Jesús, un misterio cercano

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¿Por qué el Verbo se hizo carne? 4 tips para entender el misterio de la encarnación

El Evangelio de San Juan nos revela que la Palabra se encarnó y vivió entre nosotros. Nos preguntamos qué motivó a Dios a llevar a cabo este acto tan significativo. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, existen cuatro razones fundamentales que nos ayudan a comprenderlo.

Los describimos para que en cada momento de nuestra existencia recordemos la belleza y el significado profundo de la Encarnación. Que esta verdad nos inspire a vivir con gratitud, humildad y amor, siguiendo los pasos de Jesús y compartiendo su mensaje de salvación con el mundo. Que podamos experimentar la cercanía de Dios en nuestra vida diaria y permitir que su gracia transforme nuestras vidas. Que sea para nosotros una fuente de esperanza y alegría, y que nos impulse a vivir en comunión con Dios y en servicio generoso a nuestros hermanos.

El Misterio de la Encarnación: Descubriendo la Grandeza del Amor de Dios

Comparto con ustedes un tema que nos invita a reflexionar y a profundizar en nuestra realidad: el gran misterio de la Encarnación. Cuando leemos el Evangelio de San Juan, en su primer capítulo, nos encontramos con la poderosa declaración de que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1,14). Ante esto, surge la pregunta: ¿Qué motivó a Dios a tomar esta decisión de descender y hacerse uno de nosotros?

En este pasaje bíblico, encontramos una verdad que no podemos pasar por alto. La Palabra, el Verbo de Dios, se hizo carne y decidió vivir en medio de la humanidad. Nos preguntamos entonces, ¿por qué Dios decidió tomar esta acción? ¿Por qué el Hijo único decidió habitar entre nosotros?

Para responder a estas preguntas, podemos acudir al Catecismo de la Iglesia Católica, el cual nos presenta cuatro razones fundamentales que nos permiten comprender este gran misterio de Dios hecho carne, de Dios habitando en medio de nosotros.

La primera razón es que la Palabra se hizo carne para salvarnos y reconciliarnos con Dios. Detrás de la palabra "salvarnos" se encuentra el misterio del pecado y de la maldad. El pecado no es simplemente una falta moral que afecta nuestra conducta, sino que destruye nuestra relación con Dios. A causa del pecado, quedamos separados de la presencia divina y no tenemos posibilidad de entrar en la Casa del Padre. Sin embargo, Dios en su amor infinito envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados, para liberarnos de esta situación y reconciliarnos con Él.

La segunda razón es que la Encarnación nos permite conocer el amor de Dios. En 1 Jn 4,9 encontramos esta hermosa afirmación: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él". La venida del Hijo de parte del Padre, haciéndose carne y habitando entre nosotros, no es un acto de condenación o de destrucción, sino el resultado del amor inmenso de un Padre que sale a nuestro encuentro. Dios nos busca y nos ama antes de que nosotros lo busquemos. En el Evangelio de Juan 3,16, encontramos esta expresión impactante: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna". Conocemos verdaderamente ese amor al contemplar el rostro de Jesús, quien vino a hacer visible y tangible ese amor, entregándose por nosotros.

El tercer motivo es que Jesús se presenta como nuestro modelo de santidad. Como seres humanos, anhelamos alcanzar la vida eterna. Pero, ¿cómo sabremos cómo comportarnos y vivir en conformidad con la voluntad de Dios? Si bien en el Antiguo Testamento encontramos la revelación de Dios a través de los profetas, estos hablaban de oídas, transmitiendo lo que habían escuchado acerca de Dios. Sin embargo, en la Encarnación, Dios mismo se hizo carne. Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra encarnada, se convierte en nuestro modelo por excelencia. En el Evangelio de Mateo 11,29, Jesús nos invita: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón". En el Evangelio de Juan 14,6, Jesús declara: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí". Así, tenemos claro cuál es el camino a seguir: Jesús, el camino histórico. Sabemos cuál es la verdad: la palabra revelada en Jesús. Y conocemos cuál es la vida: la vida que Jesús resucitado derrama sobre nosotros.

El cuarto motivo es que, a través de la Encarnación, Dios nos ofrece la posibilidad de participar de su naturaleza divina. En la Segunda Carta de Pedro, encontramos una exhortación reveladora: "Por medio de estas, Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina" (2 Pedro 1,4). San Ireneo de Lyon, uno de los primeros padres de la Iglesia, explica que el Verbo se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo hijo del hombre para que, al entrar en comunión con el Verbo y recibir su filiación divina, el ser humano pueda participar de la naturaleza divina y así ser transformado de manera maravillosa.

En resumen, la Encarnación es un misterio profundo y maravilloso. Nos reconcilia con Dios, nos muestra su amor inmenso, nos brinda un modelo de santidad en la persona de Jesús y nos permite participar de la naturaleza divina. ¿Podríamos pedir algo más? Con esto, tenemos suficiente para contemplar y adentrarnos en el misterio de Dios hecho carne.

Que este mensaje nos inspire a profundizar en nuestra fe y a vivir en conformidad con el plan amoroso de Dios. Que la Encarnación del Verbo sea para nosotros una fuente de alegría y esperanza. Recordemos siempre que Dios, en su infinita misericordia, decidió descender a nuestra humanidad para salvarnos, revelarnos su amor y mostrarnos el camino hacia la santidad.

Según lo prometido, este curso es GRATIS. Pero puedes dejar tu colaboración para poder seguir brindando este servicio.

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