Este Padre es el primero que se recuerda ha atendido la población de la incipiente villa que se fue formando primero a la orilla del rio y después en un lugar más alejado y seguro del asecho de los aborígenes o los maleantes que asolanaban la zona.
Y por eso cuando hablamos de nuestra primera capilla de la Inmaculada Concepción, que acompañó y sostuvo a los primeros pobladores de la otra banda del Paraná, tenemos que hablar del Maestre don Miguel de Barcelona.
Paraná antes de ser Paraná
Dice Perez Colman en su obra de la Historia de Entre Ríos cuando habla de sus orígenes que:
“En el llamado pago de la otra banda, se había formado un reducido caserío denominado la Bajada por estar ubicado sobre el puerto del mismo nombre. Esta población dependía en lo espiritual de los curas de Españoles y Naturales de Santa Fe, quienes delegaban sus atribuciones en algunos sacerdotes y misioneros que recorrían periódicamente la campiña y en particular durante los últimos tiempos en el presbítero Maestro Miguel que arribaba periódicamente a la Bajada, donde el vecindario había levantado una pequeña capilla dedicada a la inmaculada concepción, consistente en un rancho humilde de paja, pobremente dotado de los elementos más indispensables para el servicio divino. Esta capilla debió haberse levantado a fines del Siglo XVII, lo que implicaba la existencia de un apreciable núcleo de población”.
En este humilde rancho que servía de capilla, se realizaban las funciones religiosas de los escasos moradores del puerto y de los habitantes de los campos circundantes. Desde 1715 habían sido ocupados por algunas familias venidas de Santa Fe y Corriente, atraídas por las tierras, por las canteras de cal y las riquezas ganaderas existentes en las costas del Paraná.
La capilla dedicada a la Inmaculada Concepción, se levantaba en el mismo sitio que hoy ocupa la catedral y a su alrededor comenzó el vecindario a construir sus casas. Esta ubicación alejada de la costa, ofrecía ventajas para la defensa contra el ataque de los indios chaqueños que bajaban la corriente, navegando en sus canoas y estaba más cerca de los vecinos de la campaña, que frecuentaban el pueblo por razones espirituales a la vez que comerciales, y que en los momentos de peligro, participaba de las luchas contra las tribus charrúas del interior.
Los orígenes de la Parroquia
En 1730 con motivo del expediente iniciado para la creación de las parroquias de la Bajada y de los Arroyos por el Cabildo de Buenos Aires, escribe el cura de Naturales de Santa Fe don Tomas de Zalazar que en el Pago de la otra banda del Paraná,
“reside como de asiento este padre. Tiene las facultades y puesto a su cuidado a estos feligreses y que en efecto los asiste con todo celo, cuidado y desvelo, pasándose los años sin bajar a esta ciudad, en cuya remuneración le retribuye con proporcionado estipendio, como notoriamente consta, además de las visitas que le hace y de donde acaba de llegar de correr el dicho pago.”
Por este mismo expediente, escribe el cura de Españoles, Pedro González Bautista, que había solicitado del Obispo fallecido Mons. Fajardo, licencia para erigir tres capillas,
“una en la otra Vanda del Paraná, donde ha mucho tiempo mantengo por mi coadjutor y cura, al Maestro Dn Miguel de Barcelona, en una capilla a ms no poder, muy corta, agora de presente, se están labrando las maderas para levantar otra de mas capacidad y extensión, muy del agrado y aceptación de los vecinos de aquel pago”.
En vista de los memoriales elevados por los curas de Españoles y Naturales de Santa Fe, el cabildo dicto un Auto fechado en abril de 1731, disponiendo que el maestro Pedro Rodriguez produjera una información sumaria para constatar las rentas percibidas por la parroquia desde 1725 a 1730 y las distancias entre Santa Fe y los Curatos de la otra banda y de los Arroyos. El 10 de julio de 1731 el Obispo de Buenos Aires Fray Juan de Arregui ofició al Padre Pedro Rodriguez, a fin de que cumpliera la comisión conferida por el cabildo eclesiástico.
Revisados los libros de colecturía correspondientes a la parroquia de Santa Fe resultó
que entre 1725 y 1730 solo se efectuó un entierro y de limosna, de una vecina de la otra banda. No existe constancia alguna de bautizos que se hayan efectuado en la capilla, en cuanto a los casamientos, en noviembre de 1726 el padre Barcelona caso a José Taborda con Magdalena Aquino, en julio de 1727 a Blas de Antunes con María Insaurralde, en marzo de 1727 al alférez Eusebio de Lencina con Jacinta Andrada.
En octubre de ese año Pedro Benegas con Cruz de Retamal, el 14 al Capital Simón de Andrada con María de Lencina, en marzo de 1729 a Antonio Villagra con María Gomez y en julio a Francisco Franco con María Martinez.
Estos datos demuestran el escaso movimiento de la capilla.
Para comprobar lo que se refiere a las distancias entre la Bajada y Santa Fe, así como la asistencia espiritual, el Comisionado Rodríguez tomo declaración a una lista de testigos, de esta información se concluyo:
“que entre Santa Fe y Bajada median 5 leguas, que entre esta y la última estancia existente en el territorio entrerriano hacia el sur de 15 a 16 leguas y a la última estancia hacia el norte 8 leguas que el Padre Barcelona había sido el primer sacerdote de la Bajada salvo algunos misioneros. Agregan los testigos que el padre no era ayudante de Parroquia, sino un capellán que decía misa los días de fiesta y percibía únicamente las escasas limosnas que le daban los vecinos.
Algunos de los vecinos agregan que por falta de sacerdote y por las dificultades de la travesía del rio, el vecindario carecía de todo auxilio espiritual, enterrándose a los muertos en el campo y debiéndose llevar los niños a Santa Fe para bautizarlos, pero generalmente el bautismo era administrado por seglares”.
La vida de este sacerdote
En declaración que prestó el Padre Miguel de fecha 19 de septiembre de 1731, dijo haber permanecido en el lugar 13 años y que en casi todos, el párroco santafecino de Españoles, le proveía de otro sacerdote que lo ayudara, viniendo a veces también el cura de Naturales, Tomas de Zalazar. Entre los vecinos que declararon estaban los Capitanes Andrés de la Bastida, Pascual de Albornoz y el Sargento Mayor Santiago Ereñu, quienes confirmaron que no hubo capellán anterior a él y que solo daba misa pero no administraba los sacramentos.
El 28 de ese mes, el Padre Barcelona aclaró que los casados y los sepultados los anotaba y enviaba para que figuraran en los libros de colecturía de Santa Fe, por no tener crismeras no se hizo cargo de los bautismos; por lo que dos o tres veces al año venia a hacerlos el cura de Naturales.
Desde 1718, sabemos que está atendiendo a los primeros pobladores, hasta 1730 en que se crea la parroquia, ya que en 1731 es el Padre Rodriguez, quien entrega bajo inventario, los ornamentos de la capilla al padre Arias Montiel. Que durante los años que atendió la zona recorrió entre 15 y 16 leguas para un lado y 8 para el otro, sabiendo que cada legua son un poco más de cuatro kilómetros, unos 66 km caminando o a caballo, con lo puesto y en medio del campo, en medio de los peligros del asecho del aborigen, para asistir a los fieles confiados a su cuidado.
Sigue su vida en San Nicolás
Después lo perdemos al Padre Miguel, seguramente fue asignado a otra zona del también recientemente creado curato de los Arroyos; y también con la advocación de Nuestra Señora del Rosario, hasta 1744 en que aparece atendiendo la Capilla de San Vicente Ferrer. Este Pago de los Arroyos, comprendía el territorio cuyo extremo norte era el Río Carcarañá, desde sus nacientes, por el oeste, hasta su desembocadura en el Río Paraná y por el sur el Arroyo de Las Hermanas, entre las jurisdicciones administrativas de las ciudades de la Trinidad y Puerto de Buenos Aires y de Santa Fe de la Veracruz.
Se establecía su sede en la Estancia de La Concepción, de Domingo Gómez Recio, en tierras que originariamente pertenecieron a Luis Romero de Pineda y se nombraba como Cura Propietario un pariente de Gómez Recio, D. Ambrosio Alzugaray, desde el día 14 de marzo de 1731. El 2 de octubre de 1744, Bernardino del Pozo, en su carácter de Juez Comisionado del Pago de Los Arroyos realizó un censo en la zona, determinando la existencia de 900 personas divididos en cinco poblaciones (Costas del Paraná, Arroyo Ramallo, Arroyo del Medio, Arroyo las Hermanas; y Arroyo Seco).
Bernardino del Pozo tenía su hacienda sobre la margen derecha del Arroyo Ramallo y construyó una Capilla que puso bajo la advocación de San Vicente Ferrer, atendida originalmente por los Padres Bethlemita del Convento de San Pedro y luego por nuestro Padre Miguel de Barcelona. Como sabemos el Pago de los Arroyos correspondió al Obispado de Rosario y en la actualidad es Diócesis de San Nicolás de los Arroyos.
Y aquí se pierde el rastro, no pude conseguir más información de este sacerdote. Uno más para recordar, para seguir su ejemplo, en tiempos difíciles, con escaso clero, extrema pobreza, extensas regiones sin ningún rastro de evangelización. El Padre Miguel de Barcelona, como muchos sacerdotes o clérigos de su época, construyeron con su esfuerzo y con su fe nuestra iglesia.