María Cruz López es una de los tres jóvenes que son Siervos de Dios. Fue una joven sencilla, hija de la Iglesia particular de Paraná, que hizo su Pascua con tan sólo 19 años. Su vida estuvo marcada por su entrega total a Jesús y la valiente aceptación de la voluntad de Dios.
Esto se puso de manifiesto cuando transita la prueba de la enfermedad y abraza su cruz dándonos un ejemplo de aceptación confiada de la voluntad de Dios. En este tiempo transmite a su entorno serenidad y alegría y atiende a las necesidades de los demás por encima de las propias.
En cada uno de los ambientes en que se movió (familia, escuela, grupos parroquiales, amigos, universidad…) dejó huellas que marcaron profundamente a quienes la conocieron y volvieron estos espacios más fecundos.
Vivir el presente
En mayo de 2006, cuando su enfermedad ya estaba muy avanzada, le comenta al Padre Mario Taborda, su padrino y confidente:
“En este tiempo comprendí algunas cosas… y una que te quiero compartir: viste que todos hablan del futuro, pero el futuro no existe. Y otros se preocupan por lo que pasó, pero el pasado ya no se puede cambiar, solo aprender de él. Entonces comprendí algo para mí: lo único que importa es el presente, entonces yo tomé la decisión de aprovechar y vivir cada momento del presente. Lo que me toque vivir en el presente lo voy a aceptar y disfrutar. No te preocupes, yo estoy bien”.
Testimonio sobre la Sierva de Dios María Cruz López
La vida de la Sierva de Dios María Cruz López nos ofrece varias enseñanzas valiosas para aplicar en nuestra propia vida de fe:
1. Entrega total a Dios
María Cruz nos enseña la importancia de entregarnos por completo a Dios y aceptar su voluntad en nuestras vidas. A pesar de enfrentar una enfermedad que le restaba fuerzas, ella mantuvo su espíritu de servicio y confianza en Dios, rezando por los demás y despertando la oración en su entorno.
Aún internada, mantuvo fiel su espíritu de servicio, pensando cómo ayudar a quienes también estaban internados y acompañando a todos en oración. Ella en su dolor, rezaba por otros. Y sin saberlo, despierta en los distintos ambientes en los que se la conoció la oración y el acercamiento a Dios para pedir especialmente por su salud.
Esta actitud de entrega y servicio motivaron a su curso del secundario a transformarse bajo el lema "Todos por María Cruz". Sus compañeros se unieron en oración, adoración, visitas, cartas y campañas para colaborar con ella. Hubo una fuerza espiritual muy grande en torno a su enfermedad y una atracción de la gracia enorme.
2. Vivir el presente
María Cruz nos recuerda la importancia de vivir plenamente el presente y disfrutar cada momento. Ella comprendió que el futuro no existe y que solo el presente importa: “yo tomé la decisión de aprovechar y vivir cada momento del presente”.
Su actitud positiva y su disposición para aceptar y disfrutar lo que le tocaba vivir son inspiradoras.
3. Servicio al prójimo
A pesar de su propia enfermedad, María Cruz se preocupaba por las necesidades de los demás por encima de las propias. Ella buscaba que cada persona que se acercara a ella se sintiera mejor y más feliz al irse.
Luego de un primer tratamiento aparentemente exitoso, María Cruz retoma gradualmente sus actividades. Además de comenzar una relación de noviazgo, fiel a su impulso misionero comienza un nuevo apostolado: acompañar a los niños con leucemia (y sus familias) internados en la sala de hematooncología del Hospital San Roque. Al mismo no va sola, sino que invita a conocidos a compartir esta tarea.
Su ejemplo nos desafía a servir a los demás con amor y generosidad.
4. Impacto en el entorno
La vida de María Cruz tuvo un impacto profundo en su entorno familiar, escolar y parroquial. Su testimonio de fe, serenidad y alegría dejó una marca imborrable en quienes la conocieron.
Nos anima a ser luz y sal en nuestro entorno, compartiendo el amor de Dios con los demás.
5. Confianza en la Gracia
A través de la enfermedad de María Cruz, se pudo percibir una fuerza espiritual y una atracción de la gracia enorme.
Esta confianza en el Amor Divino que se derrama y le da fortaleza, la impulsa al amor oblativo que se une a la Cruz del Señor. María Cruz aceptó serenamente la prueba como voluntad de Dios y ofreció su enfermedad especialmente por su familia, por la unidad de su curso (venía compartiendo los últimos años del secundario con un curso difícil, desunido, con muchos problemas de conducta) y por los sacerdotes.
Su vida nos enseña a confiar en la gracia de Dios en medio de las pruebas y a permitir que su gracia transforme nuestras vidas.