1826, contaba con casi 4.000 habitantes, cifra que denotaba cierta disminución del crecimiento poblacional que venía trayendo, ya que un gran número de hombres prestaban servicio en el ejército de la campaña.
El trazado de la calle Alameda de la Federación, unió el centro poblado con el puerto. Y aquí apareció la primera que hasta ahora se conoce como instalada en Puerto Viejo: la capilla San José del Puerto.
Para hablar de la imagen de esta capilla, tenemos que saber cómo llegó hasta nosotros. Y fue de la mano de un sacerdote franciscano que estuvo en Paraná muy poco tiempo, Francisco de Paula Castañeda.
El Padre Francisco de Paula Castañeda
Nacido en Buenos Aires, en 1776, hijo de Ventura Castañeda y María Andrea Romero, hijo de un español, comerciante mayorista con amplias vinculaciones en las provincias como en España. En 1793 después de pasar tres años de Latinidad en el Colegio de San Carlos, entró Castañeda a la orden franciscana. Terminados sus estudios en Buenos Aires, se ordenó de sacerdote en 1800, y en ese mismo año, en Buenos Aires en la Recoleta, ocupó Castañeda la cátedra de Teología Moral, por espacio de tres años.
Actuó como capellán durante las Invasiones Inglesas, en ambos bandos, pues simpatizaba con los ingleses, y éstos llegaron a prendarse del franciscano. En 1812, una de sus hermanas ingresó en el Convento de las Catalinas, y en 1815, Castañeda era guardián de su Orden. En ese año, atendió también la corresponsalía de un periódico de Montevideo.
Era opinión unánime entre sus contemporáneos, que como orador tenía el arte de decir las cosas de tal modo que sus oyentes le oían sin trabajo ni fatiga, antes con interés y con placer.
Cuando en 1815, habiendo regresado a España Fernando VII, dicen que no se encontró a quien quisiera tener la Oración patriótica del 25 de mayo. Castañeda aceptó y con gran valentía supo enfrentar la difícil situación, llegando a elogiar al monarca, pero con fina picardía y singular habilidad.
En mayo de 1821 con ocasión de la efeméride patria, debía predicar el dominico Ignacio Grela, pero como no se presentara, subió Castañeda al púlpito; y en diciembre de ese mismo año, al celebrarse los triunfos de San Martín en su campaña al Perú, fue él, el elegido para esa solemnidad.
Ocho meses más tarde, por disposición de Rivadavia, estaba Castañeda desterrado de la ciudad de Buenos Aires y custodiado en Kaquelhuincul en las cercanías de la actual población de Maipú, al sur de la provincia de aquel nombre.
Un docente de alma
Fue el más empeñoso propagador de la enseñanza primaria que hubo en el Río de la Plata, y el primer entusiasta de las escuelas de dibujo. En conformidad con ideas de la época, opinaba que nada como el dibujo podía contribuir a que un hombre fuera bueno. Primeramente, en la Recoleta y después en los salones del Consulado instaló su Escuela de Dibujo.
En cuanto a escuelas de primeras letras obtuvo que se fundaran dos en Buenos Aires, una en el barrio norte y otra en el barrio sur, y fue uno de los más entusiastas lancasterianos. Aun en Kaquelhuincul y en el Fortín de Areco se preocupó por la enseñanza primaria.
Con la pluma del periodista polémico
Cuando Rivadavia se propuso civilizar por medio de decretos, aspirando a poner a Buenos Aires en un todo según las costumbres y hábitos parisienses, y llegó a entrometerse en el campo religioso, Castañeda se irguió contra él y contra todos los que formaban el círculo cultural que le rodeaba e inspiraba. Llegó a fundar para propia comodidad hasta once periódicos, alcanzando en algunas épocas a publicar tres simultáneamente.
Su vena de polemista era inagotable, pero sus excesos de lenguaje, motivaron más de una acusación del fiscal de Estado, y La Verdad Desnuda, y La Guardia Vendida…, fueron considerados agraviantes y ofensivos para el gobierno.
En castigo estuvo dos veces desterrado en Kaquelhuincul, una a Fortín Areco, y otra a Catamarca, pero en esta postrera huyó a Montevideo, y de allí pasó a Santa Fe. También fue desterrado al pueblo de Pilar y llegó a conquistarse las simpatías de las gentes de allí, que obtuvo se trasladaran al solar que ahora ocupa esa ciudad, y ayudó a construir un puente sobre un cercano arroyo, y levantó la actual iglesia, muy reformada a fines del siglo XIX.
En Santa Fe contó con el apoyo de López, y en el pueblo de San José del Rincón, donde se hallaba ya a fines de 1823, levantó iglesia y escuela, y se puso a convertir a los indios Mocobíes que por allí merodeaban, y gracias a una prensa manual que pudo armar, dio a la publicidad varios periódicos y otras publicaciones.
Llega a Paraná a fundar una escuela
Una sequía atroz deshizo sus planes en San José e invitado por los indios partió con ellos a Entre Ríos, llega a Paraná el 3 de mayo de 1827 y pide autorización para fundar una escuela de primeras letras y la capilla.
En el pedido que hace al gobierno dice que en su escuela del rincón hay bastantes niños entrerrianos que se han desterrado voluntariamente y que lo acompañan, pero la sequia le obliga a trasladarse. Por su cercanía le parece lo más apropiado esta provincia, y siendo tan abundantes en cal, piedra y otros materiales no duda que en pocos días se podría levantar una capilla pequeña y alguna otra pieza. Por ahora quisiera proporcionarles escuela y dejando al cuidado del tiempo que se transforme en Colegio.
“La escases de fondos de la provincia no se me oculta, dice el pedido, pero estoy acostumbrado a padecer penurias y esperar el tiempo bueno y la abundancia que sigue a la necesidad y por eso quiero ser partícipe de las necesidades de Entre Ríos para enriquecer mi colegio erigiéndolo en Universidad donde concurran a instruirse todos los jóvenes de América.”
Lo que hizo en la escuela y capilla de la bajada no está escrito. El gobernador Martín García de Zúñiga le concedió el permiso para instalar ambas cosas y Salvador de Ezpeleta, el fundador de Victoria, le dono un terreno que poseía en las proximidades del parque, en la zona sur de la actual parroquia. (Entre las actuales calles Guatemala, Sarmiento, Los Vascos) y que era una quinta situada sobre la barranca del río.
El Padre Castañeda levanto un rancho de paredes de barro y estacas, que lo termina y habita en agosto de 1827. Recién en 1830 se firma un contrato entre Ezpeleta y Castañeda, se va a demoler ésta y se levanta una construcción de cal y piedra.
Y así nace la Capilla San José del Puerto
Así aparece la primera capilla de San José del Puerto y también hablamos de una de las imágenes más antiguas de nuestra diócesis.
La institución fue puesta bajo el patrocinio de San José. Por los escritos de Fray Pacifico Otero, su biógrafo sabemos que su vida se desenvolvía casi exclusivamente como educador y a ratos periodista, pero filántropo siempre, caracterizado por su amor a las personas en general y que se dedico a trabajar por ellas y procurar su progreso y su bien de manera desinteresada.
A fines de 1829 anduvo por Rosario del Tala, en una capilla del curato de Villaguay estuvo desde diciembre a mayo del año siguiente y dejo una nota en el libro sobre las 33 uniones matrimoniales que allí administró: "todos los novios desde el día ocho de enero han sido obligados a casarse por la justicia y a todos se les ha hecho rebaja en los derechos con obligación de servir en la obra de la capilla, exceptuando a Francisco de Narváez y Juan Polano que se casaron sin que los obliguen y pagaron los derechos correspondientes. "
Termina sus días en la tierra en Paraná
En esta fecha se estaba construyendo la segunda escuela. De nuevo en Paraná y entre los sesenta o más alumnos y eliminadas las incomodidades de su anterior galpón provisional, el buen franciscano se dedico a administrar enseñanza a la niñez y proveerla de libros, cartillas y papel. Escribiría años atrás en su “Buenos Aires Cautiva”: los fusiles y cañones de este padre son los libros que reparte gratis a la amable juventud, las balas, el a, be, ce…
El padre fallece en Paraná el 12 de marzo de 1832. En el libro 3 de defunciones de Catedral, consta que se dio entierro al Padre Fray Francisco Castañeda, natural de la ciudad de Buenos Aires, Religioso del Orden Seráfico de San Francisco.
Dice otro escritor que el mismo pidió al Párroco Francisco Álvarez que sin delación le administrara los sacramentos, que lo vistieran con su pobre Hábito. Sus restos permanecieron poco tiempo en el cementerio de Paraná. El gobierno de Rosas tomo las medidas pertinentes para trasladarlos a la capital, depositándolo en el Panteón Franciscano.
Calumniado en vida… desaparece de su cripta
Una de las sin números de calumnias que en vida, y después de su muerte, esgrimieron sus enemigos fue que insultó a su señor padre en la Catedral en un sermón, y que por eso murió mordido por un perro rabioso.
Lo primero lo pudo refutar él mismo, manifestando que habló de los componentes de la Archicofradía del Santísimo cuando su progenitor era Hermano Mayor, y como años antes se había dirigido a Pueyrredón en iguales circunstancias, se dirigió a su señor padre expresándole con el mayor respeto lo que debía hacer en bien del pueblo desde el alto puesto que ocupaba. Juan José A. Segura ha probado que no hubo tal perro rabioso, sino que falleció de muerte natural en Paraná, el 11 de marzo de 1832.
En la cripta reposaron sus restos hasta que ciertas refacciones realizadas en la misma hicieron que desaparecieran de allí. “Hasta sus restos imitaron con la inquietud la insondable vida del fraile batallador”, escribe Segura, y corresponde a lo que de sí mismo había dicho Castañeda: “¿Qué no dirán de este pobre fraile que cuando no está en la cárcel, lo andan buscando?"
Entre sus legados una imagen de San José
Hoy solo quedan algunos ejemplares de sus obras, una imagen de San José que custodia el Arzobispado de Paraná como memoria de su piedad y sus benéficas obras. Unos restos de construcción que afloraban a ras de la tierra como rastros de su obra y que ya no se ven.
La imagen de vestir que adornara la capilla fue probablemente traída del Rincón, y según la descripción que existe de ella es del siglo XVIII, se supone que su origen puede ser Sevilla.
En los últimos momentos de la vida de Fray Francisco, hizo entrega de la misma a la señora Josefa Márquez de Maglione en cuyo hogar fue siempre objeto de cuidado y veneración. Muchas personas le remitían ofrendas por considerarlo milagroso.
Esta imagen, que hoy se encuentra en la curia, sigue manteniendo su fama de milagrosa. Ha recorrido un largo camino desde su anterior destino en San José del Rincón, el mismo camino de su esposa, nuestra imagen histórica de la Virgen del Rosario y merece un lugar a su lado.
El 31 de octubre de 1938 los nietos de esta señora entregaron dicha imagen al Arzobispado de Paraná. acompañado de una nota con referencias históricas y que se guarda en nuestro archivo.
Su predilección por los niños resultaba casi incomparable, y en Paraná donde pensaba erigir la más grande universidad sudamericana, muy pocos lo recuerdan.