Nuevamente estamos festejando el cumpleaños de la ciudad y como si fuera una señora mayor que se saca la edad, nos olvidamos de los años anteriores, del trabajo y esfuerzo de aquellos primeros hombres y mujeres que iniciaron su nueva vida en esta otra costa del rio Paraná.

La “protohistoria” del siglo XVII

La historia, los documentos, tantas fuentes nos abruman con información de aquellos años y nos cuesta parece reconocerlo. La abundancia de ganado y frutos de la tierra, sumado al traslado de Santa Fe a su lugar actual, en 1651, acrecentaron la ocupación de esta zona.

Zona habitada por una encomienda de indios tocagües, sumados a los blancos y en lucha con los aborígenes primeros pobladores y dueños de la tierra, los Chaná Tambúes, parcialidad Charrúa.

Juan de Garay, a su llegada repartió las tierras entre los colonizadores, vecinos de Santa Fe que fueron los primeros en ocuparlas. Como forma de consolidar las nuevas poblaciones se les procuraba el oratorio o la capilla alrededor del cual se instalaban.

Así surgen Rosario y Paraná. En ambos casos, los vecinos de esta ciudad, reunidos en sesión capitular, tomaron la decisión de asignarles sendas imágenes de la Virgen del Rosario, configurándola así como su patrona; y, en el primer caso, originando incluso el nombre que con los años la identificaría.

La reubicación de los poblados

En pleno siglo XVIII, donde se presentaron las mayores dificultades para la fronteriza Santa Fe de la Vera Cruz y sus poblados del norte y el oeste, como los de San José del Rincón y las estancias del Salado, esta fue la opción para detener el avance de los abipones que obligaba a los habitantes a abandonar sus viviendas en busca de sitios más seguros.

Una de las imágenes de la Virgen del Rosario estaba entronizada en la pequeña Capilla del Salado Grande, fundada en 1695 por el franciscano Juan de Anguita. La austera edificación religiosa se erigía en la proximidad de la reducción de vilos y tocagües -del grupo calchaquí-, que el fraile había establecido en 1692 con indios que habían aceptado vivir en esa condición.

La capilla atendía espiritualmente a los aborígenes reducidos y a los vecinos asentados en las estancias del Pago del Salado Grande, uno de los cuatro que formaban parte de la jurisdicción de Santa Fe. Y que probablemente fuera el más importante en el siglo XVII, ya que se estimaba que en esa zona existían pobladas “más de ciento cincuenta estancias”, según surge de una nota del Cabildo a Bruno Mauricio de Zavala, gobernador del Río de la Plata, enviada en 1718.

Sin embargo, esa zona, muy expuesta a la beligerancia aborigen, sufriría un progresivo despoblamiento. Las gentes que las habitaban migrarían hacia el sur, al Pago de los Arroyos, lo que daría lugar a un grave retroceso en el proceso de ocupación productiva de la tierra.

Al comenzar el siglo XVIII, ante las sucesivas invasiones indígenas, la imagen de la Virgen fue mudada primero a algunos oratorios de estancias mejor resguardadas. Y finalmente fue llevada, con sus ornamentos, a la Iglesia Matriz de Santa Fe.

De allí salió más tarde, con el acuerdo del Cabildo, rumbo a la capilla instalada en el Pago de los Arroyos, donde se habían refugiado los vecinos que huían de los peligros del Pago del Salado Grande. Esta nueva Capilla de la Virgen del Rosario se constituiría en germen de la población y el origen del nombre de la actual ciudad de Rosario.

Criollos e indígenas sus primeros pobladores

Por su parte, en la Bajada, se instalaban vecinos de San José del Rincón, atemorizados por la agresividad de los aborígenes.

Entre 1632 y 1662 El Gobernador del río de la Plata Alonso de Mercado celebraba otro pacto con tribus de Cayagüates, Tocagües y Vilos, representado por sus caciques y el Padre Nicolás Carbajal, por este convenio las poblaciones se reducían y poblaban un lugar situado frente a Santa Fe en la otra banda del Paraná a dos leguas. En la misma época el Cabildo de Santa Fe le concedió al Maestre de Campo Francisco Arias de Saavedra una encomienda de indios tocagües y le señalo como lugar de asiento el sitio de la Bajada.

Estas fueron las primeras poblaciones estables en esta zona. Y en 1659 Cristóbal de Garay y Saavedra vende la tercera parte de la estancia que tenía en ésta banda del Paraná al colegio de los Jesuitas, por esto ellos fundaron una importante estancia de ganados que se denominó San Miguel y levantaron una capilla u Oratorio bajo esa advocación.

En las barrancas próximas al lugar en que después se estableció el pueblo, la compañía organizó la explotación de los yacimientos calíferos y de yeso existentes. Por superposición de títulos se inició un largo pleito entre la compañía y los herederos de Hernandarias y los Jesuitas.

Plano primero de Paraná

El Pago de la otra banda, como se lo llamaba tenía un reducido caserío ubicado sobre el puerto del mismo nombre, y dependía para la atención espiritual de los curas de Españoles y Naturales de Santa Fe, que delegaban sus atribuciones a algunos misioneros y sacerdotes que recorrían la campiña y particularmente el Padre Miguel de Barcelona que arribaba periódicamente a la Bajada a una capilla que los pobladores habían levantado dedicado a la Inmaculada Concepción, se supone que a fines del Siglo XVII y en el lugar que hoy ocupa la Catedral

Esta historia es harto conocida, año tras año la recordamos, reivindicamos a nuestra Patrona la Virgen del Rosario, hacemos memoria agradecida como siempre dice nuestro Cardenal Estanislao Karlic.

Y el caserío tiene Cura y nombre propio

Otro cumpleaños de la ciudad, llena de festejos y reconocimientos, pero no dejemos de lado a nuestros sacerdotes, a los primeros evangelizadores, primeros maestros.

No podemos olvidar al Padre Francisco Arias Montiel, primero nombrado para la nueva parroquia de Nuestra señora del Rosario. 23 de octubre de 1730 fecha de este decreto, meses después será el Padre, el primer párroco.

El 8 de noviembre de 1730 se fija en las puertas de la Catedral de Buenos Aires el edicto y se llama a concurso de oposición para proveer de Párrocos a los nuevos curatos. Para la Bajada se presenta el Pbro. Francisco Arias Montiel, pide algunos elementos desusados en la Catedral, autorización para pedir limosnas para su iglesia y que se dispusiera la entrega de los ornamentos de la Capilla del Rincón que se adjudicaron a su parroquia.

Toma posesión el 27 mayo de 1731 y el 6 de julio de 1732, en el informe dirigido al gobernador Zabala, encabeza su pedido como Iglesia del Paraná, usando por primera vez este nombre para el pago de la otra banda, como se lo conocía en ese momento.

Esta carta que se encuentra en el Archivo de la Nación, dirigida al Gobernador Bruno Mauricio de Zabala:

Exmo. Señor:
“el 27 de mayo se cumplió el año en que tome posesión de este Curato, termino asignado por los edictos para que diesen los Curas razón hacia S.E. como Venerable Señor Deán y Cabildo, de los emolumentos que hubiere redituado , según las partidas de los libros jurados de Colecturía; y ajustadas estas, hallo no haberme dado más mi curato, que ciento veinticinco pesos, diez y seis en plata y ciento nueve en trastos y géneros de este país, con que sacados veinticinco de cuartas, solo cien son con los que me he mantenido, siendo cien los asignados por los edictos.”
“Mas no obstante esta pobreza me he empeñado no solo en fabricar mi iglesia, sino en adornarla de las alhajas más necesarias para que este con decencia. Atenido a lo que se ofrece en dichos edictos, y ahora nuevamente me empeñe por cercarla en quadro de paredes (cuya cerca en breve se acabara) para asegurarla de los recelos prudentes que se tienen del enemigo y que quede defendida de las quemazones que vienen de la campaña.”
“Lo que suplico a S. E. es que me atienda y aunque no sea de justicia, hágalo por Dios y de Gracia, considerando que todo resultara en el aseo del culto Divino, a cuya Deidad ruego me le guarde varios años”
Iglesia del Paraná, y julio 6 de 1732.- Exmo. Señor Gobernador.—B. L. M. de S. E. su mejor criado y Capellán Francisco Arias Montiel.”

En este camino a los 300 años de la parroquia, volvemos a pedir a nuestra Madre del Rosario, que siga caminando con nosotros, cuidándonos bajo su manto y reconociendo que esta ciudad nació cobijada por su amor. Y fue un hijo suyo, un sacerdote de nuestra iglesia el primero en usar el nombre Paraná para hablar de la señora del cumpleaños.

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