La catolicidad, uno de las cuatro notas de la Iglesia, se refiere a su carácter universal. Ser católico significa pertenecer a una Iglesia que es universal en su esencia y misión. Sin embargo, esta universalidad no implica una homogeneización que ignore las particularidades culturales de los pueblos. La inculturación de la fe es el proceso mediante el cual la Iglesia integra y asume las diversas culturas locales, purificando y elevando sus valores a la luz del Evangelio.
Este proceso no significa simplemente adaptar el mensaje cristiano a las culturas locales, sino que implica un diálogo profundo entre la fe y la cultura. La inculturación respeta y asimila las costumbres, valores y modos de vida de los pueblos. Este fenómeno no es nuevo en la historia de la Iglesia. Desde sus primeros días, el cristianismo buscó expresarse en las diversas culturas en las que ha echado raíces.
Ejemplos bíblicos de inculturación
Uno de los más significativos es Pentecostés (Hechos 2). Allí los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, comenzaron a hablar y fueron escuchados en diversas lenguas. La multitud reunida en Jerusalén, compuesta por personas de diferentes partes del mundo, quedó asombrada al escuchar el mensaje del Evangelio en su propio idioma. Este acontecimiento simboliza la capacidad de la Iglesia para comunicar el mensaje cristiano a todas las culturas, respetando sus particularidades lingüísticas y culturales.
Otro ejemplo es la predicación de San Pablo en Atenas (Hechos 17). Atenas era la capital cultural del mundo antiguo, conocida por su riqueza filosófica y religiosa. Al predicar en el Areópago, Pablo no comenzó con referencias al Antiguo Testamento, ya que su audiencia no estaba familiarizada con la tradición judía. En cambio, Pablo citó a poetas y filósofos griegos y utilizó elementos de la cultura ateniense para explicar el Evangelio. Este enfoque muestra cómo la fe cristiana puede dialogar y resonar con las diversas culturas del mundo para que se entienda el mensaje a partir de las percepciones culturales propias.
La Encarnación es el modelo de inculturación
La inculturación encuentra su fundamento teológico en el misterio de la Encarnación. Dios eligió revelarse en Jesucristo, quien asumió plenamente la naturaleza humana y vivió en una cultura específica: la judía del siglo I. Jesús pensó, amó y actuó como un hombre de su tiempo, utilizando el lenguaje y las categorías mentales de su cultura para comunicar la verdad divina. Este principio de Encarnación significa que el mensaje cristiano debe siempre buscar expresarse en las realidades culturales concretas de los pueblos.
El equilibrio necesario entre la universalidad y lo local
La universalidad de la Iglesia no debe anular las particularidades locales. Al contrario, la Iglesia reconoce y valora las diversas culturas, integrando sus elementos positivos en la vida cristiana. Por ejemplo, las tradiciones litúrgicas africanas pueden incluir danzas en el ofertorio, una expresión cultural que enriquece la liturgia sin comprometer su esencia.
La Iglesia local tiene la función de asimilar el mensaje evangélico y transmitirlo de una manera comprensible para su pueblo, sin traicionar su verdad esencial. Esta tarea requiere discernimiento y un profundo amor por la cultura local. La inculturación no significa adoptar acríticamente todos los aspectos de una cultura, sino purificar y elevar aquellos que son compatibles con el Evangelio.
La inculturación no es un proceso simple ni automático. Requiere un profundo conocimiento y amor por la cultura que se desea evangelizar. Los misioneros y evangelizadores deben primero conocer y entender las costumbres y valores del pueblo al que sirven. Solo así pueden anunciar el Evangelio de manera efectiva y respetuosa. Esta actitud de respeto y amor por la cultura local es fundamental para evitar una evangelización impositiva y poco efectiva.
Un aspecto crucial de la inculturación es la traducción adecuada del mensaje evangélico. Esta traducción no se refiere solo al lenguaje verbal, sino también a las estructuras, ritos y símbolos que la cultura local comprende y valora. La inculturación busca una verdadera integración, donde el Evangelio ilumina y transforma los valores culturales, llevándolos a su plenitud en Cristo.