El término "misterio" en el contexto eclesial no se refiere a algo esotérico o a secretos ocultos destinados a unos pocos iniciados. Al contrario, se entiende como una realidad divina accesible a la fe pero incomprensible en su totalidad por la razón humana.
La palabra "misterio" proviene del latín mysterium y del griego mysterion. En la tradición cristiana se refiere a verdades que, aunque no pueden ser plenamente comprendidas por la razón humana, son reveladas por Dios y deben ser aceptadas con fe.
El misterio en el Concilio Vaticano II
La Constitución Dogmática Lumen Gentium dedicó un capítulo entero a la naturaleza de la Iglesia como misterio. Comienza describiendo a la Iglesia como un misterio profundo y esencial, una realidad que no puede perderse en su carácter fundamental. La Iglesia al presentarse a sí misma como un misterio, subraya su dimensión trascendental y divina.
En otras palabras, no es una simple institución humana con estructuras visibles y jerárquicas. Es, ante todo, una realidad espiritual.
Este misterio implica la acción continua de Dios en la historia humana a través de la Iglesia, que es a la vez visible y espiritual, humana y divina. La Iglesia es un reflejo de la Santísima Trinidad en el mundo, participando en el misterio del amor divino y su misión de salvación.
Esta comprensión se profundiza al considerar la acción del Espíritu Santo. Pablonos recuerda que el Espíritu revela los misterios de Dios que son inaccesibles a la razón humana (1 Cor 2,7-16). Este Espíritu, que penetra hasta lo más íntimo de Dios, ha sido derramado sobre la Iglesia para guiarla, santificarla y hacerla partícipe del plan divino de salvación.
El Espíritu Santo juega un papel fundamental en la vida de la Iglesia desde Pentecostés, cuando fue derramado sobre los apóstoles y los primeros cristianos. Este evento marca el inicio visible de la misión de la Iglesia en el mundo y su carácter como comunidad santificada y guiada por el Espíritu.
La santificación de la Iglesia por el Espíritu Santo no es un evento único, sino una realidad continua que se manifiesta en la vida sacramental, la oración y el testimonio de los fieles.
Un Misterio Trinitario
La Iglesia encuentra su origen y su misión en la voluntad del Padre y en la obra redentora de Jesucristo. El Hijo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los Cielos y reveló el misterio de Dios a la humanidad.
Con su encarnación, muerte y resurrección, Jesús abrió el camino para que los seres humanos participen en la vida divina. La Iglesia es, por tanto, el fruto del amor de Dios por la humanidad, una comunidad convocada por el Padre para vivir en unión con Cristo.
La Iglesia es un reflejo del misterio de la Santísima Trinidad: es el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. Estas imágenes bíblicas resaltan la relación intrínseca entre la Iglesia y la Trinidad. El Padre ha creado y convocado a la Iglesia, el Hijo la ha redimido y el Espíritu Santo la santifica y guía.
Este misterio trinitario se expresa también en la liturgia, donde la adoración y la alabanza se dirigen al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo. La participación en la liturgia es, por tanto, una entrada en el misterio de la comunión trinitaria, una experiencia de la vida divina que transforma a los creyentes y los une en una comunidad de amor y servicio.
La dimensión visible y espiritual de la Iglesia
La Iglesia, como misterio, tiene una dimensión visible y otra espiritual. Visible: está estructurada como una comunidad con jerarquía, sacramentos y liturgia. Espiritual: es el Cuerpo de Cristo, una comunión de santos vivificada por el Espíritu Santo. Esta doble dimensión es esencial para entender la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo.
El misterio de la Iglesia se manifiesta visiblemente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Es una expresión profunda del misterio de la comunión entre Dios y la humanidad, y entre los miembros de la Iglesia. A su vez, los sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía) introducen a los fieles en el misterio de la vida divina y nos incorporan plenamente en la comunidad eclesial.
Una verdad fundamental
Este Misterio que es la Iglesia no es un secreto esotérico. Es una realidad divina revelada que trasciende nuestra comprensión racional y nos invita a la respuesta de la fe confiada en el Dios revelador. Desde ahí podemos entender que la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la historia de la salvación se manifiesta en la vida y misión de la Iglesia, que es a la vez visible y espiritual.