Hablar de los Larramendi en Paraná, es reconocer la generosidad con mayúsculas, la entrega desinteresada de bienes en favor de los pobladores de los primeros tiempos de nuestra querida ciudad.
La historia de su vida
María Francisca Arias Cabrera y Saavedra nació en la ciudad de Buenos Aires, entonces capital de la Gobernación del Río de la Plata, parte integrante del Imperio Español. Era hija de Fernando de Cabrera Velasco, hijo a su vez del maestre de campo Jerónimo Luis de Cabrera Arias Saavedra, y de María de Solórzano.
El 28 de julio de 1746 se casó con el terrateniente Pedro de Larramendi Quintana en la ciudad de Santa Fe, instalando su residencia en esa localidad.
Su padre murió en 1755, dejándole como parte de su herencia una gran extensión de tierras sobre las márgenes del río Paraná, cuya posesión había sido transmitida desde su antepasado Hernandarias.
La herencia de Garay
Los Larramendi –por herencia de los Garay y de los Hernandarias– fueron los propietarios de los vastos terrenos ubicados sobre esta costa oriental del río Paraná. Para tener como referencia, la donación de terrenos fue equivalente a casi 5 kilómetros de largo, por casi 2,5 kilómetros de ancho, desde donde Paraná comenzó a crecer hacia fines del siglo XVIII
El primer Larramendi en llegar a América fue Simón, proveniente de España, en los comienzos del siglo XVIII. En 1714 se casó con Juana de la Quintana, con quien tuvo siete hijos: uno de ellos, Pedro, contrajo matrimonio con María Francisca Arias de Cabrera y Saavedra, en 1746, hija de un descendiente de Hernando Arias de Saavedra y heredera de vastas posesiones en la región del Río de la Plata.
Doña Francisca era descendiente de viejas familias de la colonia, por vía paterna: su padre Fernando Arias de Cabrera era descendiente directo de Hernando Arias de Cabrera, el gran jefe criollo; de Juan de Garay, fundador de Santa Fe y Buenos Aires; y de Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de Córdoba.
Una donación a la Parroquia
En 1778 Francisca Arias Cabrera y Saavedra donó a la parroquia de la naciente villa de la Bajada del Paraná gran parte de esas tierras heredadas, reservando tan solo cinco solares para uso de ella misma y de su hijo Teodoro de Larramendi.
En esas tierras se levantaría la población de Paraná, que fue con el tiempo capital de la Provincia de Entre Ríos y, al producirse la secesión del Estado de Buenos Aires, capital provisional de la Confederación Argentina.
La donación en 1778 a la Iglesia Parroquial de Paraná “para su mayor lustre y adelantamiento en honor del vecindario”, fue la contribución de doña Francisca. El 26 de septiembre de 1778, ella donó a la Parroquia de la Baxada del Paraná, una amplia extensión de tierra para que sobre ella se erigiera Paraná, que consistía en una legua de frente –desde el arroyo Antoñico hacia aguas arriba–, por media legua de fondo.
La ubicación de los terrenos
Los referidos terrenos aparecen individualizados en el instrumento de donación, uno lindero con la casa de Felipa cuello y su esquina frente a la casa de José Monzón, que será como un cuarto de solar de frente y a su fondo hasta la misma esquina de Don Pedro Mendizábal, que se compone de una cuadra. Otro, esquina con el mismo don José Monzón, hasta dar con cerco de don Roque Caraballo, que será su frente tres cuartos de solar, y su fondo una cuadra.
El otro frente a la casa del Sargento Mayor Don Juan Broin de Osuna, hasta dar con cerco de Don Lorenzo Soto, que serán tres cuartos de solar, y a su fondo una cuadra. El otro frente a la casa de José Antonio García hasta dar con cerco de Juan Antonio Rodríguez, que serán tres cuartos de solar y su fondo hasta dar con cerco de Don Pedro Mendizábal. El quinto y último sitio, frente a la casa de don Roque García, hasta dar con cerco de Don José de la Rosa que serán un cuarto de solar y fondo una cuadra.
Lo mismos eran propiedad de los hijos de la donante, llamados José Teodoro, Joaquín, María de las Nieves y María Josefa, todos de apellido Larramendi. El quinto fue reservado para sí por la donante.
El Teniente de gobernador don Melchor de Echague y Andia, aprobó la donación, disponiendo que fuera leída y publicada por el Comandante Militar del Paraná, don Juan Broin de Osuna en la Capilla del pueblo en día feriado. Y así fue en el día 30 de septiembre de ese año de 1778, leída en la puerta de la iglesia y entregada al Sr. Cura Interino Fray Juan Antonio Fernández.
Estos documentos fueron guardados cuidadosamente en la parroquia y en 1859, se protocolizaron en la Escribanía de Don Pedro Calderón por mandato del entonces juez de Paraná, Don Miguel de Malarin a pedido del Cura Párroco y Vicario Dr. Juan José Álvarez.
Una clave para la población local
La curia administró las tierras, permutó, prestó, donó y enajenó a precios exiguos los terrenos que le solicitaban los interesados, logrando gracias a esto, el progreso de la población. Pero hizo algo más, dice el Dr. Pérez Colman en el tomo uno de su Historia de Entre Ríos, permitió que las autoridades civiles dispusieran de esas mismas tierras y que las donaran y enajenaran.
El 25 de septiembre de 1825, el gobernador de la Provincia, General Juan León Sola, facultado por una ley del Congreso, adquirió en compra de los herederos de Larramendi, todas la tierras que estos poseían entre el Rio de las Conchas y Punta Gorda, sobre el rio Paraná con el fondo correspondiente.
Quedaron excluidas de la enajenación, por expreso deseo de los contratantes, las fracciones que habían sido vendidas por los Larramendi, una legua de frente por media de fondo, donada en el Siglo XVIII a la Iglesia Nuestra Señora del Rosario del Paraná, el terreno ocupado por el horno de los Padres de San Lorenzo, la quinta y estancia de Antonio Crespo, y por último, dos leguas de campo afectadas a una Capellanía fundada por los antecesores de los vendedores.
Estas cláusulas demuestran que los herederos Larramendi ratificaron en 1825 la donación de María Francisca y que el Gobierno de la provincia acepto y valido este acto.
A pesar de los derechos de dominio de la iglesia, las autoridades comunales siguieron disponiendo de las tierras al igual que la iglesia y se produjo una situación irregular.
La resolución de un litigio
El 19 de junio de 1884 esto se resolvió mediante un acuerdo ante el Escribano Pedro Coronado entre la Municipalidad y la Parroquia. Se reconocían como legitimas todas las ventas, donaciones y títulos dados por la Municipalidad y la parroquia, en considerar como vendidos los terrenos afectados por promesa de venta otorgados a la parroquia, los cuales se individualizaron. La municipalidad se hacía cargo de vender los terrenos baldíos, salvo los ocupados por la iglesia, o los afectados a calles, plazas o edificios públicos. El importe de las enajenaciones se dividirían en partes iguales, pero la iglesia renuncio a esto para legalizar las transferencias hechas por las autoridades en favor de los vecinos.
Debe reconocerse que los curas de la Parroquia supieron dar exacto cumplimiento a la voluntad de la generosa donante y que en todo momento se preocuparon de que las tierras del pueblo se destinaran al mayor lustre, adelanto y honor de la Iglesia y el vecindario, como expresaba el documento de donación.
Hoy queda una avenida con su nombre que lleva a Bajada Grande, lugar donde nació la ciudad y donde también está la Plaza en honor de Doña Gregoria Pérez de Denis, hija de Bernardo Pérez y de María Ángela de Larramendi, otra mujer de corazón generoso y otra historia para contar.