Si ves a un pastor que está con sus ovejas y le preguntás: ¿qué estás haciendo? Seguramente te miraría y vos te darías cuenta de que es una pregunta, ridícula, o tonta…
Pero traslademos la pregunta a la misión que tenemos nosotros. Sí, a vos y a mí. Todos los bautizados tenemos la misma misión como Iglesia. ¿Qué estamos haciendo?
Hoy, con este Evangelio (Lc. 10, 1-10) podemos profundizar esta hermosa faceta del discipulado misionero: pastorear, apacentar el rebaño del Padre. “Ser pastores”. Esto nos puede ayudar a pensar, reflexionar y renovar nuestra vocación: ¿Estamos pastoreando el rebaño? ¿Estoy cuidando de las personas que Dios pone a mi lado? ¿Estoy pastoreando este rebaño particular?
Tenemos una responsabilidad hermosa pero desafiante: imitar a Cristo en clave del discipulado misionero del Jesús Buen Pastor. Hoy más que nunca estamos llamados a salir de nuestro mundito interior aislado, y quizás egocéntrico (primero yo, segundo yo y tercero yo…) y lanzarnos a la Vida en abundancia: “Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10).
Lanzarnos a esa vida plena que se realiza en el darse, en el servicio, en el amor autentico, como Jesús nos enseñó.
¿Y cómo hago? ¿Qué tengo que hacer?
Hoy Jesús se autodefine como la Puerta. Entramos a esta Vida por Él, que es la Puerta. Se trata de seguirlo, de pasar por Él, en el sentido de hacer lo que Él hizo. Por ejemplo: estar cerca del que más necesita, anunciar mi fe con palabras y obras coherentes; nunca responder mal.
Incluso, soportar con paciencia el sufrimiento, sin responder a la violencia con la violencia, al mal con el mal, sino viviendo en fidelidad a Jesús, que no respondió sino con generosidad extrema.
Significa imitarlo, vivir como Él vivió y, en particular, llevar la cruz con amor, como hizo Él. En vez de rebelarnos o de hacer uso de la violencia, debemos tener siempre bondad, generosidad, amabilidad, comprensión, compasión…
Ojo que no es amor al otro porque sí. Hay que amar a Jesús, y de verdad. Seguirlo, buscarlo, pero eso se realiza en el amor al otro, al prójimo, al hermano, porque ahí también está el verdadero rostro de Jesús.
Y acordate que no podemos solos, por nuestras propias fuerzas de voluntad. Necesitamos ser conscientes de que primero somos discípulos, siempre, sí. Pero que no podemos sin la gracia.
Hay que estar a los pies del Maestro: estar con Él, escucharlo en su Palabra, hacer nuestras esas palabras de Vida, alimentarme de Él, de Su Palabra, y de Él en la Eucaristía, fuente de Vida nueva. Adquirir su forma de ver, de tratar, de ser con los demás.
Llegar a tener el alcance de su corazón que no hace acepción de personas, que no discrimina a nadie, que no juzga. Es importantísimo tener momentos generosos de intimidad con Él para asemejarnos a Él. Porque los amigos se asemejan, se parecen.
Las imágenes del Buen Pastor
Todas las imágenes lindas que vemos del buen Pastor lo presentan con el cayado en la mano. En la simbología Scout se dice que el cayado representa nuestra oración, que además de ser personalizada es nuestra herramienta más fuerte para defendernos, para descansar en los momentos arduos, para apoyarse sin dudar, para ayudar a quien quedó atrás o cayó en algún pozo. Eso también es ser pastor como Jesús: nunca abandonar la oración.
En la liturgia de las Horas, en el común de pastores, está la expresión clarísima de esta necesidad: “Este el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo”. Los que amamos son valiosos a los ojos de Dios, como nosotros, y a Él le pedimos y damos gracias por ellos.
Así nos va moldeando el corazón, lo vamos conociendo, conociendo su voz. “…y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz” (Jn. 10,5). Conocer su voz es conocer el Evangelio, en sus dos fuentes: la Sagrada Escritura y la Tradición. Lo que transmite la Iglesia a través de sus enseñanzas y del Magisterio.
Dejarse guiar por Él. Y así poder hacer resonar en nosotros también la voz del Buen Pastor. Que nuestras palabras, por obra de su Espíritu, sean palabras del Buen Pastor.
En definitiva: hay que cultivar esa amistad autentica con el Buen Amigo. Acá está la clave. Caminar con Cristo Resucitado, como amigos!
¿Qué sigue? ¿Cuál es mi misión?
Acercate a Jesús, escuchálo, aprendé, hacete tiempo para unos buenos diálogos con Él. La oración no es accesoria.
Es fundamental además, vivir el Evangelio en lo cotidiano, pero no aislados, sino con la comunidad de la Iglesia. Ahí te vas a dar cuenta, cuál es tu misión concretamente.
Solo así, de cara a Cristo, y en la comunidad, compartiendo la misión, interactuando con los demás, enriqueciéndote del don del otro, vas a descubrir para qué naciste y qué sueña el Buen Pastor con vos.
El llamado a la misión es universal: tenemos una responsabilidad con el prójimo, con los que me rodean, los conozca, los quiera, o no, porque para Dios todos son importantes.
Pero como todos somos único e irrepetibles, Dios nos quiere para cosas especialísimas. Cosas que otro no puede ofrecer en mi lugar, porque tienen relación con lo que yo, y solamente yo puedo dar.
Y pensándolo a futuro, hay personas que van a estar privadas de un regalo de Dios si no descubro y respondo a ese Plan maravilloso que tiene que ver con el pastoreo especial que Dios me pide personalmente a mí.
¿Qué querés de mí Señor? ¿En dónde me querés sirviendo? ¿Cuáles son las ovejas que querés que cuide, que apaciente, que acompañe y guíe?
Estas preguntas nos pueden ayudar a pararnos, de cara a Jesús Buen Pastor, y tomar consciencia de cuál es mi propósito en esta vida, mi vocación. Que si la descubro y la vivo seguramente voy a vivir en plenitud. Y voy a ser “Puerta en Cristo” para que otros tengan Vida plena en abundancia. Es tiempo de discernimiento.
Las exigencias de ser pastor
Aclaremos que ser pastor es exigente; las ovejas son indefensas, necesitan protección y que las sanen cuando se lastiman o enferman porque no pueden solas, es más, si el pastor no es cercano no te enterás de sus heridas porque no se quejan. Pueden andar heridas y hasta morir sin quejarse.
Los pastores tienen que estar cerca, velar, vigilar, estar atentos. Además deben dejar sus cosas, aventurarse, arriesgarse para llevarlas a buenos pastos, para que no se alimenten de cualquier yuyo, que incluso los hay venenosos.
Deben ser creativos. Por su lado las ovejas reconocen la voz del pastor y lo siguen. Saben identificar la voz del que con amor las trató; si se mezclan con otro rebaño o se pierden y su pastor les habla, siguen su vos y regresan.
El modelo del pastor moderno
El modelo es Jesús. Él seguro nos daría una descripción detallada de cada oveja de su rebaño, porque Él conoce a sus ovejas, las llama por su nombre.
Sabe como están, cuáles son sus dificultades, debilidades y sus fortalezas. Sabe de la que se perdió y fue a buscar y trajo con ternura. Sabe de los riesgos tanto en la alimentación como el de los predadores o ladrones, porque Él está atento y vigilante.
Busca los mejores pastos y lugares para saciar la sed. Anda, camina con ellas, está cerca, no tiene otro interés que el cuidar que ninguna se pierda.
Así que a mirar a Jesús Buen Pastor y a vivir esta doble dimensión para responder a su llamada: oveja que escucha y conoce su voz; y pastor que cuida, acompaña, apacienta y guía las personas que Él pone a nuestro alrededor.
Y si ahora te preguntan: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué les responderías?
Ah… y si aún no descubriste, o estás en dudas sobre lo que Dios quiere de tu vida, no dudes en en buscar un buen guía espiritual y hablalo sin miedo, es importante para vos, para la Iglesia y para el mundo. Guauu