Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia

En este espacio, pretendemos compartir algunas sencillas reflexiones sobre el año litúrgico. Deseamos ir proponiendo éstas paso a paso, de suerte de poder progresivamente reflexionar juntos sobre tan importante tema.

Liturgia

Sin duda, el año litúrgico es el marco de toda la vida de la Iglesia, es decir de la obra evangelizadora en su integridad: anuncio y catequesis, celebración de los sacramentos y vivencia cristiana; en consecuencia es el marco de toda la pastoral de la Iglesia. El título corresponde a una obra sobre este argumento perteneciente al P. Jesús Castellano.

Sus orígenes

En una primera fase no existía más fiesta que la Pascua que se rememoraba cada semana en la Eucaristía dominical. Después en un momento difícil de determinar, la Iglesia sintió la necesidad de celebrarla con mayor énfasis una vez al año. En la segunda mitad del siglo II toda la Iglesia celebraba ya la Pascua anual. La Iglesia primitiva no celebraba los misterios de Cristo sino el misterio de Cristo, es decir la Pascua como evento que reasume y sintetiza los demás aspectos de la vida de Cristo.

A partir del siglo IV detectamos una tendencia a fraccionar el misterio de Cristo. En torno a la Pascua se irá formando un período de preparación y otro de prolongación de la misma. Junto al ciclo pascual se forma casi simultáneamente un ciclo natalicio y a finales del siglo IV quedó diseñada la estructura del año litúrgico tal como ha llegado hasta nosotros.

El año litúrgico es “el desarrollo de los diversos aspectos del único misterio pascual” (Catecismo de la Iglesia Católica 1171), lo cual implica que su unidad se fundamenta en el único acontecimiento celebrado y en la acción viva y fecunda del Espíritu del Resucitado.

Unidad y diversidad

Con respecto al año litúrgico se puede hablar de la unidad y de la diversidad del mismo: la unidad le es dada por la celebración del único Misterio de Cristo y la diversidad en los acentos propios de cada ciclo.

El “temporal” o “propio del tiempo” tiene tres grandes momentos: el tiempo de la manifestación (Adviento-Navidad-tiempo de Navidad), el tiempo cuaresmal-pascual (Cuaresma-Triduo pascual-Tiempo pascual) y el tiempo durante el año, antes y después del período cuaresmal-pascual. Los misterios de la Encarnación y la Pascua más los misterios de la vida pública de Jesús se distribuyen, en consecuencia a lo largo del círculo anual.

Junto al temporal se encuentra el Santoral, es decir las celebraciones de la Virgen María y de los Santos.

Expliquemos a través de la Cuaresma

Un ejemplo muy claro de las constantes y variantes del año litúrgico lo ofrece el tiempo cuaresmal-pascual, que tiene como constante su centro: la gran vigilia pascual con su tradicional preparación en el tiempo de la Cuaresma y su prolongación con la cincuentena pascual. En cambio, como variantes presenta, especialmente en la Cuaresma, las connotaciones específicas de cada ciclo; esto hace que cada ciclo cuaresmal reciba un nombre propio: ciclo bautismal (A), ciclo cristológico (B) y ciclo penitencial (C).

El comienzo de la Cuaresma se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal.

El único y decisivo acontecimiento de la Pascua tiene un camino de preparación y de prolongación. Este proceso cuaresmal-pascual, no sólo lo realizan los “elegidos” (es decir quienes reciben los sacramentos de la iniciación cristiana durante la vigilia pascual) sino que todos los cristianos lo retomamos todos los años no sólo para instruirnos de modo cada vez más completo en la inteligencia del misterio, sino para “introducirnos” aún más al Misterio.

Acerca del miércoles de cenizas, el pontífice emérito dice:

“Hoy, marcados por el austero símbolo de las Cenizas, entramos en el Tiempo de Cuaresma, iniciando un itinerario espiritual que nos prepara a celebrar dignamente los misterios pascuales. La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al Señor. La Cuaresma es un camino …  nos recuerda que la vida cristiana es un “camino” que recorrer, que consiste no tanto en una ley que observar, sino la persona misma de Cristo, a la que hay que encontrar, acoger, seguir”.

Continuaremos con el Domingo I de Cuaresma. Les recomiendo la lectura de la catequesis del Papa Benedicto XVI titulada El recorrido bautismal de la Cuaresma

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