Ha sido nombrada Santa la Mama Antula y todos conocemos su obra con los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Era una deuda pendiente para mí investigar este tema poco conocido por los entrerrianos.
Sabemos de la casa de ejercicios que los padres jesuitas tuvieron en nuestra ciudad, en un terreno contiguo a la capilla y quería investigar un poco más sobre lo que pasaba en nuestra costa del Paraná, sobre el tema. Pude acceder a la obra del Padre Furlong sobre el colegio La Inmaculada de Santa Fe y compartir con ustedes algunos aspectos de esta obra que me gustó tanto. De allí rescato partes del texto que hacen a nuestra historia.
Sobre Calchaquíes, guerras y jesuitas
Dice el Padre Furlong:
“La historia de Santa Fe en Cayasta es la historia continuada de incursiones efectuadas por los sobre la indefensa población y de expediciones de los santafesinos contra los inquietantes indígenas. Aquella primitiva Santa Fe tuvo mucho de cuartel y mucho de hospital, ya que eran los santafesinos los que más sufrían en las refriegas, ya que estuvieron a la defensiva y a la ofensiva.”
A principios de 1638 y en la forma más sorpresiva, cayeron los calchaquíes sobre las estancias de la ciudad, matando a los capataces y peones, saqueando los depósitos o galpones o poniéndoles fuego y llevándose el ganado. Todo lo que distaba cinco o seis leguas quedo totalmente aniquilado.
El gobernador Mendo de la Cueva resolvió tomar acciones contra los depredadores. Reunió 100 españoles, 300 indios amigos y vecinos y solicitó y obtuvo otros 600 provenientes de las Reducciones Jesuíticas de Guaraníes. Al frente de ellos salió en persecución de los calchaquíes.
Tres meses duró la guerra ofensiva, pero los resultados fueron terribles para los españoles y para los indios amigos, ya que la falta de víveres llego a ser tal que se vieron obligados a comer toda clase de bichos para sostenerse.
Bajaron a este fin las tropas disciplinadas y perfectamente equipadas de las reducciones, acompañados en calidad de Capellanes por los Padres Pedro Romero y Alonso Arias, grandes y celebres misioneros mártires, cuenta este autor. El primero fue muerto por los Itatines de un macanazo y el segundo en Itatí por los mamelucos.
Momentáneamente fueron vencidos los calchaquíes pero volvieron a las andadas hasta que intervino el Padre Nicolás de Carabajal, Procurador de la Compañía y obtuvo el hacer las paces duraderas en 1662 después del traslado de la ciudad. Como representante de los aborígenes bajo a Buenos Aires y firmó el Padre Carabajal con el gobernador Alonso de Mercado las capitulaciones que trajeron la paz el 13 de diciembre de 1662. Recordamos que ellos serán la primera población estable en la Bajada.
Sobre estancias, misiones y capillas
Así los jesuitas, como los demás habitantes de Santa Fe que tenían sus estancias algo alejadas de la ciudad, las consideraron inútiles y pensaron en obtener otras en tierras menos expuestas. Como era opinión general que al oriente del Paraná no había indios tan hostiles, todos pusieron sus miradas en las vastas llanuras, tan ricas de pastos que había del otro lado del rio.
Como sabemos,
“este gobernador donó al Colegio en 1640 y después de los terribles saqueos, las tierras e islas de los Mcoretás, situados a cuatro leguas de distancia de Santa Fe la vieja y los mismos jesuitas, con recursos que pudieron haber, no sin alguna dificultad, compraron en la otra banda, actual provincia de Entre Ríos, unas tierras que se extendían desde punta gorda, hoy Diamante, rio arriba hasta el lugar de la Cruz hoy Villa Urquiza”.
“Eran diez leguas al norte de la Bajada, que así se llamaba otrora la ciudad de Paraná. Esta estancia provoco no pocos pleitos y disgustos a los jesuitas, pero en 1665 se les dio posesión definitiva de la misma.”
En 1652, corrió la noticia de que los Reyes de España habían pedido al Papa que definiera el dogma de la Inmaculada Concepción. Los santafesinos entre 1652 y 1654 no quisieron ser menos y religiosos y seglares, ricos y pobres, resolvieron hacer otro tanto y organizaron actos religiosos, procesiones nocturnas de antorchas, iluminación de iglesias, conventos, casas y plazas.
Según las cartas anuas de esos años,
“tomaron por empeño salir a misionar al oriente o al occidente del Paraná para acreditarla en adelante cada uno en la piedad, expresada en cuantos géneros de regocijo les fuesen posibles a cada cual posibles, sin reparar por esto en gastos para su corto caudal excesivos.”
Sabemos que la primera capilla anterior a la creación de la parroquia, tuvo esa advocación, la Inmaculada Concepción. En el mapa de 1703, confeccionado por los P.P. Ovalle y Techo, encontramos designado el lugar ocupado por La Capilla o sea La Bajada. Este mapa denomina al Rio Uruguay, como Rio de las Misiones probablemente por que servía para las comunicaciones entre Buenos Aires y los establecimientos jesuíticos.
Constan por estas cartas que entre 1660 y 1767, el culto en la iglesia del colegio nunca decayó como tampoco la administración de sacramentos. La falta de sacerdotes, libres de otras ocupaciones imprescindibles y de buenas fuerzas físicas, fue la causa de haberse dejado atrás en más de un año, las misiones rurales, un apostolado tan propio de la compañía.
Las cartas de 1730 a 1735 hablan de la misión apostólica que se realiza cada año al lado opuesto del Paraná, cuenta que
“estas producen grandes consuelos por los provechos espirituales que causa a los vecinos de aquellos parajes, ya que estos esperan con ansias a los misioneros y los reciben como ángeles bajados del cielo”.
El autor de la carta refiere como unas personas que deseaban llegarse a donde estaban los misioneros, no pudiendo vadear un arroyo que estaba hasta el tope, a causa de copiosas lluvias, lo pasaron a nado.
Las anuas de 1735 a 1743 se refieren a estas expediciones allende el Paraná y después de decir que en esa región había ya entonces mucha gente, nos informan que en 1739 pasaron para allá los padres Antonio de Navas y Pedro de Artigues y predicaron y catequizaron en los diversos pagos.
Los Ejercicios Espirituales
Los ejercicios espirituales de San Ignacio, que ya se habían hecho populares en Santa Fe, despertaron tanto interés de los paranaenses, que los misioneros les prometieron volver otro año con el objetivo de introducir su práctica, y el entusiasmo de aquellas gentes fue tal, ante esta promesa que allí mismo, no solo ofrecieron un solar adecuado, sino que se comprometieron además a construir una casa apta a ese fin, además de una capilla anexa. Aún más prometieron correr con los gastos que pudiera causar la alimentación de los ejercitantes. Según este autor, también el Dr. Pérez Colman y otros, esta casa estaba contigua a la capilla, hoy nuestra Catedral.
Después de la expulsión de los jesuitas el Padre José Cardiel le escribía al Padre Pedro de Calatayud:
“todas las misiones rurales se hacen también a costa del colegio. Todo lleva consigo el misionero, tienda, carreta grande con su casa de tablas, vino, biscocho y plata para comprar, donde corra plata”
Si hubo alguna decadencia en las misiones rurales, debido a la falta de sacerdotes y otras veces a las acechanzas de los indios, hubo otro apostolado que adquirió grandes proporciones, el de los ejercicios espirituales de San Ignacio. Esta práctica se inició a poco de llegar los jesuitas a las tierras rioplatenses.
Por lo que respecta a Santa Fe, las cartas de 1714 a 1720 consideraron una novedad, el que en esos años se implementara la práctica de los ejercicios, los que se daban a algunos caballeros, pero lo cierto es que entre 1681 y 1691 esa práctica ya se había introducido en Santa Fe.
Fue precisamente el padre Roca al visitar el colegio en 1714, no contento con que se dieran los Ejercicios abiertos, esto es durante algunas horas, regresando cada noche los ejercitantes a sus casas, se empeñó en que hubiese en el colegio comodidad para ejercicios cerrados.
“Encargo, disponía entonces, se hagan aposentos que podrían ser hasta seis para entablar los ejercicios de nuestro Santo Padre.”
Dichos aposentos se hicieron cerca de los que era el Oficio de Misiones, que estaban detrás de la iglesia, y cuando dichos aposentos estaban vacíos, los ocupaban a veces, los huéspedes como los indios de las reducciones que venían con sus balsas a Santa Fe .
El mismo Padre, el 26 de noviembre de 1721 escribía que
“en atraer a la gente de la ciudad a los ejercicios de nuestro santo padre procúrese todo empeño, principalmente en el tiempo de Cuaresma, que es el más oportuno, desembarazándose, si fuere menester, el sujeto que hubiere de darlos, de ocupaciones no tan importantes”.
El padre Arteaga disponía lo mismo, seis años más tarde se indicaba que el hombre más capacitado para dar los ejercicios a caballo era el padre José de Arteaga.
La Casa para Ejercicios Espirituales
No consta que con anterioridad a 1745
“se pensara en adquirir o establecer una casa de ejercicios para hombres y para mujeres, sucesiva no simultáneamente, pero sabemos que los vecinos del pago de San Miguel o de la Bajada, que es la actual capital de Entre Ríos, los padres Antonio Navas y Pedro de Artigues despertaron tal entusiasmo entre los moradores paranaenses, que allá por 1740 cedieron un terreno y reunieron fondos para construir una casa de ejercicios.”
El solar que hoy ocupa la ciudad de Paraná pertenecía al colegio de Santa Fe y allí es donde los jesuitas tenían sus caleras. El 18 de abril de 1745, ordenaba el Provincial al Rector del Colegio
“que procurase tener mil fanegas de cal prontas para el pueblo de Trinidad que ya están pagadas con la yerba que dio “
y en 1745 escribía al rector, padre Cea al padre Garau, capellán de Carcarañá y le decía que
“el hermano Agustín (Almedina) ha vuelto de la otra banda con pejerreyes… y dejo dos hornos quemados de cal, pero sucede que el rio esta tan bajo que ni cal ni piedras se pueden conducir.”
Después de la expulsión estas tierras fueron compradas por Pedro de Larramendi, cuyos herederos donaron terrenos a la iglesia, historia que ya conocemos, como así también la de los hornos de los padres de San Lorenzo.
También después de la expulsión la Junta de Temporalidades se hizo cargo de todo lo que poseía la orden. La administración de las temporalidades fue prolongada y alcanzó hasta principios del siglo XIX. Una primera etapa de esa administración corresponde al período 1767 a 1770, gestión inicial o provisoria que desempeñó Francisco de Paula Bucareli en el Río de la Plata.
Una segunda etapa, desde 1770 a 1785 está signada por la labor de la Junta Superior y las Juntas Municipales, creadas a ese efecto.
Finalmente, una última etapa corresponde a la Dirección de Temporalidades creada en esta ciudad, cuya labor continuó hasta después de producida la Revolución de Mayo.
El lugar exacto de la Casa de Retiros Espirituales
No pude concretar el lugar exacto donde estuvo la casa de ejercicios. Al decir contiguo a la capilla solo podemos suponer que esté en el actual terreno de la Catedral, o a los lados, ya que atrás estuvo el cementerio hasta 1825. De un extremo donde está enclavado el colegio del Huerto, el terreno perteneció al sacerdote Luis María de Caviedes según el trabajo del Dr. Pérez Colman, la ciudad de Paraná 1810- 1860.
Dice Pérez Colman respecto de esta manzana:
“perteneció primitivamente a la capilla. Con el andar de los tiempos, los párrocos donaron o vendieron en lotes a distintas personas, la mayor parte de su superficie. Allí también, y a los fondos de la iglesia, se ubicó el primer enterratorio de la villa.
En la esquina de Urquiza y Monte Caseros. Actualmente ocupado por el Colegio de N. S. del Huerto, tenía a fines del siglo XVIII su casa habitación y curato, el párroco don Luis María de Caviedes. Fallecido éste, sus herederos vendieron el inmueble que era de pertenencia de Caviedes, a su sucesor en el curato, doctor Antolín Gil y Obligado. En 1814 el comandante de Paraná don José Eusebio Hereñú, confiscó este bien a Gil y Obligado y en el sitio construyó un cuartel destinado a las fuerzas militares.
Siendo gobernador el general Mansilla, se restituyó el inmueble a su dueño, indemnizándolo a la vez por los perjuicios que se le irrogaron. La confiscación obedeció a persecuciones decretadas contra los partidarios del Directorio, ya entonces en pugna con Entre Ríos.
En 1832, el Pbro. Gil y Obligado vendió este inmueble a don Luis Pondal, español, comerciante, de mucha actuación política y social y fundador de una conocida familia. Durante el período presidencial del general Urquiza, éste hizo construir en ese sitio el edificio que sirvió de sede al H. Senado de la Nación, mientras residieron las autoridades federales en esta ciudad.
Trasladada la capital a Buenos Aires después de Pavón, el local fue utilizado por el gobierno federal para varias oficinas públicas, hasta que en 1864 a pedido de la población, el Presidente general Mitre lo prestó para que allí funcionara el colegio de niñas regenteado por las Hermanas de N. Sra. de Huerto, que desde entonces ocupan el edificio con el establecimiento mencionado.
A continuación del antes referido inmueble, hacia el sur, se extiende el terreno ocupado por la catedral, que es el mismo que desde antes de la fundación de la parroquia, sirve de asiento para la iglesia. En dicho lugar, se ubicó la primitiva capilla de la Concepción, antes de 1730 y fundada la parroquia dicho año, allí se edificaron los templos que se sucedieron hasta llegar a la actual catedral.
El terreno que sigue hacia el Sur para llegar a la esquina con una extensión de 11 varas de frente por 73 de fondo, fue vendido en 1832 a don Ciriaco Quintana, natural de Santa Fe, comerciante y funcionario público, casado con doña Teresa de la Torre. El producido de la operación fue destinado a la prosecución del templo.”
Continua en la obra de este autor los nombres de todos los propietarios de esta cuadra, y todos la adquirieron por compra a la iglesia.
Como vemos toda la manzana fue vendida a diferentes vecinos de la época, podemos suponer que la ubicación de la casa podría estar en cualquier lugar de esta manzana.
El padre Caviedes, natural de Buenos aires, había estado en Baradero en 1780, después tiene aquí su destino. Pero no sabemos si la compro a la junta de Temporalidades, ya que sus herederos la venden por lo que no era propiedad de la capilla. ¿Podría ser? Por ahora es una suposición abierta a nuevas investigaciones.
“De la misma cuadra pero sobre 9 de julio tenemos otro terreno adquirido alrededor de esa fecha y es el de don José Colobran, comerciante, catalán, y estanciero, casado con doña Catalina Troncoso. Colobran era dueño de una gran extensión de tierras situadas en Alcaráz, que adquirió en remate de las Temporalidades de Santa Fe después de la expulsión de la Compañía de Jesús. En ese solar que llegaba hasta la esquina y se extendía hacia el Norte por la actual calle 9 de Julio, el señor Colobran edificó su casa habitación.
El inmueble pasó a ser propiedad del general Pascual Echagüe por haberlo recibido en herencia de la antes nombrada esposa de don José Colobran. En la esquina de las calles 25 de Mayo y 9 de Julio, el señor Echagüe edificó una casa que durante el gobierno de la Confederación ocupó con su familia el vicepresidente de la nación, doctor Salvador María del Carril.”
Las otras propiedades de esta cuadra fueron vendidas después de 1800 por los sacerdotes que estuvieron en la parroquia. Ambas son opciones probables con la casa de ejercicios.